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El millonario que entregó su vida a los niños con cáncer

El empresario hispanomexicano Plácido Arango, fundador de Grupo Vips y gran benefactor del Museo del Prado, le salió un hijo artista, Paco (Ciudad de México, 1967), al que hemos visto cantar, componer, dirigir, y, ahora, degustar una carrillera de ternera (las ostras y el caviar no son lo suyo, dice) en Madrid. Mientras comemos, nos cuenta el camino que recorrió hasta convertirse en un filántropo que ayuda a niños con cáncer y a sus familias. No es que done dinero y lo recaude para la causa, que también. Es que Paco Arango acude todos los días (cuando no viaja, claro) al Hospital Infantil Universitario Niño Jesús de Madrid, cuna del nacimiento de la especialidad pediátrica en España, desde hace 16 años. “He vivido la muerte de más de 400 niños a pie de cama”. No parece una conversación fácil para la hora de comer de un viernes. Pero tira de sonrisa y convierte la narración en un viaje esperanzador.

Empecemos por el principio (o casi). Después de estudiar artes dramáticas y filología francesa en Estados Unidos, Arango se volcó en la música. “Sony (antes CBS) me fichó para España. Volví al país y me dediqué a la música durante algo menos de ocho años, quizás demasiado. Saqué cinco discos. Un día me iba a casar y se me fue todo al garete un mes antes de la boda. Cuando se acaba una relación uno siempre se pone a hacer deporte, y estaba corriendo por el parque de El Retiro cuando oí a un niño que decía a su mamá: ‘Mira, ese es un famoso’. No dijo un cantante, dijo un famoso. Yo entonces tenía más fama de la que me merecía, y pensé: éste es el momento de cambiar”. Así que creó una productora de televisión, lanzó ¡Ala… Dina!, una serie que emitió La 1 de TVE entre 2000 y 2002, y le salió “un pelotazo”. Después llegó El Inquilino, otra serie para Antena 3, durante la que realizó un voluntariado en el Hospital Niño Jesús.

Por aquellos días ya se barruntaba lo que luego sería el giro copernicano de su vida. “Me abrumaba el hecho de que yo había tenido mucha suerte en la vida y otros no. ¿Por qué nací en una familia que me quería, saludable, había conseguido mis metas profesionales, y otros nacían con una vida a veces miserable? Tengo mucha fe y creo que hay algo después y que esta vida es un regalo, pero hay que hacer algo con ella. Pedí ayuda a un cura amigo mío: ‘Ayúdame a encontrar algo a lo que dedicar mi tiempo, que sea difícil, que me cueste’. No quería donar dinero e irme a casa. Él escogió por mí: ‘Empiezas en el Hospital Niño Jesús con niños con cáncer’. Entré allí con otra fundación un miércoles y ya no salí”.

En esos primeros meses, sería 2006, quedó claro que las ideas de Arango funcionaban cuando las ponía en práctica. Por ejemplo, dedicó especial atención a los adolescentes, creando habitaciones en el hospital en las que solo podían entrar ellos. Ni médicos, ni padres ni ancianos enfermos en la cama de al lado. Y creó la Fundación Aladina. Doce años “regalando sonrisas a niños con cáncer”. “Tengo un don con los niños, mucha empatía, y eso hizo que el proyecto funcionara. Pensé: esto me tiene que sobrevivir. Dejé de trabajar un año y medio para que esto marchara”.

Hoy, el presupuesto de la Fundación oscila entre un millón y medio de euros y dos millones, según el año. Carecen de ayudas públicas y se nutren de las donaciones de sus socios (más de 2.600) y de empresas y entidades de todos los tamaños, como Endesa, la Fundación Alicia Koplowitz, Alvarno, Casa Lucio, Hotel Westin Palace, Vodafone y los grandes bancos del país, por mencionar solo algunas. “Mi padre y mi madre también han hecho alguna aportación personal, pero lo desligo totalmente del Grupo Vips, que tiene su propia fundación. Somos autosuficientes, y eso significa que estamos haciendo las cosas bien. Ahora tenemos socios en todo el mundo y empezamos a ser una red global”.

Cine y donaciones

De alguna manera, Paco Arango heredó la vena empresarial de su padre. Fue parte del consejo de la compañía familiar (ya no lo es), un negocio rentable y que goza de buena salud, señala. ¿Quizás la peor palabra que le podamos mencionar es Amazon, el gigante del comercio electrónico al que se culpa del cierre de miles de tiendas (apocalipsis del retail, lo llaman), entre ellas las del Grupo Vips? “No. Yo soy fan de Amazon, es el futuro. Los malls están desapareciendo, y la gente no se da cuenta de la revolución que viene. El 30% de los empleos en Estados Unidos se van a perder en los próximos 10 años a causa de la inteligencia artificial. Surgirán otros, pero viene un cambio y no vemos a qué ritmo. Estamos a las puertas de muchísimas cosas y hay que estar preparado. El Grupo Vips [que gestiona bajo el régimen de propiedad o de franquicia en España las marcas Vips, Ginos, Starbucks, Fridays y Wagamama] se autovigila mucho. Las tiendas se han cerrado porque no eran un negocio, el negocio eran los Vips”.

A Arango le preocupan mucho más “sus” niños, para los que trabaja como director de cine, guionista y productor. A ellos destinó toda la recaudación de su película Lo que de verdad importa. Había hecho algo similar con su primer largometraje, Maktub (2011, tres nominaciones a los Premios Goya), convirtiendo el primer medio millón recaudado en mejoras en las instalaciones del Hospital Niño Jesús. “Lo que de verdad importa es la primera película benéfica de la historia del cine. En cada país ha generado ganancias para niños con cáncer. Arrancamos en España y conseguimos un millón de euros para esos niños. En Latinoamérica les ganamos a todos los blockbusters, y el dinero ha ido a parar a distintas fundaciones locales. A día de hoy he donado más de tres millones de euros. Pero lo más bonito, además del dinero, ha sido que el filme nos dio a conocer. Me llamaron loco cuando hice la película, primero mi familia, porque el cine es difícil, por la inversión (7,5 millones de dólares), por si no funcionaba. Ha sido lo mejor que he hecho en mi vida”.

“Cuando trabajas con niños con cáncer –continúa–, las coincidencias que pasan en tu vida son inverosímiles. Cuando comuniqué al Hospital que con la recaudación de la película iba a crear un centro oncológico para niños, me llamó un doctor para decirme que la directora del centro oncológico para adultos de Valencia iba a recibirnos. Le dije que pospusiera la reunión una semana porque estaba en Nueva York, y tras colgar la llamada, bajé al lobby del hotel para comer y me puse a hablar con las dos únicas personas que había allí. Uno de ellos era español. Su hermana, la directora de Valencia”.

Ésta y otras casualidades le ocurren constantemente, dice. A él y a los 57 voluntarios de la Fundación Aladina, en la que trabajan actualmente 21 personas. “Si haces cosas buenas para otros, el universo te las devuelve. Cuando me preguntan ¿tú crees?, respondo: Yo no creo, yo he visto. Creo en Dios, soy católico. Ahí donde podrías maldecir la existencia de un dios es donde más he visto pasar cosas increíbles. Si no tuviese fe, no podría. Creo que estos niños van a un sitio que está muy bien, aunque eso no quita el dolor”.

Este verano, Arango rodará una comedia familiar, Los Rodríguez y el más allá, sobre una familia española disfuncional que se entera de que el difunto abuelo dejó en el trastero de la casa una puerta que da a otro planeta. “Me viene de perlas porque me alejo de las películas con peso emocional que he hecho, pero también estará ligada a un proyecto benéfico. Se trata de un hospital de cuidados paliativos en Madrid para niños que ya no tienen curación. Será como un aeropuerto del amor, un sitio precioso. La palabra mágica es amor. En mis películas trato de sembrar la ilusión de que puedes ser un niño y dejar la puerta abierta a la esperanza de que hay algo más, pero soy cero dogmático. Yo ayudo a niños a fallecer. Es donde entro en acción de verdad, acompañándoles. Una de las cosas que se hace mal es prolongar el silencio en la habitación. Hay que mantener la alegría incluso cuando el niño está inconsciente por la medicina. Yo intento no poner cara de idiota y ser luz en un momento de mucha oscuridad. Mi felicidad, mi sonrisa, proviene de todos esos niños que he perdido. A cada uno lo tengo en lo más profundo de mi corazón”.