1. Eres un referente positivo para tus empleados
Siempre que tienen un problema o duda, acuden a ti sin dudarlo para que les eches una mano o les des algún consejo. Eres un modelo, un referente y un guía a la hora de trabajar. Te ven como un aliado, jamás como un enemigo.
2. Participas como uno más en todos los proyectos
Si eres un auténtico líder sabrás lo que es “meterse de lleno en el barro”. Estar trabajando a deshora como el resto de tu equipo, saber qué rol desempeña cada uno, escuchas y valoras positivamente sus propuestas… en fin, no hay diferencias de “estatus” entre vosotros.
3. Eres capaz de reírte y bromear con ellos
Habéis forjado una confianza con el tiempo que, a pesar de los malentendidos o discusiones, os permite desenvolveros con naturalidad. Sois un equipo en todos los sentidos, y aunque no seáis amigos en el más estricto sentido de la palabra, os lleváis bien y trabajáis cómodos.
4. Conoces a tus empleados y eres empático con ellos
Sabes si están casados, si tienen problemas, si están atravesando un buen o mal momento… Además entiendes a la perfección que su vida no es el trabajo, que tienen muchas cosas más allá de las paredes de la oficina.
5. Tienes capacidad de autocrítica y la fomentas entre los tuyos
Sabes de la importancia que tiene reconocer los errores, y no sólo les pides que lo hagan ellos (y los resuelvan), sino que tú eres el primero en entonar el “mea culpa”. Eres un auténtico líder.