Uno de los principales motivos es que allí el coste de producción de la energía ha caído alrededor de un 20% desde 2010. La experiencia de estas empresas es el reverso de la de las grandes petroleras, muchas de las cuales han tenido que reducir o suspender sus proyectos en aguas profundas, porque los costes eran altísimos en comparación con la rentabilidad.
Por el momento, la capacidad instalada de la eólica marina sólo representa el 3% de la capacidad instalada de la energía eólica en su conjunto, pero todo parece indicar que cada vez representará una proporción mayor.
Iberdrola, por ejemplo, tiene operativas ahora dos instalaciones de este tipo y prepara cuatro más que le permitirán generar aproximadamente 7.200 megavatios (MW) en aguas del mar del Norte, el Báltico, Francia y la costa este de Estados Unidos. Las dos instalaciones que ya ha desarrollado son el parque de West of Duddon Sands, abierto en 2014 en el Mar del Norte, y el parque Wikinger, en aguas alemanas del mar Báltico y en funcionamiento desde diciembre de 2017.
Entre las nuevas instalaciones destaca el parque eólico marino que va a levantar en las aguas de Massachusetts, con una capacidad de 800 MW. A esta adjudicación se suma la lograda en Alemania en el mes de abril, que supondrá la construcción de dos nuevos parques en aguas del Báltico, con una potencia conjunta de 486 MW: Baltic Eagle y Wikinger Süd. Iberdrola también cerró un acuerdo con el Gobierno francés para el desarrollo del parque de Saint-Brieuc, frente a la costa de Bretaña, con una potencia de 496 MW.