A principios de año, la firma FamilyTreeDNA anunciaba su colaboración con el FBI para resolver crímenes. La agencia de investigación estadounidense había solicitado el estudio de la base de datos de la empresa para identificar a víctimas o culpables en casos especialmente violentos. Su fundador, el experto en genealogía Bennett Greenspan, encontró la fórmula para colaborar sin violar los derechos de sus clientes.

El FBI podría acceder a la información de los consumidores con el mismo grado de detalle que los trabajadores de la empresa. Podían estudiar los datos agregados, pero sin vincularlos a cada uno de los consumidores. De esta forma, protegían la privacidad y confidencialidad de los datos.

Si los investigadores querían un análisis en más detalle, tendrían que obtener una orden judicial. No es la primera vez que la agencia estadounidense, que tiene su propio repositorio con el ADN de sospechosos y criminales, recurre a esta estrategia. El año pasado utilizó la base de datos de otra empresa de test genéticos, esta vez GEDmatch, para identificar a Joseph James DeAngelo como el popular Asesino de Golden State. DeAngelo no se había realizado ningún test, pero los investigadores pudieron rastrearlo a través de parientes lejanos.

Estas compañías anonimizan la información que guardan, de manera que es posible tener acceso a la huella genética de una persona sin conocer su identidad. Sin embargo, como pone de manifiesto el caso de DeAngelo, “siempre existe el riesgo de que una persona pueda ser identificada a través de esos datos”, ha advertido a The New York Times James Hazel, experto en privacidad genética de la Universidad de Vanderbilt (EE UU). Sobre todo, si existen varios conjuntos de datos masivos relacionados con las mismas personas.