Empresas

Todo queda en familia

Hemos quedado con Mario Casas en las Cuatro Torres. Desde la planta 34 del edificio Torre de Cristal las vistas son impresionantes. Es el decorado ideal para entrevistar al joven actor gallego (La Coruña, 12 de junio de 1986), que protagoniza Instinto, la nueva serie que se emite a partir del 10 de mayo en Movistar+, en la que interpreta a un empresario de éxito dentro del complejo sector tecnológico, en el que, curiosamente, Casas no descarta invertir dinero en serio. “Quizá en aplicaciones móviles”, afirmará en un momento concreto de esta larga entrevista.

Mario está ojeando el número anterior de Forbes, el que tiene a Ferran Adrià en su portada. No, no es un lector habitual, pero la conoce. “La he leído en ocasiones –reconoce–, sobre todo cuando estaba preparando mi personaje, Adrián Doria, en Contratiempo, la película de Oriol Paulo. Mi personaje era un empresario muy conocido en España que había sido portada de la revista Forbes, en la que solía aparecer con frecuencia por diversos motivos. Entonces sí estuve leyéndola unos meses, para sumergirme en el personaje. Mi hermano Christian sí es el empresario de la familia. De hecho, él ha trabajado en alguna de estas Cuatro Torres”.

La sinopsis de Instinto explica que eres Marco, un joven empresario que lidera ALVA, una de las compañías tecnológicas más exitosas del panorama internacional, que presenta en el mercado un prototipo de coche eléctrico propulsado por turbinas que convierten el viento en energía. Pero rápidamente aclara que tu vía de escape es el deporte y un club privado, donde das rienda suelta a tus sueños eróticos secretos… Las influencias claras parecen ser Nueve semanas y media, Shame, 50 sombras de Grey

Mi personaje es un empresario de un estatus social alto, joven… Pero… es que yo no he visto 50 sombras de Grey… No puedo decirte nada de si hay referencias. Por algunas cuestiones estéticas (las máscaras que se usan) y por lo del club privado donde acude, las referencias podrían estar más cerca de Eyes Wide Shut. Y mi personaje puede que tenga que ver con el Michael Fassbender de Shame o con el Christian Bale de American Psycho, que son, también, ese tipo de empresario ‘oscuro’.

¿Cómo es tu personaje?

Marco Mur y su socio son los empresarios, pero mi personaje es alguien a quien le cuesta relacionarse. Su personalidad está llena de barreras y se entrevé que ha sufrido de niño algún tipo de trauma relacionado con el sexo, que iremos descubriendo a lo largo de los ocho capítulos de esta primera temporada. Esa experiencia ha provocado que oculte su personalidad bajo una serie de capas. Es alguien muy introvertido, que reacciona a destiempo, no sabe conectar consigo mismo y desconoce qué le pasa. Algo le bloqueó y su válvula de escape es el deporte y el sexo, y cuando los practica consigue evadirse y no pensar.

También interviene una psiquiatra y un psicólogo en una búsqueda para averiguar qué le pasó, por qué acude al club y por qué tiene determinados recuerdos y sensaciones. El director me pedía que trabajase la extrañeza del personaje: todos, en nuestras relaciones, tenemos un tempo: nos preguntan, respondemos, pero Marco Mur responde dos segundos más tarde de lo normal, o responde con un tono borde, o con ironía… Es alguien extraño, ambiguo, que ni él mismo se conoce. Y en el último capítulo se desvelará todo.

¿Cómo ha sido la experiencia de trabajar para Movistar+? ¿Aporta recursos “a la americana”, a mansalva?

Es cierto que el momento es muy interesante y las plataformas están queriendo captar todo tipo de público. Mucha variedad y mucha calidad. Instinto es un thriller con componentes eróticos; Enrique Urbizu, con Gigantes, hace otro tipo de thriller. Vergüenza es una gran comedia… Movistar+ lo está haciendo muy bien.

En la actualidad, con el rodaje digital, las diferencias entre cine y televisión son casi nulas. Eso sí, el cine tiene un proceso mucho más amplio en el tiempo. Puede que haya gente dedicándose a un único proyecto durante un año o dos años, mientras que en la televisión las cosas van mucho más rápidas. Yo he rodado ahora una película, Adiós, con Pablo Cabezas, un director que lleva trabajando diez años en Estados Unidos y ha hecho allí series como American Gods. Le he preguntado por las diferencias con las series de allí, y me dice que la diferencia principal entre Estados Unidos y España es que aquí se puede hacer un capítulo de una serie en dos o tres semanas y allí en semana y media… pero con todos los medios a su disposición: grúas, explosiones, trescientas personas en la producción… Muchos más medios, pero menos tiempo. Se trata de economizar de otra manera.

¿Te atrae la internacionalización que puede aportar Movistar+?

Es un atractivo, claro. Con las plataformas digitales se ha visto: La casa de papel ha tenido una repercusión mediática internacional inimaginable. Ahí ves la magnitud y la enorme fuerza que tienen las plataformas. Movistar+ puede hacer lo mismo. Pueden vender proyectos a Amazon, a LionsGate, etc. Se entra en ese mercado y te puede ver medio mundo. Y la calidad que estamos ofreciendo no tiene nada, nada, nada que envidiar a las series estadounidenses. Yo consumo constantemente series, pero sí creo que la posibilidad de ver ahora una serie entera, del tirón, en tu iPad, ha acabado con parte de la magia de las series, que era la de estar esperando una semana entera hasta que volviera a aparecer en la pantalla. No había redes sociales, no sabías lo que iba a pasar y todo era una sorpresa.

De Instinto se han rodado ocho capítulos… ¿La trama ofrece una visión lo suficientemente amplia del mundo de la empresa? ¿O quizás pasa de soslayo, como simple decorado…?

La serie se basa en contar el personaje, sus relaciones, pero todo el detonante de la serie va a pasar dentro de la empresa, dentro de ALVA. Van a producirse situaciones con el socio, con su esposa (que también trabaja en la firma) y con otra mujer que va a entrar y va a romper el equilibrio. Hay conflictos empresariales y un desarrollo de temática empresarial: se muestra qué es lo que hemos conseguido, a dónde hemos llevado ALVA… Así que la empresa sí va a ser, en cierta medida, un personaje más de la serie.

Ya lo hiciste con Contratiempo, donde también interpretabas a un empresario de éxito, pero ¿cómo te has preparado ahora para conocer el entorno empresarial? ¿Has entrado en contacto con escuelas de negocios, empresarios jóvenes…?

Por mi hermano Christian, que lo tengo en casa, conozco el medio y, como bien dices, con Contratiempo ya realicé un buen recorrido de investigación del comportamiento empresarial. Entonces fue de otro tipo, porque se trataba de un empresario con psicopatías, alguien a quien, para ser el mejor y el número uno, no le importa ir ‘dejando cadáveres’ por el camino.

En este caso de ahora mi personaje es un empresario más escondido. Su socio es el carismático, el que da la cara al exterior, el conocido… Yo soy el inteligente, el que desarrolla y se mantiene en un segundo plano. Mis referentes pueden haber sido, también, los de la película La red social: empresarios jóvenes del mundo digital. Sí es cierto que la personalidad de este otro personaje me afecta de otra manera y la construyo desde otro sitio, porque lo que más le pesa es lo que le pasó mucho tiempo atrás, que es una carga constante y le afecta en todos los ámbitos de su vida. Por eso, no he investigado tanto el personaje como empresario como lo hice con Adrián Doria, mi personaje en Contratiempo.

La imagen de los empresarios españoles no es tan glamurosa como la de los estadounidenses: Bill Gates, Jeff Bezos, Mark Zuckerberg, Elon Musk (aunque sea sudafricano), Steve Jobs… Los nuestros son más ‘clásicos’. Quizá el Mario Conde de la época en que presidía Banesto pudiera equipararse a los estadounidenses… ¿Eso te ha resultado un problema o no?

Efectivamente, solemos mirar más fuera, por ese tipo de personalidad. No me planteaba tirar de modelos nacionales, ni siquiera cuando hice Contratiempo. Pero me imagino que los habrá: no los conocemos, no serán tan visibles, pero tienen que existir entre nosotros.

Tengo entendido que tu familia es también una familia de pequeños empresarios. Pero tú trabajas en un ámbito en el que se pueden conseguir grandes ingresos. ¿En qué inviertes lo que ganas con la interpretación?

Mi padre empezó trabajando de niño en una carpintería y con mi madre empezaron juntos a trabajar en el sector de la construcción. En muy pequeña escala: construir y vender, volver a construir y volver a vender. Y yo he invertido también en vivienda y en suelo. Es lo que nos han inculcado en casa.

También quiero puntualizar una cosa: he ganado dinero, sí, y soy un privilegiado, pero las cosas ya no son como me cuentan que fueron hace unos años, en la época, por ejemplo, de Los Serrano. A partir de ahí, los sueldos han bajado mucho. Cuando yo hacía El barco, alguno de mis compañeros que estaban empezando, eran mileuristas. Hoy en día, la mayoría de los actores cobran poquísimo. Los que trabajamos y tenemos la suerte de estar ahí desde hace años podemos vivir bien, pero somos muy pocos. Esta es una profesión muy inestable y hay muchos actores que hacen una serie y no los vuelves a ver en mucho tiempo. Mi mejor amigo es actor, y hace papeles, pero trabaja de camarero… Puede que ahora, con las plataformas digitales, el mercado se esté activando un poco más, pero porque estaba en mínimos. Y, en cualquier caso, cobrando mucho menos de lo que se cobraba.

Tu hermano Christian tiene formación empresarial y lleva los asuntos económicos de tu familia, tu hermana Sheila es tu representante, tu hermano Óscar está dando sus primeros pasos en la interpretación… ¿Habéis constituido algún tipo de empresa familiar?

Sí, claro. Nos pasa a todos: somos muy inquietos. En el pasado hemos tenido una discoteca, y seguimos dándole vueltas a muchos temas. Pueden ser aplicaciones móviles, puede ser producir películas… Yo sí me veo produciendo cine. Es uno de los pasos siguientes que podía empezar a dar. Un productor no es sólo alguien que pone dinero. En Estados Unidos la mayoría de los actores son también productores. Se ‘quitan’ parte del sueldo que podrían cobrar y lo invierten en la película y de ahí pueden salir unos beneficios importantes. Aquí también se podría hacer, pero no se hace casi nunca. Lógicamente, los beneficios no serían de millones de dólares, como sucede con la saga de Los vengadores, pero si el proyecto es interesante y quieres participar ahí, puedes dedicar parte de tu sueldo a ese proyecto. Eso haría que la película fuera todavía más ‘tuya’.

Las ideas están ahí, pero te puedo asegurar que si nos lanzamos a algo en concreto nos vamos a lanzar del todo. En mi caso, siendo conocido y una cara visible, me gustaría involucrarme en algo interesante y con calidad, no en cualquier cosa. De hecho, uno de los planes en desarrollo está pensado para 2020.

Sheila es abogada y mi representante desde hace casi cuatro años; empezó con Contratiempo y me acompaña a todos los sitios: gestiona mis contratos, lleva mi agenda, los contactos con productoras, con la prensa… La toma de decisiones es consensuada entre toda la familia. Cada uno aporta su opinión, aunque pueda ser yo el que decide al final si algo me apetece mucho o menos. Estar rodeado de mi familia me aporta mucha tranquilidad. No es lo mismo que te gestione la carrera un desconocido. Y nosotros hemos tenido la suerte de poder crear una estructura así, que ¡ojalá dure para siempre!

¿Proyectos futuros?

Varias cosas ya hechas que van a ir estrenándose en breve: el 10 de mayo se estrena Instinto en Movistar+. También acabo de rodar una película para Netflix que se llama Hogar, con los hermanos Pastor como directores, y que se estrenará en 2020. Acabo de acabar Adiós, una película dirigida por Paco Cabezas, que se estrenará en septiembre u octubre.

Y vamos a empezar a rodar en Barcelona una película de Filmax dirigida por David Víctori, el director de El pacto, con Belén Rueda. Empezamos el 20 de mayo. Es un director más joven que yo, creo que tiene 29 o 30 años, de esa generación de directores catalanes que ha trabajado en Estados Unidos. Es un thriller que sucede en tres o cuatro horas. Un tipo normal al que le sucede una catarsis emocional. Siempre hay más proyectos en mente y en marcha.