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No todos los cerebros de EE UU son gente ‘WASP’

Una de las claves del éxito electoral de Donald Trump ha sido la línea dura que de forma inequívoca mantiene contra la emigración. Su pro- mesa de levantar un muro a lo largo de toda la frontera con México, proyecto que está encontrándose con problemas presupuestarios para financiarlo y que suscitó la repulsa internacional, puso de manifiesto que el Presidente intenta acabar con una historia de país de asilo y abierto, y de alinearse con una tendencia en auge de endurecimiento de las políticas migratorias.

Para Estados Unidos podría ser contraproducente enfatizar en la impermeabilidad de sus fronteras porque podría perder una parte muy importante de los cerebros de que se nutren sus universidades y los sectores científico y tecnológico, pero no solamente, también se resentiría la innovación empresarial y el emprendimiento.

Precisamente, la política de puertas abiertas que siguió Estados Unidos durante la primera mitad del siglo pasado fue una de las mejores oportunidades que tuvo el país de aprovechar el conocimiento de los numerosos intelectuales y científicos que abandonaban Europa en los años 30, y posteriores, huyendo del nazismo, y que en una importante proporción acabaron asentándose en EE UU, contribuyendo de forma decisiva a crear las bases de la potencia científica que es en la actualidad.

Sin embargo, el endurecimiento de la política migratoria en el que está empeñado Donald Trump tendrá probablemente efectos indeseados para la economía del país, sus empresas y universidades porque podría alejar hacia otras latitudes a estudiantes o profesionales foráneos. Entre 2016 y 2017 el número de estudiantes extranjeros que estudiaban en alguna universidad estadounidense se redujo en un 4%, y en el caso de los estudiantes indios, muy valorados por sus preferencias por las ciencias computacionales, se redujo en un 21%.

Inmigrantes emprendedores

Para hacerse una idea del papel de los inmigrantes en la creación de nuevas empresas estadounidenses, la National Foundation for American Policy (NFAP), una organización privada sin ánimo de lucro dedicada a la investigación de temas sociales, como el de la inmigración, ha puesto de manifiesto la importante aportación de aquellos al desarrollo intelectual del país.

En uno de los estudios pioneros en evaluar la contribución económica de los emigrantes, se demuestra que en 2015 es- tos fueron responsables del lanzamiento en EEUU de más de la mitad (44 de 87) de los unicornios [startups con un valor igual o superior a 1.000 millones de dólares]; y en más del 71% de las nuevas empresas los emigrantes ocupaban puestos de responsabilidad en el equipo de gestión o en el del desarrollo de producto como encargados de tecnología (CTO, por sus siglas en inglés) o ingeniería, o como consejeros delegados (CEO) o vicepresidentes.

Algunas de las empresas creadas por emprendedores inmigrantes en Estados Unidos son tan emblemáticas como SpaceX o Uber, fundada y cofundada, respectiva- mente, por un sudafricano (Elon Musk) y un canadiense (Garrett Camp), y ambas con centenares de trabajadores en sus plantillas. “Entrar en Estados Unidos como estudiante internacional ha demostrado ser una buena forma de iniciar exitosas empresas en el país. Casi una cuarta parte de las empresas de nueva creación tuvo un fundador inmigrante que llegó por primera vez a EE UU como estudiante internacional”, señala el autor del informe, Stuart Anderson.

Los Nobel también

La contribución de los inmigrantes al liderazgo mundial de Estados Unidos en el terreno de las ciencias es igualmente fundamental. Entre 2000 y 2017 el 39% de los premios Nobel en medicina, química y física que recayeron en estadounidenses eran de origen emigrante.

En 2017 el Premio Nobel de Química fue otorgado a un estadounidense, el profe- sor de la Universidad de Columbia Joachim Frank, que nació en Alemania. Otro laurea- do estadounidense con el Nobel, el científico Rainer Weiss, también vino al mundo en Alemania y llegó a Estados Unidos siendo joven. Obtuvo el galardón ex aequo en Físicas con Kip S. Thorne y Barry C. Barish.

En 2016, los seis estadounidenses ganadores de un Nobel en los campos de las ciencias y de la economía eran inmigrantes, según datos de la NFAP. “Estos logros de inmigrantes indican las ventajas que tiene para EE UU dar la bienvenida al talento que hay por el mundo. Eso no significa que el país deba recibir solo a ganadores de premios Nobel. Semejante política sería imposible de llevar a cabo dado que la mayoría de los inmigrantes que ganan un Premio Nobel entran en Estados Unidos muchos años an- tes de recibirlo”, señala el economista Mark J. Perry, autor de un libro sobre los laurea- dos estadounidenses con el Nobel.

Sir J. Fraser Stoddart, ganador del Premio Nobel de Química en 2016 e inmigrante británico en EE UU sostiene que la investigación en el país seguirá siendo puntera “siempre y cuando no iniciemos una era en la que demos la espalda a la inmigración”. Stoddart dirige en la Universidad de Northwestern a un grupo de investigación integrado por estudiantes y científicos de una docena de diferentes países.