¿Usted que cree?” Así contestaba el presidente de BBVA, Francisco González, a la pregunta de un periodista que le inquiría sobre una posible jubilación en 2014, cuando cumple 70 años. Pocas veces una pregunta llevó implícita una afirmación más contundente: por supuesto que FG seguirá al frente del segundo banco español. No es una excepción, ni una sorpresa, porque los presidentes del Ibex sólo se marchan por que la salud no da más de sí o, de forma muy, muy excepcional, porque son despedidos del cargo.
Las cifras no pueden ser más elocuentes. Dieciséis de los 35 presidentes de las empresas del Ibex 35 tienen al menos 65 años, y de esa cifra la mitad han cumplido ya los 70 años que a la vista de la edad de Juan Miguel Villar Mir (83), José Lladó (80), Emilio Botín (79) o Salvador Gabarró (79) al presidente de BBVA le deben parecer una minucia. Pero sólo por comparación porque, de un plumazo, la abdicación de Juan Carlos I a los 76 años de edad ha puesto los focos sobre toda una generación de políticos, sindicalistas, magistrados y empresarios que llevan varias generaciones en la primera línea de combate. De pronto, cobra nitidez una foto cargada de ¿Renovación?
La gerontocracia del Ibex se hace más fuerte Dieciséis de los 35 presidentes de las empresas del Ibex 35 tienen al menos 65 años, y de esa cifra la mitad han cumplido ya los 70 años. surcos que en el caso de la del índice de los grandes transatlánticos españoles revela que de los 16 directivos que han superado los 65 años, sólo tres llevan menos de una década en el cargo. ¿Ha llegado el momento de la renovación generacional al frente de las grandes empresas españolas? ¿Se puede permitir el país que una nueva hornada de gestores brillantes siga en el ostracismo? ¿Cuánto talento están dejando escapar las compañías de cabecera españolas de ejecutivos de primer nivel que se marchan o se marchitan en puestos intermedios hartos de tapones? ¿Hasta qué punto es una edad avanzada un impedimento para gestionar con eficacia una compañía? La primera reflexión es que más allá del movimiento volcánico que en cuestión de semanas ha hecho saltar los resortes de la Monarquía y que va a provocar un relevo generacional sin precedentes en el segundo partido político del país, se puede afirmar que nuestros empresarios de cabecera no se han dado por aludidos.
Ni ahora ni en los momentos más duros de la crisis se ha producido un solo movimiento en esa dirección. No se conoce reflexión alguna de ningún gran jefe del Ibex sobre la necesidad de mover el banquillo, no hay –con algunas excepciones de tanto éxito como la cesión de la presidencia de Inditex a Pablo Isla, que ha pilotado el ascenso definitivo al olimpo bursátil de un grupo valorado en bolsa en 70.000 millones de euros, hoy sólo por debajo de Banco Santander- una sola entrega del testigo al alumno aventajado. Por el contrario, las cúpulas del Ibex se han encargado durante la crisis de tejer unas enormes redes de seguridad alrededor del cargo. No se van, haciendo bueno aquel “después de mi, el diluvio”, que se atribuye al rey de Francia, Luis XV.
“Es un tema cultural. A nivel global, en España no hay una práctica consistente para determinar planes de sucesión de presidentes y consejeros delegados. En España, la más alta dirección se va cuando la salud falla. Y cuando ese momento llega, se suele contratar fuera de la organización”, explica Loreto González. La socia directora de la firma de búsqueda de directivos Korn Ferry asegura que las empresas de más éxito a nivel mundial son las que sí cuentan con planes concretos para articular el relevo en las cúpulas.
Más que dispositivos de sucesión, los presidentes de las mayores compañías españolas se han dedicado en los últimos años a blindar bien sus cargos. Emilio Botín, que este mes de julio cumple 54 años ininterrumpidos en el consejo de Banco Santander, hace mucho que dejó las cosas atadas y bien atadas. En 2002 eliminó la edad de jubilación del presidente, que estaba cifrada en 72 años. Y hace apenas unos pocos meses, en la presentación de los resultados del banco en 2013, contestó a quien le interrogó sobre qué hará a un paso de los 80 años que “no siga, esto lo preguntan todos los años y mientras tenga el apoyo del consejo y los accionistas voy a estar todo el tiempo que haga falta y, además, me divierte muchísimo”. Y para rematar la faena, aseguró que “cada día tengo menos trabajo y el que tengo lo hago mejor”, en un elogio directo a su consejero delegado Javier Marín, el hombre que en abril del año pasado llegó al cargo por la salida forzada de otro ilustre veterano como Alfredo Sáenz ( a los 70 años).
Botín abrió el camino
Acostumbrado a ser siempre el primero, Botín abrió el camino que luego seguirían algunos de sus más ilustres colegas. Poco importa que a diferencia del primer banquero del país, algunos de ellos fueran nombrados tras la llegada al poder de José María Aznar. El presidente de Telefónica, César Alierta (69) suprimió de un plumazo el límite de 65 años para ser el máximo ejecutivo de la operadora en 2007, mientras que el otro hombre de los mercados que daba el salto a la gran empresa, Francisco González, hacía lo propio en BBVA elevando el tope máximo hasta los 70. En 2011, volvió a subir el listón hasta los 75 años. Es lo que podríamos denominar como un traje a medida.
Las cifras cantan, y dicen que la media de edad de los presidentes de las empresas del Ibex crece y crece. Cuando en enero de 2013 entró en vigor la reforma de las pensiones que eleva de forma progresiva la edad de jubilación hasta los 67 años había 14 presidentes –hoy hay los 16 mencionados- que superaban los 65 años. De aquella lista, sólo hay dos bajas. Uno es Baldomero Falcones, que salió de Fomento de Construcciones y Contratas (FCC) en plena crisis de una compañía que hoy negocia con el multimillonario George Soros para salvar el match ball de una deuda multimillonaria. El segundo es Rafael Naranjo, que por motivos de salud dejó la presidencia de Acerinox el pasado mes de abril. Fallecería un mes más tarde. En su lugar llegó Rafael Miranda. El ex consejero de Endesa apenas ha rejuvenecido la edad media del Ibex. Tiene 65 años. Las grandes cifras de las presidencias de los grandes transatlánticos españoles se trasladan también al conjunto de los consejos de administración. ¿Cómo comparan los números de lo que algunos denominan como gerontocracia empresarial española con los de otros países de nuestro entorno?
Según un informe de la empresa de cazatalentos Heidrick&Struggles, la edad media de los miembros de los consejos de administración de las empresas del Ibex 35 es de 61,2 años, tres años justos por encima de la de Europa. Sólo Suiza e Italia superan también la media de los 60 años, mientras que los consejeros de las empresas de las dos locomotoras económicas de la zona euro, Alemania y Francia, se sitúan en los 57 y 59,7 años, respectivamente. Qué significan estas cifras? Que casi un 40% de los consejeros españoles tienen entre 61 y 70 años, frente al algo menos del 34% de la media europea. Y alrededor de un 15% ha superado los 70 años, el doble que en el conjunto del Viejo Continente. “Los consejos son cerrados, normalmente no conocen lo que hay por debajo en la organización.
Falta diversidad de género, cultural, de pensamiento…”, explica Loreto González, que cree que hay un afán de perpetuación en el cargo que no se produce en otros países. En esta dirección, el informe de Heidrick&Struggles dice que no hay consejeros –da igual la modalidad- más longevos en sus puestos que los españoles: 8,6 años.
El informe anual de gobierno corporativo de las compañías del Ibex 35 en 2012 que elabora la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV) hace una foto fija muy útil para verificar hasta qué punto se hace fuerte la gerontocracia en las mayores empresas españolas. Lo estatutos y reglamentos de once empresas del Ibex –casi la tercera parte- tenían fijado un límite de edad para sus consejeros que, en promedio, se sitúa en los 71 años. Y, lo que es aún más llamativo, apenas una decena de las compañías del Ibex establece límites de edad para los componentes de su consejo de administración… incluidos en algunos casos los consejeros independientes. Un peso pesado como BBVA ha eliminado el límite máximo de doce años que existía para considerar independiente a un consejero.