La temporada 2014-15 de la NBA ha entrado en su recta final con la disputa de los playoffs. Mientras que los 16 mejores equipos del curso luchan por el anillo de campeón, los 14 restantes ya están de vacaciones, muy a su pesar. Entre estos últimos figuran los New York Knicks, capaces de ganar sólo 17 de sus 82 partidos. El segundo peor equipo de la liga es también el segundo más rico, sólo por detrás de Los Angeles Lakers, y su objetivo en noviembre era luchar por el título, o al menos intentarlo. Más que una paradoja, un jeroglífico.
Aunque los Knicks jugaron su último partido el 15 de abril, la temporada para ellos terminó mucho antes. El presidente, Phil Jackson, lleva meses reconstruyendo el equipo, desprendiéndose de algunos de sus mayores talentos. El legendario entrenador, el único con más anillos que dedos –seis con los Chicago Bulls de Michael Jordan y cinco con los Lakers de Kobe Bryant–, fue contratado el pasado verano para dar un impulso al equipo desde los despachos. La tarea le llevará más tiempo de lo previsto.
Los directivos padecen las críticas de los aficionados, que reclaman títulos y no porque estén acostumbrados. Los dos únicos campeonatos conquistados por los Knicks en su historia quedan muy lejos: 1970 y 1973, éste último con Jackson como jugador. Pero, sobre todo saben a poco para una franquicia tan popular en Estados Unidos y tan boyante en el apartado financiero. Según Forbes, los New York Knicks tienen un valor en el mercado de 2.500 millones de dólares, que se multiplica al tener en cuenta las empresas vinculadas. El imperio de James Dolan, su propietario, incluye Madison Square Garden Company y el canal de televisión por cable Madison Square Garden Cablevision, entre otros, lo que hace que los ingresos por derechos televisivos cualquier cifra relacionada con la franquicia
Pese a que las victorias no acompañan, los Knicks siguen siendo uno de los conjuntos más populares del deporte mundial. Al contrario que sus seguidores neoyorquinos, que a lo largo de esta campaña han llegado incluso a ocultar sus caras por vergüenza en las primeras filas del estadio, los aficionados esporádicos a la NBA y al deporte que hacen las veces de turistas en Nueva York ayudan a mantener engrasada la maquinaria económica.
Los New York Knicks han acabado el curso como el séptimo equipo de la NBA con más ingresos por merchandising, por detrás de Chicago Bulls, Cleveland Cavaliers, Golden State Warriors, Los Angeles Lakers, Oklahoma City Thunder y San Antonio Spurs. Son una atracción turística más de la Gran Manzana, como ver un musical en Broadway, subir al mirador del Empire State Building o tomar un ferry hasta la Estatua de la Libertad. Miles de visitantes pagan sin pestañear los elevados precios de unas entradas –desde los 80 dólares del gallinero a lo que usted sea capaz de imaginar– que dan derecho a presenciar las desventuras de un equipo desangelado. Todo sea por poder decir que vivió en primera persona un partido de la NBA. El Barclays Center, hogar de los Brooklyn Nets desde su llegada a la ciudad en 2012, no goza aún de ese glamour, pese a ser un recinto mucho más moderno y contar con un equipo que no enamora pero al menos es capaz de clasificarse para los playoffs.
El sistema financiero de la NBA está por encima de cualquier competición deportiva del mundo. La liga controla la economía de sus franquicias al tiempo para fomentar la igualdad. El límite salarial es la fórmula para equilibrar la balanza conjunta y evitar que los equipos más ricos opten al título año tras año.
Para ello, general managers y propietarios tienen que cuadrar antes y durante el trascurso de cada campaña la partida presupuestaria destinada a pagar los salarios de los jugadores, sin rebasar el tope. Quien lo haga debe abonar penalizaciones y el llamado impuesto de lujo.
Contratos, traspasos y matemáticas
Por esa razón, Jackson y los Knicks tiraron la toalla a mitad de temporada deshaciéndose de jugadores a priori importantes pero con contratos que amenazaban con lastrar a la franquicia y dejarle sin capacidad de movimiento en verano. A lo largo de esta campaña, los Knicks han tenido a 20 jugadores bajo contrato: 81,3 millones de dólares en salarios; es el cuarto equipo que más ha gastado en sueldos, cerca del primero (los vecinos de Brooklyn, 87,8). Ahora, sólo cuatro de esos jugadores tienen un acuerdo garantizado para la temporada 2015-16, por lo que el espacio salarial debería permitir conformar un buen equipo a golpe de talonario cuando se abra el mercado, el 1 de julio. Jackson ya ha explicado que quiere echar sus redes en los cerca de 200 agentes libres –jugadores sin contrato– que llenarán el mercado.
Durante el verano de 2014, los New York Knicks se encontraron ante una encrucijada decisiva para el futuro económico y deportivo: su gran estrella, Carmelo Anthony, acababa contrato. El alero nacido en Brooklyn tuvo ofertas de varias franquicias, pero el equipo mostró un gran interés y acabó renovando su contrato, a razón de cinco años y 125 millones de dólares. Este gran desembolso, a corto plazo, apenas ha reportado ingresos. Anthony se convirtió en el tercer jugador mejor pagado de la NBA, sólo por detrás de Kobe Bryant (23,5 millones al años con los Lakers) y Joe Johnson (cuyo desproporcionado contrato con Brooklyn le ha hecho ganar este año 23,18 millones de dólares), pero las lesiones le han impedido rendir al nivel esperado; sólo jugó 40 de los 82 partidos. Los 22,4 millones que los Knicks le pagaron en estos meses apenas han obtenido contrapartida, aunque la camiseta de ‘Melo’ sea la octava más demandada en las tiendas oficiales de la NBA.
Antonio Gil de Sportyou.es