Empresas

El lado oculto del lujo: las grandes marcas ‘made in China’

La práctica de fabricar en países asiáticos no es nueva. Empezó en la industria de la moda masiva durante los años 80 y 90, pero con el tiempo también alcanzó al segmento de lujo.

Cuando pensamos en marcas de lujo como Prada, Gucci, Louis Vuitton o Balenciaga, lo que suele venirnos a la mente son imágenes de elegancia europea: ateliers centenarios en Milán o París, artesanos vestidos de blanco trabajando con mimo cada costura, y un aura casi mística alrededor de la “calidad artesanal”. Sin embargo, en los últimos años, esta narrativa cuidadosamente construida ha comenzado a desmoronarse, al menos para quienes se toman el tiempo de mirar más allá de la etiqueta.

La verdad es que muchas de estas casas de moda producen parte importante de sus artículos en China, o en otros países asiáticos como Vietnam o Bangladesh. Y no se trata solo de accesorios secundarios o detalles mínimos: en algunos casos, se fabrican productos completos, que luego son enviados a Europa para recibir los toques finales y, lo más importante, el prestigioso sello de “Made in Italy” o “Made in France”.

La deslocalización del lujo

La práctica de fabricar en países asiáticos no es nueva. Empezó en la industria de la moda masiva durante los años 80 y 90, pero con el tiempo también alcanzó al segmento de lujo. ¿Por qué? La respuesta es sencilla: reducción de costes.

Producir en China permite a las grandes marcas mantener márgenes de ganancia altísimos. La mano de obra, aunque más cara que hace unos años, sigue siendo más económica que en Europa occidental. Además, muchas fábricas chinas han evolucionado enormemente: hoy cuentan con maquinaria avanzada, trabajadores calificados y una sorprendente capacidad para replicar estándares de alta calidad.

De hecho, algunas de estas fábricas son propiedad directa de las marcas de lujo, o trabajan exclusivamente para ellas bajo estrictas condiciones de confidencialidad. Esto les permite mantener el control sobre la producción y asegurarse de que el producto final cumpla con sus exigencias estéticas y técnicas.

El juego del etiquetado: ¿Qué significa realmente «Made in Italy»?

Una de las prácticas más controvertidas tiene que ver con el etiquetado. Legalmente, un producto puede llevar la etiqueta “Hecho en Italia” si una parte sustancial del proceso —como el diseño o el ensamblaje final— ocurre allí. Esto abre la puerta para que productos fabricados en un 90% en Asia lleguen a Europa solo para ser terminados con detalles mínimos, como coser una etiqueta o aplicar un cierre.

El resultado es un artículo que se vende como europeo, se percibe como sinónimo de lujo tradicional y se paga a precios altísimos… aunque su origen sea, en gran parte, asiático.

Calidad y contradicciones

Lo curioso es que, en muchos casos, la calidad no se ve comprometida. Algunas fábricas chinas producen con un nivel de precisión tan alto que incluso superan a talleres europeos. Pero aquí entra en juego una contradicción cultural: aunque el producto sea impecable, muchos consumidores siguen valorando más la procedencia que la calidad objetiva.

Hay también otro dilema: si el lujo se basa en la exclusividad, la tradición y el trabajo artesanal, ¿cómo encaja en ese modelo la producción en masa, aunque sea perfectamente ejecutada? ¿Dónde queda el relato de lo “único” cuando un mismo bolso se reproduce miles de veces en una línea de ensamblaje?

Condiciones laborales y ética de marca

No podemos hablar de producción en China sin mencionar las condiciones laborales. Aunque algunas fábricas asociadas a grandes marcas ofrecen salarios y entornos de trabajo superiores a la media, esto no es siempre así. Existen denuncias sobre jornadas extensas, falta de contratos estables, y en algunos casos, explotación de mano de obra migrante o infantil, especialmente cuando se subcontrata a terceros.

Este es uno de los puntos más criticados por defensores de los derechos humanos y por consumidores que buscan mayor transparencia. Las marcas, por su parte, invierten millones en marketing y responsabilidad social corporativa para reforzar una imagen de compromiso ético y sostenible, aunque rara vez revelan el detalle completo de su cadena de producción.

Marketing, percepción y realidad

A pesar de todo esto, las marcas de lujo continúan vendiendo productos a precios exorbitantes y con gran éxito. ¿Por qué? Porque el marketing sigue siendo su mayor fortaleza. Estas empresas no solo venden ropa o accesorios, venden un estilo de vida, un símbolo de estatus, una historia. Y para muchos consumidores, eso pesa más que el lugar donde se hizo el producto.

Curiosamente, algunos clientes incluso saben que su bolso de lujo fue hecho en China, pero no les importa. Lo que cuenta es lo que representa: pertenecer a un grupo selecto, lucir una marca reconocida, sentirse parte de ese universo aspiracional que las casas de moda han construido con tanto cuidado.

El lujo ya no es lo que era. En un mundo globalizado, donde los productos viajan por continentes antes de llegar a las tiendas, la idea romántica del artesano italiano cosiendo a mano cada prenda es más mito que realidad. Hoy, el lujo es una mezcla de calidad, estrategia de producción global y, sobre todo, poder de marca. Y aunque el “Made in China” alguna vez fue símbolo de baja calidad, ahora se ha convertido, silenciosamente, en uno de los pilares sobre los que se sostiene el imperio del lujo moderno.