1. Te levantas cansado
Cada día supone un esfuerzo extra. Llegas al trabajo agotado desde primera hora de la mañana y no consigues los resultados que deseas. Has acumulado demasiado tiempo sin descansar y eso, se refleja en la motivación con la que llegas a la empresa.
2. Los pequeños errores se acumulan
No tienes la concentración necesaria para realizar tu tarea y no te paras a asimilar los detalles que forman parte de tu trabajo. La consecuencia de ello es que cometas fallos que, hasta el momento, controlabas. Es algo provocado en su mayor medida por tu agotamiento mental.
3. Tu productividad disminuye
El trabajo que antes hacías en una mañana ahora ocupa toda tu jornada laboral. No consigues estar atento y desarrollar un trabajo de calidad en el tiempo adecuado. Todo te cuesta más de lo normal. Tus conocimientos y habilidades laborales también necesitan relajarse.
4. Tienes una actitud negativa
Hay un momento en el que no ves que tu carrera profesional avance sino, más bien, sientes que está paralizada. Cualquier reto que se te propone te parece demasiado grande y no eres capaz de ver soluciones a los problemas que se presentan en el día a día.
5. No tienes ambición
Tus prioridades han dejado de existir. No estás en el momento adecuado para pensar en tus expectativas de futuro, ni luchar por tus objetivos. La idea de alcanzar tus metas ha pasado a un segundo plano. Ahora, lo importante para ti es acabar tu trabajo e irte a descansar.
6. Muestras cierto pasotismo
Tu grado de implicación con la empresa es nulo. Simplemente, te dedicas a ir a tu puesto de trabajo, desarrollar tu tarea sin más y escapar cuanto antes de la oficina. Evitas asistir a reuniones con compañeros de trabajo o a proponer nuevos métodos de negocio para mejorar el funcionamiento de la empresa. Actúas como una máquina.
7. Estás muy susceptible
No admites que los miembros de tu trabajo opinen sobre tus funciones y se muestren críticos con alguno de tus comportamientos. Te sientes atacado y respondes a cada argumento como si fuera algo personal. Estas creando un ambiente tenso en torno a tu equipo.
8. No obtienes buenos resultados
Tu trabajo siempre ha sido eficiente y has conseguido obtener beneficios gracias a él. Pero ahora, todo ha cambiado. Tus funciones pasan desapercibidas y no consigues realizar un trabajo de calidad como el que realizabas años atrás. Tómate un descanso y vuelve renovado. Lo agradecerás.
9. Todo te agobia y te aburre
No encuentras la manera de hacer que el trabajo que estás desarrollando te interese y consiga captar tu atención durante todo el día. Todo lo contrario. Tienes la sensación de que es muy repetitivo y las horas se te hacen eternas. Controlas cada minuto que pasa.
10. Piensas en dejarlo todo sin más
A menudo, durante tu jornada laboral, sientes que deberías de tomar la decisión de despedirte del trabajo. Tu malestar es tal que crees que acabar con esta situación es el camino que tienes que escoger. No seas tan drástico. Sólo necesitas unos días y todo volverá a tener otro color.