¿Qué hacer ante tal situación? Bueno, en primer lugar, hay que serenarse y tener calma. Después convendría analizar la situación y sopesar los pasos dados que han conducido al error. ¡Nunca hay que pensar en el despido o en una reprimenda! A lo hecho, pecho. Todo el mundo comete fallos y nadie es perfecto, por lo que no hay de lo que preocuparse en ese aspecto: los compañeros, en primera instancia, no van a juzgar.
Una vez se haya asimilado el acto perjudicial, basta con andar con paso firme durante el desarrollo de los acontecimientos. Hablar con los compañeros de las consecuencias ayuda a determinar la causa de los errores y cuáles son las soluciones y las distintas opciones para solucionarlo.
Seguidamente, y en equipo, tratar de enderezar el asunto teniéndolo como máxima prioridad, independientemente del alcance del desastre. De nada sirve llorar o angustiarse. Es perder el tiempo.
Si los pasos seguidos han llevado a estabilizar la situación, encuentra opciones de mejora. Eso ayudará a ganar confianza en el propio individuo y en el equipo. Cuatro ojos ven mejor que dos, por lo tanto, una lluvia de ideas causará un mejor efecto. La aportación de recursos resolutivos funciona infinitamente mejor que una tormenta de reproches y de críticas. Si se critica, que sea de manera constructiva, respetuosa y con aportaciones eficientes y eficaces.
El jefe, una vez ha conocido el caso, hablará con el equipo. Pude que de manera grupas o uno por uno. Si se ha obrado de manera profesional, la confianza será el clavo al que agarrarse. Sí, se ha metido la pata, pero el desbarajuste se ha subsanado. Ahora hay que aprender de lo vivido y tenerlo en cuenta de cara al futuro.
En cambio, si el desastre se ha tornado en tragedia y el jefe está muy descontento, controlar los impulsos nerviosos sería un buen comienzo. De igual modo, asumir los errores propios con responsabilidad y no echar las culpas a nadie es un punto a favor, pues demuestra sensatez y cordura en un momento en el que se pueden perder los papeles. Si ha salido mal, ha salido mal y hay que acatar lo que venga, sea para bien o para mal.
Los gritos, las voces y los malos gestos no son bien recibidos (aunque el jefe tenga esa actitud). Ante todo, educación y buenas maneras. O como dice el refrán: “Tranquilidad y buenos alimentos”.