Haz un análisis exhaustivo de los posibles problemas o fisuras que se están produciendo en tu equipo. Quizás no estés siendo consciente de la baja productividad, de la poca eficiencia, de los tiempos muertos… Pero hazlo por ti mismo, no contrates a un externo que analice los problemas de tu equipo. ¿Quién mejor que tú va a saberlo?

Habla con tus empleados, con la gente que forma el equipo de trabajo. Reúnete con ellos y haz que expongan qué creen que va bien tal y como está, y qué opinan que debería mejorar. Escúchalos porque es muy probable que ellos mismos te den la clave.

Una vez tengáis identificados los problemas que están arraigados en el seno del equipo, poned sobre la mesa las distintas soluciones que veis para ellos. Pero siempre trabajando de forma cohesionada. Además, intenta priorizar los más graves o urgentes de solucionar en el corto plazo.

Si hace falta cambia el rol o el puesto de cada persona del equipo. Si hay alguien que no está cómodo, o que simplemente, no funciona desempeñando esa labor, sácala de ahí o cámbiala de lugar.

Saca partido a las cualidades de cada persona. Mira con lupa cuáles son las características de cada componente, cuáles son sus puntos fuertes. Puede que desempeñando la labor que hacía hasta ahora esté totalmente desaprovechado.

Por supuesto, inyecta la motivación “en vena” a cada uno de los miembros del equipo de trabajo. Valora sus esfuerzos, su lucha diaria por tu empresa y sus horas extras. Un equipo desmotivado es un equipo totalmente nulo.