1. Agobiarte ante los problemas
No tienes seguridad en tus movimientos y te asustas ante las posibles dificultades a las que te tienes que enfrentar durante tu jornada laboral. En vez de buscar soluciones efectivas te dedicas a pensar que todo irá mal y se apodera de ti un sentimiento de negatividad que no te deja actuar correctamente.
2. Querer solucionar cuanto antes
No evalúas que puede ser lo mejor para ti, para tu empresa y para tu equipo en general. Quieres acabar cuanto antes y te decantas por llevar a cabo tu primer pensamiento, sin importar las consecuencias. Las prisas en este tipo de asuntos no te harán ningún favor. Recopila, analiza y estudia la información que tengas. Tu decisión será más contundente y estará justificada.
3. Dudar sobre tu finalidad
Un gran problema que te puede llevar a tomar una mala decisión es no tener claros cuáles son los objetivos de la empresa y cómo llegar a ellos. Las metas que te propongas alcanzar son las que harán que tus decisiones sean las acertadas. Si no crees en ellas y las defiendes, el resultado no será el esperado.
4. Dejarte influenciar por otros
Está bien que te dejes aconsejar por tus compañeros de trabajo o por tus familiares. Pueden aportarte puntos de vista que tú eres incapaz de ver. Eso sí, recuerda que la última decisión debe de ser tuya. Acepta los consejos pero no dejes que manejen tus palabras.
5. Evitar asumir tu responsabilidad
Es posible que, muchas veces, decidas tomar una dirección para evitar posibles situaciones incómodas. Si eres líder de una empresa tienes que demostrar valor para afrontar cualquier momento. Tu decisión debe basarse en tus ganas de crecer, no en los futuros fracasos que se puedan aparecer.
6. No arriesgarte nunca
Eres demasiado cauto y no das un paso hacia adelante si no tienes seguro cuáles serán los resultados. Hay veces en las que las mejores decisiones se toman cuando nos dejamos guiar por la intuición. Tu experiencia en el mundo de los negocios también puede hacer su función en este tipo de casos. Déjate llevar.