Optimista digital declarado, donde otros ven amenazas Javier Rodríguez Zapatero vislumbra grandes oportunidades en la revolución tecnológica en la que nos vemos envueltos. Eso sí, siempre que los profesionales se preparen adecuadaente y acepten que nos encontramos en un nuevo escenario en el que el aprendizaje debe ser continuo.
Una de las máximas de ISDI es que no atravesamos una época de cambios, sino un cambio de época. ¿En qué momento de la transición nos hallamos?
Estamos en transición constante. En un momento en el que lo único constante que hay es el cambio, con lo cual es muy difícil definir un momento en un marco de referencia cuando en el fondo todo cambia. Tenemos que adaptarnos a vivir en constante cambio.
ISDI lucha contra la brecha digital a través de la formación. ¿Qué transformación ve en los alumnos desde que entran hasta que salen?
Es apasionante. Una de las cosas que más me gustan de ISDI es precisamente poder ver que los 800 alumnos que pasan por nuestras aulas reconectan sus neuronas y su mente con su corazón. El mayor cambio que veo es gente que entra con un nivel de miedo a lo desconocido y salen con ausencia de él, lo que les permite abordar nuevos proyectos que antes ni siquiera eran conscientes que podían afrontar, y eso les permite trabajar o emprender.
¿Sigue existiendo en la sociedad el miedo a la tecnología?
Es constante, porque es el miedo a lo desconocido. Todo lo que el ser humano desconoce genera una reacción de defensión ante aquello que no se domina, que genera miedo y el miedo genera parálisis. Una de nuestras máximas es, precisamente, eliminar estas parálisis ayudando a la gente a que entienda que la tecnología es un aliado, no una amenaza. A medida que se entienda que la tecnología te ayuda como persona, a tu empresa y a la sociedad, esa parálisis se convierte en movimiento activo.
¿Y cuál es el motivo por el que no avanza más rápido la digitalización?
Porque aún no hay suficiente conocimiento, formación y aceptación por parte de la sociedad. Primero la sociedad civil, que no la entiende, y segundo la propia clase política que es un reflejo de esta. La sociedad civil no le está pidiendo a la clase política que incluya procesos de digitalización agresivos y disruptivos en sus propios programas.
¿En qué tienen que mejorar las escuelas de enseñanza obligatoria para preparar a los alumnos en el contexto actual?
La enseñanza pública obligatoria necesita un cambio de paradigma. Es decir, venimos de un modelo educativo muy lineal, basado en la Revolución Industrial, en la Ilustración, en el que con cierta edad tienes que conocer ciertas cosas. En un mundo en el que el 70% de los trabajos del día de mañana no los conocemos hoy, el sistema educativo tiene que estar pensado para que el individuo sea capaz de aprender constantemente. La educación pública tiene que preparar las mentes de los chicos para que sean tan creativos y adaptables como a los 6 años, y ahora lo que hacemos es cercenarles la creatividad y obligarles a aprender ciertas cosas en cierto momento. Los itinerarios formativos tienen que ser mucho más individualizados, flexibles y adaptables. El profesor tiene que jugar un rol más de tutor y de acompañante que de conferenciante y eso implica un cambio en el modelo educativo que está muy lejos de lo que tenemos.
¿Cuál es el papel de ISDI en el apoyo al emprendimiento y la creación de empleo?
Nuestra ilusión es que la sociedad sea más justa y más preparada, y una sociedad digitalizada lo es. Genera más productividad y más valor, y nuestro papel es formar a personas y organizaciones para que sean capaces de llevar a cabo las transformaciones necesarias tanto a nivel individual como corporativo en una sociedad digital. Es una labor que llevamos haciendo diez años, y que aún ha sido pequeña comparada con lo que queremos hacer en el futuro.
¿Cómo influye cada parte de su ecosistema en la sociedad?
Empezamos siendo una escuela con un máster; hoy tenemos más de 15 programas. Comenzamos con el negocio digital pero nos fuimos a la analítica de datos, luego al mundo del marketing. Empezamos por España y luego nos fuimos a México y EE UU, y acabamos de abrir en París. Nuestra huella empezó siendo muy pequeñita pero hoy pasan más de 4.000 alumnos por aquí.
Nuestro ecosistema ataca diferentes ámbitos que ayudan a la sociedad a mejorar. Tenemos la formación, que es nuestro eje neurálgico para el negocio. Pero el ecosistema va mucho más allá, y pasa también por tener una aceleradora que ayuda tanto a alumnos que quieren emprender como a empresas que están convirtiéndose en startups a que tengan éxito. Hemos acelerado a más de 200 empresas y hemos visto a mas de 10.000 con posibilidad de ser aceleradas; hemos canalizado más de 25 millones de euros de inversión hacia ellas; somos conscientes de que la sociedad digitalmente preparada hoy es aquella que tiene potencial económico para prepararse, por eso creamos una fundación desde el principio para que no solo los que pudieran económicamente se formasen, sino que aquellas clases más desfavorecidas tampoco perdieran el tren de la digitalización.
Eso nos ha llevado a trabajar primero con ONG para ayudarles a que sean capaces de llevar sus proyectos a través del mundo digital allí donde estén. Estamos ayudando a niños que no pueden acceder a una educación en programación y en codificación, a refugiados a que accedan a contenido y educación a través de formación online, y a desempleados, que es el colectivo que más nos preocupa, ya que pueden entrar en un círculo vicioso en el que nunca encuentren trabajo si no se preparan para ello.
¿Cómo se convence al ciudadano de que la tecnología atañe al conjunto de la sociedad?
La mejor manera es hacer que lo pruebe. Al final, la tecnología no es nada si no tiene una aplicación social o empresarial. Lo que hacemos es traducir la tecnología a un mundo amigable y entendible. Enseñar que cuando empiezas a utilizar herramientas colaborativas ganas tiempo, que cuando utilizas los nuevos sistemas de gestión ágil ayudas a que tu organización sea más rápida y más eficiente; poco a poco quitar el miedo facilitándoles que la utilicen.
¿En España es favorable el marco regulatorio para la digitalización de las empresas?
Hoy por hoy no. Yo creo que la digitalización es por definición global. Es decir, internet surge con una vocación de llegar a todo el mundo, y hoy los marcos regulatorios son locales, muy locales. Una empresa que surja en Madrid o Barcelona como startup, si quiere acceder a un mercado europeo –que es el más cercano que consideramos único–, necesita pasar una media de 170 piezas de regulación distintas. Eso es inmanejable en una economía que por definición empieza a ser cada vez más global, con lo que el tema no es español: es europeo. Y Europa debería tener una legislación que nos llevase a un mercado digital único que no existe, porque ahora está híper fragmentado.
¿Cómo calificaría la situación digital de las compañías españolas?
De 1 a 10, están en 4. Pero las grandes corporaciones están empezando a hacer los deberes en estos tres últimos años; los altos directivos están entendiendo que la digitalización es prioritaria. Pero las pymes están muy retrasadas.
¿Existe un impulso común para alcanzar un nivel adecuado en este sentido?
No existe, y no se trata de echar la culpa a los políticos porque al final trabajan en programas que son los que dan más votos, y los votos responden a lo que más preocupa a la sociedad. Podemos hablar de política entendiéndola como la manera en la que se distribuyen los recursos para la sociedad, pero si no hay recursos que distribuir en el futuro poca política vamos a poder hacer. Esa es parte de mi labor como evangelista de todo esto: sentarme con políticos y decirles lo importantísimo que es que exista un plan digital en España, y cuáles son los pilares que se deben tocar para que este país esté preparado. El primero es la educación. Es decir, no va a haber un cambio en la digitalización si no tenemos a la gente preparada para adaptarse al cambio. Luego hay que fomentar una ley de emprendimiento que permita que las empresas que surjan aquí tengan las mismas posibilidades que las de Estados Unidos. Hay que trabajar en un marco, en una armonización legal y regulatoria en muchos aspectos, desde el fiscal –desde el IVA hasta impuestos para las startups– pero también tenemos que hablar de propiedad intelectual, de privacidad… son todas legislaciones que afectan al desarrollo de la digitalización, y cada comunidad autónoma tiene la suya, y cada país en Europa también. Eso ya sería un impulso inicial brutal hacia un país más digitalizado. Es un tema más de actitud que de comprensión de tecnología.
¿Tiene posibilidades de sobrevivir una empresa que no apueste por lo digital?
No, no rotundo. Sin matices.
¿A qué retos nos enfrentaremos?
Tenemos muchos. El desafío que tenemos es de actitud, de asumir que el mundo se mueve muy rápido y se distribuye de manera desigual, y éxitos pasados no garantizan éxitos futuros, aunque ayuden. Este cambio de mentalidad que necesita Europa es brutal, porque la pirámide poblacional que tenemos es vieja y necesita rejuvenecerse mentalmente para ser más flexible, abierta, permeable, y dejarle a sus hijos y nietos una Europa que también pueda triunfar. Y en eso no soy optimista.
¿Es cierto que la IA y la robótica eliminarán muchos puestos de trabajo?
Si miramos al pasado podemos ver que ha habido ya tres revoluciones industriales que han cambiado la configuración de la sociedad. Llevaron a la gente del campo a las ciudades, y de pronto surge un fenómeno que es el de la ciudad alrededor de las fábricas y de procesos productivos provocados por invenciones tecnológicas –que empezó con el vapor de agua, luego la combustión y luego la electricidad como coste variable asumible por cualquier fábrica–. Esto trajo consigo conceptos como marxismo y capitalismo, que surgen como respuesta a problemas sociales que aparecen tras una revolución tecnológica. Hoy estamos inmersos en la más fuerte, rápida y potente de la historia. ¿Qué significa eso? Que sí, va a haber sustitución, pero no de empleo sino de tareas. Es decir, no es necesariamente malo. Si miramos lo que ha pasado tras las revoluciones industriales hoy estamos mucho mejor que hace 100 años, y tenemos una sociedad distinta que ha sido capaz de adaptarse. Yo, como optimista digital, creo que va a haber sustitución de tareas, pero tenemos que dejar espacio abierto para que el ser humano desarrolle otro tipo de labores que añadan aún más valor al conjunto de la sociedad. Y van a estar relacionadas con la humanización de los procesos, la creatividad, la flexibilidad; cosas que no van a poder hacer las máquinas. En una economía cada vez más de servicios esto va a tener cabida. Pero hay que ser consciente de ello. Lo que no podemos hacer es resistirnos y mantener estructuras anquilosadas en principios o mediados del s. XX.
¿Qué perfiles profesionales surgirán?
Vamos a necesitar, y de hecho ya necesitamos, muchos relacionados con el entendimiento de la tecnología, para que esta se utilice en favor del ser humano. Salesforce estima que se van a crear 3,3 millones de puestos de trabajo relacionados con la Nube. La Comisión Europea estima que hay un déficit de dos millones de puestos de trabajo relacionados con la utilización de la tecnología para el mundo de la empresa.
Esos son puestos que están surgiendo y que hoy no tienen respuesta. Son perfiles en áreas de marketing digital, análisis de datos y comportamiento. También se necesitan perfiles más polifacéticos, renacentistas, gente que sea capaz de poner en relación todo tipo de materias. Porque la tecnología es una, pero los ámbitos a los que toca son muchos, y hay que saber cómo relacionar unos con otros. Van a ir surgiendo puestos de trabajo, y más que cuáles hay que apuntar a cómo nos preparamos como sociedad para ser capaces de trabajar en un área determinada y en otra distinta cuatro años después.
Te defines como optimista digital…
Radical.
¿Puede tener España un papel importante en el futuro digital?
Sin duda. Tenemos muchas cosas buenas, y una de ellas es que somos una sociedad flexible y creativa. Tenemos rasgos europeos que nos hacen más germánicos en la manera de trabajar si nos comparamos con Latinoamérica, pero tenemos la capacidad de reaccionar y adaptarnos. Somos seres empáticos, algo muy importante en el futuro. Eso sí: nos tenemos que preparar. Tenemos que estar preparados para seguir aprendiendo toda nuestra vida. Esto ya no es como antes.
¿Qué ha supuesto ISDI para usted?
He sido ejecutivo durante 26 años en multinacionales y he intentado hacer mucho por mi entorno, y encuentro en ISDI un proyecto que sacia todos mis anhelos, en el que cada persona que pasa por aquí pierde el miedo ante un mundo tecnológicamente hostil y empieza a desarrollar productividad emocional positiva que traslada a la sociedad. Para mí ha supuesto levantarme contento todos los días. No necesito mucho para vivir, tengo todo lo que necesito. Lo que ahora me hace feliz es poder ayudar a aquellos que no lo tienen en el ámbito digital, para que también den ese paso, y eso me lo ofrece ISDI al 100%.