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Escalan los flujos de inversión fantasmas

Luxemburgo tiene unos 600.000 habitantes y alberga 4 billones de dólares (3,6 billones de euros) en inversión directa extranjera (FDI por sus siglas inglesas), unos 6,6 millones de dólares (5,9 billones de euros) por persona. Hasta aquí nada reseñable de este pequeño Estado salvo que dicho volumen, equivalente a casi tres veces el PIB español, es equiparable al que atrae Estados Unidos del resto del mundo y muy superior al de China. Ahora bien, la cuestión es ¿qué tiene Luxemburgo para movilizar semejante magnitud de inversión internacional?

Alrededor de 40 billones de dólares (35,9 billones de euros), según datos de la OCDE y el FMI, se mueven por el mundo en inversión directa extranjera (IDE), un motor de integración económica internacional que favorece el crecimiento, la creación de empleo y que permite aumentar la productividad a través de transferencias de capital, conocimiento y tecnología. Ello explica que muchos países diseñen políticas para atraer el mayor volumen posible de dichos flujos, aunque no todos tienen esos fines. De hecho, la IDE se define como inversiones financieras transfronterizas entre empresas que pertenecen a un mismo grupo multinacional, y –aquí viene el dato sorprendente– muchas de ellas son empresas fantasmas que carecen de actividad y actúan como simples entidades pantalla. Más bien desarrollan actividades de sociedades de cartera, como financiación intragrupo o de gestión de activos intangibles con el objetivo de optimizar la factura fiscal.

Según un reciente trabajo del FMI y de la Universidad de Copenhague, esta “labor de ingeniería financiera y fiscal desdibuja las estadísticas tradicionales de la IDE y hace muy difícil comprender la integración económica real”. El trabajo subraya también que la gran mayoría de estos flujos de inversión fantasmas se encuentra en paraísos o espacios de reducida fiscalidad bien conocidos. Concretamente, Luxemburgo y Países Bajos concentran casi la mitad y si se añaden otras plazas como Hong Kong, las Islas Vírgenes británicas, Bermudas, Singapur, Islas Caimán, Suiza, Irlanda y Mauricio, se supera el 85% del total de la IDE fantasma mundial.

Algunos de estos países y territorios intentan atraer los flujos fantasmas –aun sabiendo que apenas van a contribuir a crear riqueza– con ventajas fiscales, incluso con una tributación nula. A cambio impulsan la oferta de servicios profesionales locales: asesoramiento legal, fiscal, contable, servicios financieros, etc. Para algunos paraísos su principal fuente de ingresos, junto con el turismo, son las tarifas que pagan las entidades fantasmas por registrarse.

De estas prácticas se deduce que por lo general cuantiosas inversiones en firmas pantalla establecidas en el extranjero indicarían que tanto las empresas matriz como las filiales están tratando de evitar el pago de impuestos, ya sea a la economía anfitriona o a la de origen.

Doble irlandés

En Irlanda, el impuesto de Sociedades se ha reducido sustancialmente, desde el 50% en la década de 1980 al 12,5% actual. Además, algunas empresas globales aprovechan las lagunas en la legislación irlandesa mediante el uso de técnicas innovadoras de ingeniería fiscal con apodos creativos como ‘doble irlandés con un sándwich holandés’, que significa la transferencia de beneficios entre filiales en Irlanda y Países Bajos con paraísos fiscales en el Caribe como destino final típico. Estas tácticas logran tipos impositivos aún más bajos o incluso la elusión fiscal. A pesar de la menor fiscalidad, la recaudación por el impuesto de sociedades en relación con el PIB ha crecido en Irlanda debido al aumento de las entradas masivas de inversión extranjera. Para los autores del estudio esta estrategia puede ser útil para Irlanda, “pero erosiona las bases impositivas de otras economías”. El impuesto de sociedades promedio a nivel global se ha reducido desde el 40% en 1990 a alrededor del 25% en 2017.

A nivel mundial, se calcula que el volumen de IDE considerada fantasma alcanza la sorprendente cifra de 15 billones de dólares (13,5 billones de euros), o el PIB conjunto de China y Alemania. Y aunque se reparta en gran medida entre unos pocos paraísos fiscales, prácticamente todas las economías (avanzadas y emergentes) participan de este entramado.

El informe del FMI y la Universidad de Copenhague puntualiza que la mayoría de las empresas invierten activamente en entidades pantalla domiciliadas en el exterior y reciben sustanciales retornos absolutos de ellas, con promedios que exceden el 25% de la IDE total. “Las inversiones en empresas pantalla en el exterior podrían indicar que las multinacionales que las controlan se dedican a la evasión fiscal. Del mismo modo, las inversiones recibidas de empresas fantasmas extranjeras sugieren que sus matrices tratan de evitar pagar impuestos en la economía anfitriona”, señalan los autores, que añaden que el grado de exposición de una economía a la IED fantasma se explicaría por el tipo de gravamen que aplica en su impuesto de sociedades.