A mediados del pasado mes de junio la tecnología 5G comenzaba su andadura en España. Todavía pueden contarse con los dedos de una mano los modelos de móviles compatibles con estas nuevas redes de comunicación, pero su despliegue definitivo marcará un antes y un después en campos de la economía digital como la internet de las cosas, la conducción autónoma, la impresión 3D, la telemedicina y la robótica.
La Unión Europea (UE) ha establecido que en 2020 todos los Estados miembros deberán disponer de, al menos, una ciudad principal con tecnología 5G disponible en el mercado y la cobertura deberá ser total en 2035. Además de suponer la creación de 1,3 millones de puestos de trabajo, su implementación supondría la consolidación de un mercado único digital y un puesto asegurado para Europa en la carrera tecnológica mundial.
En este terreno, el de la innovación, los móviles y los materiales, dispositivos, infraestructuras y servicios de software asociados desempeñan un papel protagonista. En España, Vodafone, el primer operador en ofrecer 5G, lo hace utilizando los sistemas del fabricante chino Huawei para el despliegue de las redes inalámbricas de quinta generación.
Mientras que Telefónica optará por Nokia y Ericsson para la provisión de esta tecnología, cuyo despliegue comercial prevé para 2020, puede que Orange también recurra a la multinacional china. A pesar del veto que Estados Unidos anunció en mayo para Huawei –que, de consumarse, impedirá a cualquier firma del país relacionarse con la marca china salvo aprobación gubernamental–, es innegable su posición líder en la provisión de redes 5G a nivel mundial.
Más allá de sus implicaciones geopolíticas, la medida tomada por el Ejecutivo de Donald Trump, aparentemente por motivos de seguridad nacional, ha sacado a relucir la relaciones comerciales y fuertes dependencias que esconden los eslabones de la cadena global de valor de los smartphones y servicios relacionados.
El cese de las relaciones entre Huawei y firmas estadounidenses como Google, Intel o Qualcomm supondría un duro golpe para el fabricante chino, pero el veto podría también acarrear un retraso en el despliegue de las redes 5G en Europa, que ya se sitúa a la zaga con respecto a algunos países como China y Japón y Estados Unidos.
Perder proveedores de envergadura significa para cualquier tecnológica iniciar todo un proceso de transformación y búsqueda de alternativas rentables, viables y eficientes. “Desarrollar un smartphone implica trabajar con cientos de proveedores en paralelo y es imprescindible garantizar que el flujo de suministro es impecable”, explica a Forbes Iván Castro, director de servicios móviles de la empresa española BQ.
El negocio de los chips
Según la firma de análisis International Data Corporation (IDC), la estadounidense Qualcomm controlaba en 2017 cerca del 60% del mercado de los chips 4G, valorado en 15.300 millones de dólares (13.400 millones de euros). Es uno de los principales proveedores de fabricantes como la japonesa Sony, la surcoreana LG Electronics, la china Xiaomi, de la también surcoreana Samsung y de Huawei, aunque estas dos últimas producen en torno al 50% de los chips que utilizan en sus teléfonos y obtienen una fracción de ellos de otras fuentes, como la británica ARM Holdings.
La división de chips de Samsung (Samsung Electronics) suministra también para otras marcas, un negocio que le ha funcionado a las mil maravillas. En el 2017, los coreanos lograron superar a Intel y convertirse en los mayores fabricantes de semiconductores a nivel mundial, con ventas que ese año superaron los 65.000 millones de dólares (57.100 millones de euros). No obstante, la consultora de mercados IC Insights predice que, después de dominar el sector también en el 2018, el 2019 devolverá a Samsung a una segunda posición. Una bajada en el ranking global que no impedirá que se embolse más de 70.000 millones de dólares este año.
Apple, el gran competidor de Huawei y Samsung en el mercado mundial de los smartphones, sigue confiando en Intel y Qualcomm (tercero en el sector de los semiconductores para móviles) para obtener sus chips. Aunque el hecho de que trabaje con compañías estadounidenses no significa que sus relaciones sean más apacibles: los de la manzana mordida acusan a Qualcomm de llevar a cabo prácticas de negocio ilícitas. Mientras tanto, Qualcomm denuncia que los de Cupertino han violado sus patentes, una afirmación que ya le ha proporcionado victorias judiciales en China y Alemania.
La empresa fundada por Steve Jobs no es la única en señalar el abuso de poder de la compañía de semiconductores: un juzgado estadounidense la acusó el pasado mes de mayo de cobrar cantidades excesivas por las licencias y amenazar a sus clientes con cortar el suministro de no aceptar sus condiciones. Por esta razón, LG quiere renegociar sus acuerdos o no le quedará otra opción que “concluir las licencias y contratos de provisión de chips”, según han declarado ante los tribunales.
LG es el tercer vendedor de smarphones en el mercado estadounidense, por detrás de Apple y Samsung. La firma surcoreana lanzó en mayo su primer modelo 5G con chip de Qualcomm en EE UU y Corea. “Si LG Electronics no consigue renovar su contrato con Qualcomm, es muy probable que no pueda fabricar ningún teléfono, puesto que no produce sus propios chips”, ha pronosticado el analista de BNK Securities Park Sung-Soon.
Pantallas y componentes asiáticos
BQ trabaja tanto con Samsung como con Sony y LG. “Para cada dispositivo elegimos a los suministradores que mejor cumplen los requisitos de ese modelo (por ejemplo, por sus especificaciones técnicas), aunque en el caso del sistema en chip usamos exclusivamente Qualcomm desde nuestra segunda generación de móviles”, señala Castro.
Contar con suministro propio, tanto de semiconductores como de otros componentes, es una de las pocas condiciones que permiten cortar algunos de los hilos de dependencia que unen a los actores que conforman la cadena de valor global de los smartphones. Además, potenciar líneas de negocio alternativas aumenta las posibilidades de desmarcarse de los competidores. O, al menos, de seguir en el mercado. Un buen ejemplo es Sony, que se ha hecho un hueco en el sector de los sensores, concretamente los que acompañan a las cámaras, gracias a la demanda de grandes compañías como Apple.
Por su parte, “el secreto del éxito de la división de teléfonos de Samsung es su enorme actividad en la fabricación de chips y de otros componentes principales, como las pantallas planas”, asegura Boy Lüethje, investigador experto en la industria tecnológica de la Universidad Sun Yat-sen (China). La mayoría de las pantallas de tabletas, portátiles y teléfonos móviles se fabrican en Asia. En 2012, Samsung escindió su división dedicada a estos dispositivos para constituir una nueva empresa: Samsung Display, cuyas instalaciones producen tecnologías LCD, OLED y AMOLED. En el 2018, la firma coreana llegó a controlar el 97% del mercado de estas últimas.
Aunque el pedazo de pastel de LG es mucho más pequeño, también lleva años en el terreno de las pantallas OLED. Junto con Samsung, proporciona estos componentes de los smartphones a Apple, que no fabrica ningún tipo de repuestos. La pantalla del iPhone X es fabricada por Samsung y la empresa de Cupertino tiene la intención de migrar todos los iPhone de este año a una pantalla OLED, aunque esto último dependerá de si cuenta con el suficiente número de proveedores para fabricarlas.
¿Es obligatorio, entonces, trasladar parte de la cadena de producción a Asia? Castro lo tiene claro: “En este momento no es posible fabricar smartphones en Europa”. El polo de producción y montaje de la industria tecnológica está formado por países como China, Taiwán, Corea, India y Japón, donde se concentran las instalaciones de grandes compañías subcontratistas como Foxconn, Flextronics, Compal, Pegatron o Quanta, que fabrican los componentes y ensamblan los móviles de la mayoría de las marcas, incluidas Apple y Samsung.
En el viejo continente no existe un ecosistema de proveedores de componentes. “Aunque pudiéramos importar los componentes y ensamblarlos aquí, el riesgo sería enorme. En el sector tecnológico es vital fabricar cerca del suministrador para que éste pueda desplazarse rápidamente a la línea de producción en caso de incidencia y ésta no quede parada”, aclara el responsable de BQ.
¿Hay vida más allá de Android?
Según datos de IDC, los dispositivos Android representan el 86,7% del mercado global de los teléfonos inteligentes, frente al 13,3% del sistema operativo iOS, exclusivo de Apple. “A día de hoy no hay un ecosistema comparable con el de Android (excepto iOS) ni para los usuarios ni para los fabricantes”, sostiene Castro. “A las empresas del sector de los smartphones, Android nos ha permitido centrarnos en crear el mejor hardware posible sin tener que invertir también recursos en desarrollar un software propio desde cero”, añade.
Después de que EE UU haya incluido a Huawei en la Entity List, una especie de lista negra de entes extranjeros vetados, una de las principales preocupaciones, tanto para la empresa china como para sus clientes, es precisamente el sistema operativo y todo el software asociado.
Google anunció que, de cumplirse finalmente la medida –cuyo desenlace conoceremos en agosto, tras la prórroga concedida por la Casa Blanca–, dejaría de proveer actualizaciones de su sistema operativo Android a los móviles actuales de la firma asiática y los futuros modelos no podrían tener su sistema operativo ni, por ende, las aplicaciones de Google (como Google Maps, Gmail o YouTube) ni otras desarrolladas para su tienda Google Play Store.
Aunque ha prometido que las actualizaciones continuarán en los teléfonos ya en el mercado y existen posibilidades de un acuerdo comercial entre EE UU y China, desarrollar su propio sistema operativo y todo un ecosistema compatible con las aplicaciones de Android se ha convertido en una prioridad para Huawei. Un reto que parece haber conseguido: la firma ha registrado en diversos países la patente de HongMeng (ArkOS, en Occidente), que podría ser su nuevo sistema operativo, en cuyo diseño lleva inmersa desde 2012 y que podría lanzarse a finales de este mismo año en el mercado chino. No obstante, el fabricante no tuvo que partir de cero. Una parte del código fuente de Android está disponible bajo licencia libre –no es necesario firmar ninguna licencia con Google para utilizarlo– en lo que se denomina el Android Open Source Project. Estas piezas, accesibles para todo el que desee usarlas, sirven de base para la construcción de sistemas operativos alternativos como el de Amazon (Fire OS) y el que Xiaomi emplea en el mercado chino.
Para Francisco Jerónimo, vicepresidente asociado del área de dispositivos de IDC, se trata de una nueva tendencia que muy probablemente seguirán el resto de grandes fabricantes chinos. “Van a empezar a desarrollar sus propios ecosistemas de aplicaciones para depender menos de compañías como Google”, vaticina Jerónimo. “Si una sola decisión política de Estados Unidos puede provocar tal impacto en una marca, el resto de firmas va a seguir el mismo camino en los próximos años”, añade.
Los fabricantes chinos son responsables del 50% de las ventas de móviles a nivel mundial. Que todos empleasen un nuevo sistema operativo en sus teléfonos inteligentes sería una razón de peso para que los desarrolladores de aplicaciones migraran sus apps a este ecosistema. Tal movimiento “pondría mucha presión sobre Google, porque solo podría trabajar con unas pocas marcas como Samsung. Entonces, dependería tanto de Samsung como Samsung dependería de Google, creándose una relación muy peligrosa para ambos”, subraya Jerónimo.
El desarrollo de software propio o su compra a empresas alternativas, una tendencia extensible a los semiconductores (Huawei ya está fabricando sus propios chips) y otros componentes como las pantallas, provocaría una transformación de la cadena de valor y del mercado global de los smartphones en los próximos años. “China es hoy una parte importante de la cadena, sobre todo en términos de fabricación y montaje. Esto puede cambiar en el futuro: si desarrolla su propia tecnología, dejará de depender de proveedores estadounidenses”, indica el responsable de IDC.
De continuar la guerra comercial, Europa vería un aumento del precio de los teléfonos y un retraso en el despliegue de las redes 5G. “No veo que los países europeos estén interesados en prohibir a Huawei, saben que saldrán perjudicados en términos de redes, dispositivos y financiación, pues China es una gran inversora”, argumenta Jerónimo .