Todo esto suele aparecer además en el comienzo de un negocio, cuando los cimientos aun “no están secos” y firmes. Así que antes de abrir cualquier empresa debes tener claro que no estás haciendo una apuesta cien por cien segura, sino todo lo contrario. Y ahí reside parte del encanto de sumergirte en un nuevo proyecto. Pero antes de que las malas épocas (que seguramente tendrás) te pillen por sorpresa y de improvisto, puedes seguir unos pequeños consejos para afrontarlas mejor.

Lo primero que debes hacer es precisamente eso, reconocer que vendrán problemas y dificultades que tendrás que afrontar y que has de tener estrategias para afrontarlos lo mejor posible. Pensar lo mal que te va todo no soluciona nada. Cuando suceda, detente a pensar el por qué: por qué no tienes suficientes ventas, suficientes clientes, por qué estás teniendo pérdidas a final de mes… No te lamentes, simplemente discurre con la cabeza fría y encontrarás el porqué de lo que te sucede. Una vez encontrado el problema, sólo queda ponerse manos a la obra para deshacerse de él.

Otro punto clave será intentar tener una reserva económica para esos imprevistos. No nos engañemos, la mayoría de lo malo que puede sucederle a un negocio tiene que ver con una mala gestión de la economía. Si abres un negocio, puedes intentar ir añadiendo poco a poco mejoras, ahorrar cuando las cosas vayan bien… Te alegrarás en las malas épocas de tener ese “colchón” que amortigüe la caída.

Puede que tu problema no sea económico, sino con tu empleados. Busca a personas que aporten a tu empresa lo que necesita, no que le resten potencial. Ten presente siempre que un mal empleado puede hundir un próspero negocio.

Y cuando ya lleves un tiempo al frente podrás darte cuenta de que quizás esos periodos de “vacas flacas” se repiten de forma cíclica. La experiencia al frente de tu negocio será el mejor de tus aliados, y si consigues superar las primeras crisis lo que esté por venir será mucho más sencillo. Aprenderás de los errores.