Ya lo decía Loquillo en El mánager: “Robará tu talento. Yo lo sé. Aléjate del mánager”. Él, como muchos otros músicos que han pasado por una situación similar, hablaba desde la experiencia. Hay historias entre artistas y representantes que bien podrían ser novelas de traición, amor, de policías y ladrones o de engaños.
Una de las situaciones –por sorprendente- más peliagudas se desarrolló entre Leonard Cohen y Kelley Lynch, su representante y, en ocasiones, amante, aunque fue la única que no amó de verdad a Leonard Cohen.
Empezaron a trabajar juntos a mediados de los noventa (los padres de Kelley Lynch trabajaron con Leonard Cohen con anterioridad), pero en 2004 Cohen prescindió de sus servicios. Sin embargo, el asunto no terminó ahí, pues al año siguiente, en 2005, el músico demandó a Lynch por robo. La suma sustraída de las cuentas de Leonard Cohen ascendía a los cinco millones de dólares. Por lo tanto, se había quedado sin dinero.
El tribunal de Los Ángeles falló a favor del autor de Who by fire y ordenó a Kelley Lynch a pagar nueve millones y medio de dólares, pero los abogados de la mujer se negaron en rotundo alegando que su cliente no disponía de tanto capital.
El desaguisado económico empujó a Leonard Cohen a empezar una gira para reponer lo robado, pero a pesar de los temores del compositor y de su esfuerzo, Kelley Lynch seguía acosándolo. Los fiscales mostraron al jurado diez carpetas de correos electrónicos amenazantes de Lynch. Todos ellos pertenecían a febrero de 2011.
Kelley Lynch fue sentenciada a dieciocho meses de prisión y cinco de libertad condicional. Se le prohibió tener armas durante diez años y debía asistir a clases de reforma para manejar la ira mental. “Tengo presente a la señorita Lynch en mis oraciones. Espero que sepa refugiarse en la sabiduría de su religión y que un espíritu de comprensión convierta su corazón, lleno de odio y remordimiento, de la ira a la bondad, de la intoxicación mortal de la venganza a las prácticas humildes de la redención”, declaró Leonard Cohen.
La salud de la icónica voz se vio resentida durante las giras “obligadas”, ahondando mucho más en la preocupación que Cohen tenía sobre la muerte. Abandonó el monasterio budista de Mount Balde, donde se recluía, para hacer las maletas y volver a levantar lo perdido.