La librería siempre parece demasiado pequeña
Y cuando decimos librería, decimos nuestra colección de música o cine. Para una persona que no se cansa de aprender, nunca tiene suficientes libros o películas. Es una inversión clara de su presupuesto mensual.
Hay cosas de las que se puede recortar para invertir en conocimientos
Y con respecto al punto anterior, estas personas pueden recortar de otros caprichos (como ropa o un nuevo invento tecnológico) antes que dejar de invertir en un libro, en un curso de reciclaje, en ir al cine a ver una buena película… No todo el mundo entiende esto y hay quién prefiere gastar su dinero en otras cosas. Aquellas que ven la vida con sed de aprendizaje, no.
Escuchar a los demás es una gran forma de aprendizaje
Las personas que más aprenden son las que lo hacen de la mano de otras. Escuchar, preguntar, ser curioso (que no cotilla) es la mejor forma de cultura. Por eso se pueden sacar muchísimas lecciones de una conversación en la que dos o más personas intercambian sus puntos de vista y en la que todas están con la mente abierta y receptiva.
Aprender jamás ha sido una obligación, sino un auténtico placer
Para aquellos a los que aprender resultaba un suplicio, no entenderán a aquellos que lo hacen de forma voluntaria. Y no sólo eso, también como algo que les proporciona felicidad y placer. La mayor parte de personas que sigue aprendiendo cuando avanza su vida, siempre han tenido el gusto de hacerlo.
La edad mental dista mucho de la que pone en el DNI
Todos los que no dejan de aprender son muy conscientes de la importancia de tener un cerebro joven y sano. Saben que, aunque en su DNI ponga una edad concreta, pueden ser muchísimo más jóvenes. Mantener la mente activa y despierta te hace sentir vital y feliz.