1. Llévala siempre encima (y cuando decimos siempre es siempre)
Muchas veces salimos de la oficina o del trabajo a alguna reunión o a ver a un cliente. ¿Dónde queda la agenda? En nuestra mesa. Muchas veces te hará falta para apuntar una cita, reunión, teléfono, pequeña nota… y no estará contigo. ¿El riesgo? Pensar que lo apuntarás al llegar a la oficina y no hacerlo. De lo más común.
2. No registres obviedades
Hay cosas con las que es absolutamente innecesario cargar nuestra agenda. Por eso hay que intentar registrar las cosas verdaderamente importantes y relevantes en nuestro día a día. Hay mucha gente que registra hasta “de 14.00 a 15.00: comer”. Es algo totalmente prescindible que sólo ocupa espacio (muy necesario para otras cosas) en la agenda.
3. Notas breves y claras
Y precisamente porque el espacio es tan importante en nuestra agenda de trabajo, mucho mejor cuanto más concisos y directos seamos a la hora de apuntar las cosas.
4. Jerarquía en las tareas
Cuando en un mismo día tenemos más de una cosa que hacer, es mejor ordenarlas por importancia, darles cierta jerarquía y sentido. ¡Ah! Y si puedes calcular los tiempos, muchísimo mejor. Eso te permitirá tener más organizado y controlado tú día a día. Siempre puede haber ciertos imprevistos, pero si logras seguir más o menos esos tiempos, tus días serán mucho más productivos.
5. La agenda de trabajo es para eso: para el trabajo
Por último, es importante que no apuntes en tu agenda de trabajo cosas que se salgan de ese campo, por ejemplo: “comprar manzanas”, “cena con mi suegra”… no es un planning personal ni un gestor de tu ocio, es una herramienta para tu trabajo y así debe usarse.