Desde el pasado mes de julio, el 62% de la capacidad de generación de electricidad de Iberdrola proviene de energías renovables. Para 2050, la compañía será neutra en carbono (capaz de retirar de la atmósfera tanto dióxido de carbono como el que se genera).

Cuando se unió a Iberdrola en 2001 previó un cambio que otros no supieron ver. ¿Cómo fue posible? ¿El Protocolo de Kioto, tal vez?

El protocolo de Kioto se había producido unos años antes. Cuando entré en la empresa me reuní con unos mil empleados. Cada mañana mantenía reuniones con diez o quince personas. Vi la oportunidad de transformar la empresa, una utility tradicional, y convertirla en una entidad diferente que pudiera cumplir varios objetivos.

Creo que el modelo de cuidar solamente a los accionistas no es suficiente. Tenemos que cuidar a los accionistas, tenemos que cuidar a los empleados y tenemos que cuidar a la sociedad. Es una cuestión de respeto. Es un asunto moral. Yo he sido educado por los jesuitas y creo que eso está en mis genes.

El plan consistía en invertir 12.000 millones de euros en energías renovables, cerrar las centrales térmicas de carbón y fuel oil e invertir en redes y almacenamiento de bombeo. Ese era el primer plan. El segundo plan era el mismo, pero entrando en diferentes países: expansión internacional.

En ese momento, el entorno en el que nos encontrábamos era lo que se conocía como la “cultura del pelotazo”: el de aquellos cuyo único interés es enriquecerse a cualquier precio lo antes posible. No fue fácil convencer a los mercados de las bondades de nuestro plan. Los mercados se regían por el modelo de Enron. Y yo estaba haciendo lo contrario de Enron.

Muchos dicen que la catástrofe climática no se está tomando lo suficientemente en serio. Estoy pensando en Greta Thunberg y los millones de personas que se manifiestan por todos los rincones del mundo.

La gente sí se lo toma en serio, pero hay ciertos agentes que no quieren el cambio. Están pensando en sus propios intereses a corto plazo, en lugar de los intereses a largo plazo del planeta y de todos. Han estado “haciéndose pasar por verdes” hasta ahora. Pero aquellos que se están haciendo pasar por verdes son cada vez más identificables. Antes podían esconderse, porque la sociedad carecía de los conocimientos precisos. Pero ahora la sociedad sabe bien quién es quién.

No me gusta mencionar empresas en concreto, pero a algunas les gustaría continuar con lo que han estado haciendo durante décadas, exprimiendo sus activos preexistentes para maximizar sus ganancias a corto plazo. Están utilizando todos los medios a su alcance –grupos de presión, inundar de burocracia, incluso presentar demandas–, todo lo que encuentran, para dilatar la situación. Los políticos deben ser conscientes de que eso está sucediendo.

¿Cómo debemos evaluar la emergencia climática? ¿Hasta qué punto deberíamos estar preocupados por nuestros propios hijos o nuestros nietos?

Cuando hablamos de emergencia climática, hablamos muy poco de salud. En las ciudades, los óxidos generados por la combustión de combustibles fósiles provocan muchas enfermedades.

Todos los niños están sufriendo daños, porque sus alveolos pulmonares se están desarrollando todavía. En España se estima que hay unos 30.000 fallecidos al año como resultado de la contaminación en las ciudades y casi 300.000 personas tienen que ser hospitalizadas. Se puede extrapolar esa cifra para el resto del mundo. Es una realidad.

Entonces, ¿qué podemos hacer por las nuevas generaciones? En primer lugar, proteger su salud. Y, segundo, proteger el planeta. La salud es un asunto muy serio en este preciso momento.

¿El pasado mes de septiembre, usted habló en la Cumbre de Acción Climática de las Naciones Unidas. ¿Qué conclusiones extrajo?

Mi mensaje es que hoy existen tecnologías competitivas para electrificar el mundo y reducir enormemente las emisiones. La tecnología existe. El dinero está listo para invertir en ellas. Es hora de actuar.

¿Cuál es el principal problema al que nos enfrentamos hoy? Aquellos que no quieren avanzar están haciendo todo lo posible para detenernos y retrasarnos. En algunos casos, inundan a las autoridades locales de papeleo que utilizan para posponer decisiones. Por ejemplo, para construir un parque eólico terrestre o una planta solar, se necesitan doce meses. Pero para obtener los permisos, en algunos casos, hacen falta de cuatro a siete años, lo que no tiene ningún sentido.

¿Le sorprendió algo en la ONU?

Que Rusia adopte formalmente el Acuerdo de París es una buena noticia. Y el discurso que dio Macron acerca de la necesidad de que más países aporten financiación para ayudar a otros a transformar sus economías en economías verdes también es positivo. Contrarresta, en cierto modo, al hecho de que Estados Unidos haya decidido retirarse del Acuerdo de París.

>El entorno regulatorio en Estados Unidos ha cambiado drásticamente con el presidente Trump, que niega los hallazgos científicos sobre el clima. ¿Qué supone eso para Iberdrola?

>Él no decide la política energética de cada estado. En Estados Unidos, la planificación energética depende de los estados. Los objetivos de generación renovable se determinan estado por estado.

De hecho, en su último discurso relacionado con este tema, Trump afirmó que cada estado es libre para decidir qué quiere hacer. Él ha tratado de aumentar el uso del carbón y ha comprobado que hay cada vez menos centrales que funcionen a base de carbón: están cerrando. Tampoco se han abierto nuevas minas de carbón y las que existen continúan cerrando.

Independientemente de si a él le gustan las energías renovables o no, la decisión no está en sus manos. Está en manos de cada uno de los estados.

Centrémonos en usted. ¿Qué es lo que le puede llegar a desvelar por las noches?

Depende. Duermo muy bien, en general. Pero todos los días hay algo que me preocupa. Por la noche, digo: “vale, lo dejo para mañana”. Sé que por la noche no puedes resolver los problemas del mundo. Debes descansar adecuadamente y relajarte lo suficiente como para afrontar las cosas que tienes que hacer.

Usted fue reelegido a principios de este año 2019 por otro período de cuatro años. ¿Qué piensa acerca de su sucesión?

Cuatro no significa nada. Por el momento, si tengo salud e ideas y la capacidad de liderar, continuaré liderando. No sé si será por cuatro años, un año, o veinte años. Depende. Creo que todos le están dando una importancia tremenda al anuncio de los cuatro años.

La legislación española sobre esto es muy sencilla: es el consejo de administración quien nombra al presidente y al consejero delegado. Y el consejo puede, en cualquier momento, con la mitad más uno de los miembros, decir: “muchas gracias, adiós”.

¿Qué cualidades principales busca en un sucesor que pueda reemplazarle?

Creo que los valores de la compañía son más importantes que los negocios de la compañía. Estoy seguro de que aquellos que sean elegidos habrán demostrado a lo largo de sus respectivas carreras profesionales que son personas que están realmente preparadas, no solo para administrar la empresa, sino para defender los valores en los que llevamos trabajando desde hace muchos años.