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El ‘blockchain’ se cuela en el carro de la compra

Los clientes son cada vez más exigentes y comprometidos y demandan información extra que les permita confiar en los productos que comen. Porque, ¿ha sido el viaje de la granja a su mesa el más adecuado? La respuesta se busca estos días en el conocido sistema Blockchain –en el que se establecen las monedas virtuales como el bitcoin–.

Basado en la cadena de bloques, ostenta el potencial de transformar la industria alimentaria en toda la cadena de suministro. Las posibilidades de conectar directamente a productores, procesadores, distribuidores y proveedores ofrecerá una visión compartida e inmutable de su historial de transacciones. Los defensores de su implantación respaldan la reducción de costes, de fraudes alimentarios y de riesgos de contaminación alimentaria en el futuro, los menos optimistas creen que su implantación aún está lejos.

De Brasil a tu mesa

Los estudios históricos de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, evidencian que los gobernantes del pasado ya se ocuparon de proteger a los consumidores frente a prácticas deshonestas y fraudulentas en el comercio de alimentos. Por ejemplo, en la antigua Atenas, se realizaban inspecciones para determinar la pureza y el buen estado de la cerveza y el vino, y los romanos tenían un sistema estatal bien organizado para proteger a los consumidores contra fraudes o productos de mala calidad. Hoy, con un proceso productivo globalizado, los riesgos son aún mayores. Pese a que la globalización en la producción y el comercio de ciertos alimentos ofrece grandes posibilidades para clientes y empresas –un menú más diverso y posibilidades de crecimiento orgánico–, conlleva una cadena de suministro cada vez más enmarañada. Y, por ello “la cada vez más creciente demanda de alimentos plantea retos en la inocuidad de lo que consumimos” sostiene la OMS.

Los productores y distribuidores deben asumir mayores responsabilidades. Estos días cualquier incidente local puede mutar velozmente en una emergencia internacional debido al exponencial alcance que la distribución de los productos ha adquirido. Los datos demuestran que en los últimos diez años se han registrado brotes de enfermedades graves transmitidas por los alimentos en todos los continentes, a menudo amplificados por la globalización del comercio.

Por ejemplo, el brote en 2011 de la bacteria E. Coli en Alemania, afectó a ocho países de Europa y de América del Norte y se saldó con 53 muertes e importantes pérdidas económicas. En aquella ocasión, además, la falta de información veraz e inmediata provocó una alerta sanitaria y el veto a los productos españoles que, posteriormente, fue levantada por la Comisión Europea en vista de que todas las analíticas de suelo, agua y hortalizas dieron negativo.

La gran incógnita en ese momento es pertinentemente trasladada a la actualidad: ¿cuánto se tardaría en encontrar la finca en la que se ha cosechado la fruta infectada que acabamos de meter en la cesta de la compra? La mayor cadena de distribución minorista del mundo, Walmart, lo comprobó en colaboración con IBM el pasado verano. En su caso, analizaron en el menor tiempo posible el origen de procedencia de los mangos vendidos en sus supermercados. En total, la compañía utilizó seis días, dieciocho horas y veintiséis minutos para rastrear el punto de partida de estas frutas frescas. Pero, seis días durante un brote de enfermedad o contaminación, es una eternidad.

Es aquí donde la tecnología blockchain puede jugar un papel fundamental. Así, mediante el uso de una cadena de bloques este gigante, que vende el 20% de todos los alimentos en EE UU, es capaz de disponer de la información en poco más que un chasquido de dedos: 2,2 segundos. “Permite a todos los participantes compartir información rápidamente y con confianza a través de una sólida red algo fundamental para garantizar que el sistema alimentario mundial siga siendo seguro para todos” manifestó el vicepresidente de seguridad alimentaria de Walmart, Frank Yiannas, tras mostrar las pruebas de este piloto inicial.

Ahora, un año después, 10 de las compañías más grandes del mundo entre las que se encuentran: Nestlé, Unilever y la propia Walmart, forman parte de Food Trust, una red en la que IBM reúne a los actores de toda la cadena de suministro de alimentos para hacer frente a los retos que pueden derivarse de la falta de transparencia. Se trata de una inmutable cadena de bloques que permitirá a los participantes intercambiar datos para mejorar la visibilidad y la rendición de cuentas durante todo el proceso.

Olga Blanco, directora de Blockchain IBM España, comenta que “algunos de los beneficios están relacionados con la reducción de la retirada de alimentos –mediante el acceso instantáneo a toda la información de su trazabilidad– lo que permite validar el origen del producto y toda su cadena de suministro. También vemos la reducción de personas afectadas por ingesta de productos en mal estado”. Y, hasta ahora, el sistema almacena datos relacionados con un millón de artículos en unas 50 categorías de alimentos.

En definitiva, buscan no limitar el intercambio de información a un ecosistema que se ciña a personas con contacto directo en el proceso, al mismo tiempo, que consiguen estandarizar referencias, formatos y fuentes en una única plataforma.

Fake news’ en la alimentación

La difusión de falsas noticias, bulos y titulares sensacionalistas entre los consumidores se ha colado entre las preocupaciones del sector agroalimentario en España que busca en las nuevas tecnologías dar un paso ganador en esta batalla. Y, el sistema blockchain o de cadena de bloques puede ser la clave para combatir en todos los eslabones del proceso.

La industria ha superado por primera vez, según la Federación Española de industrias de la Alimentación y Bebidas, la barrera de los 100.000 millones de euros en producción. Además, emplea a más de medio millón de personas de manera directa, representa el 3% del PIB y sus exportaciones sobrepasan los 30.000 millones de euros. Estados Unidos, China y Japón son solo algunos de los países que disfrutan con el aceite de oliva, el vino, el pescado, las conservas vegetales y los productos lácteos. Unos datos que reflejan la importancia de eliminar cualquier atisbo de duda que planee, en cualquier parte del mundo, sobre la calidad y la seguridad de estos productos. De hecho, el presidente de la patronal, Tomás Pascual, ya advirtió al asumir recientemente su mandato que combatir la desconfianza y los rumores iba a ser una de sus prioridades.

Los expertos recuerdan que la normativa europea exige desde hace años que los operadores de alimentos garanticen la trazabilidad de todos y cada uno de los productos que pasan por sus manos, aún así, la herramientas extraordinarias que mejoren la transparencia son bienvenidas en la industria. Se trata de un sector complejo en el que abundan tareas administrativas, procesos manuales, documentación en papel, requisitos regulatorios y auditorías. Y en el que, pese a que la trazabilidad es una obligación legal, y la información tiene que estar clara, “blockchain podría conocer la cadena completa del proceso logístico y ayudar en el control del fraude, que es una parte fundamental y donde nos jugamos mucho prestigio” asegura Aurelio del Pino, presidente de la Asociación de Cadenas Españolas de Supermercados.

Precisamente, uno de sus asociados, Carrefour, ha anunciado que completará la información que brinda a sus clientes, en los productos de sus líneas de calidad. A través de un código ‘QR’, que se incluirá en la etiqueta de los productos, el consumidor podrá acceder desde su smartphone a datos hasta ahora inexplorados. Pese a que inicialmente aplicará la tecnología en Francia, las fuentes consultadas por Forbes aseguran que ya se trabaja en expandir su uso a España.

Y no son los únicos, la introducción de la blockchain se enmarca en un proceso de transformación digital que están experimentando las empresas de distribución de base alimentaria. Felipe Medina, responsable de Cadena Agroalimentaria de la Asociación Española de Distribuidores, Autoservicios y Supermercados matiza que “esta tecnología tiene aplicaciones muy amplias y útiles. Entre otras cosas, podría servir para avanzar en la gestión de surtido en tienda, en los pagos electrónicos o en la lucha contra la pérdida de producto ocasionada tanto por hurtos como por otras causas”. De este modo las transacciones tienen que aprobarse por cada una de las partes implicadas mediante consenso, a la vez que todo queda protegido.

Y lo más importante, los clientes obtienen lo que buscan, no solo un buen producto sino más transparencia en lo que consume, cómo se ha producido, cultivado y cuáles han sido los métodos empleados. El objetivo de IBM es que se pueda consultar el camino de la granja a la mesa y que cada paso que nuestro producto se documente con fotografías, análisis o resultados de inspecciones para aportar la confianza que demandan los consumidores.

Fraudes alimentarios y contaminación

La OMS estima que cada año enferman en el mundo unos 600 millones de personas –casi uno de cada 10 habitantes– por ingerir alimentos contaminados. Lo que comemos pasa por diferentes tratamientos, lugares y manos que pueden degradar o contaminar el producto original. El contagio alimentario puede provocarse por diversas razones, una de ellas es la que se enmarca en el fraude o manipulación de productos comestibles. Un hecho que se acrecienta con los nuevos hábitos de consumo y los movimientos de la población que multiplican el número de personas que compran y comen alimentos preparados en lugares públicos.

Según la consultora PwC, la motivación para adulterar o falsificar productos con fines de lucro está creciendo y se necesita una nueva solución. Los sistemas actuales de gestión de la seguridad alimentaria no siempre están diseñados para detectar o mitigar el fraude, concluyen. Las empresas están perdiendo dinero y los clientes están perdiendo la fe. Se estima que el fraude alimentario le cuesta a la industria alimentaria mundial entre 30.000 y 40.000 millones de dólares cada año (entre 26.000 y 34.000 millones de euros). Pero, ¿cómo reducir estos riesgos?

Los expertos apuntan a la capacidad de rastreo que ofrece blockchain. Si pudiéramos ver los detalles de la granja de origen, el número de lote, los datos de procesamiento, las fechas de caducidad o los detalles de envío de forma inmediata sería más sencillo verificar el estado de lo que ingerimos. Alex Preukschat, de Blockchain España recuerda para Forbes como “en ese sentido una cadena de suministro en la que se puedan controlar e identificar todos los puntos de contacto podría ayudar a garantizar la integridad de estos alimentos”.

Hace unos meses, la Comisión Europea puso en marcha un “Observatorio y foro de la cadena de bloques”. El objetivo: no perder de vista las novedades al respecto y, al mismo tiempo, alentar a los gobiernos de la Unión Europea, a la industria y a los ciudadanos a aprovechar las oportunidades que ofrece. Cristina Carrascosa, es miembro de este observatorio y destaca que pese a que aún no se ha planteado su uso para la alimentación “porque se han priorizado otros aspectos, como la protección de datos, la tributación o blockchain en las administraciones públicas” sí que imagina un escenario en el que las autoridades lo usen para verificar alimentos: “Haría falta una blockchain privada en la que colaborasen muchísimos productores, pero no es imposible. Más aún teniendo en cuenta que juega en favor de ellos el evitar este tipo de falsificaciones”.

Esta habilidad de rastreo permite disminuir el desperdicio de comida. Los alimentos se pierden o se desperdician a lo largo de toda la cadena de suministro, desde la producción agrícola inicial hasta el consumo final en los hogares. De acuerdo con los datos que maneja la Unión Europea, se generan anualmente alrededor de 88 millones de toneladas de desperdicios de alimentos. Los costes asociados con los residuos alimentarios los cifró la UE en 2012 en143.000 millones de euros. Todos los implicados en la red alimentaria desempeñan un papel definitivo, desde agricultores, pasando por fabricantes y procesadores hasta aquellos que hacen que los alimentos estén disponibles para el consumo. Con la aplicación del blockchain “no será necesario tirar todo un camión cargado de alimentos, se podrá discriminar en lugar de prescindir de todo el lote porque se podrá saber cuál es el que está infectado”, insisten desde IBM.

Puede que el blockchain haya comenzado a respirar con la expansión de las criptomonedas como el bitcoin, pero está comenzando a revolucionar calladamente a un sector aparentemente arcaico: el mundo de la alimentación y bebidas optimizando sus procesos de gestión de datos y simplificando la cadena de suministro.