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EY contrajo una deuda de 700 millones de dólares por el fallido plan de escisión de su división de consultoría

La firma renunció el pasado mes de abril a separar sus líneas de consultoría y auditoría tras la división interna.

EY acumuló más de 700 millones de dólares (653 millones de euros) de deuda adicional en su negocio operativo global para hacer frente a los costes del fallido ‘Proyecto Everest’, el plan de escisión de su división de consultoría, según las cuentas recientemente presentadas por la compañía recogidas por Financial Times.

De las cifras, hechas públicas el fin de semana en el Registro de Sociedades británico, se desprende el impacto financiero del ‘Proyecto Everest’, que fracasó en abril tras las luchas internas en la firma.

Así, EY gastó unos 600 millones de dólares (en torno a 559 millones de euros) en la preparación de la escisión, que, según sus líderes mundiales, impulsaría el crecimiento de ambas partes de la empresa al liberar a los consultores de las normas sobre conflicto de intereses que les impiden vender servicios a los clientes de auditoría.

El endeudamiento de la firma se disparó hasta los 983 millones de dólares (917 millones de euros) a treinta de junio de 2023, en comparación a los 269 millones (251 millones de euros) de un año antes, al ampliar una línea de crédito existente a tipo variable y suscribir una segunda, señala Financial Times. La deuda adicional está diseñada para suavizar los costes del ‘Proyecto Everest’ a lo largo de más de un ejercicio financiero.

En conjunto, las firmas nacionales miembros de EY enviaron 6.400 millones de dólares (5.970 millones de euros) en honorarios a la compañía operativa global en el año fiscal 2023, casi el 13% de los ingresos globales de 49.400 millones (más de 46.000 millones de euros). En 2022, la cifra fue de 5.300 millones (4.944 millones de euros), lo que representa menos del 12% de los ingresos.

A diferencia de una empresa multinacional típica, EY es una red de sociedades de propiedad local vinculadas a través de una entidad global que establece la estrategia y gestiona servicios compartidos como los de TI. La empresa operativa mundial, con sede en el Reino Unido, funciona sobre una base de equilibrio, financiada por las comisiones cobradas a las empresas nacionales miembros.

Los gastos de la fallida escisión se reflejan en los gastos de explotación de las cuentas globales de EY, que aumentaron de 5.300 millones de dólares (4.944 millones de euros) a 6.300 millones (5.876 millones de euros) en el ejercicio 2023. Los «honorarios profesionales», que incluyen el trabajo del ‘Proyecto Everest’ realizado por las firmas nacionales de EY, así como el dinero pagado a asesores externos, aumentaron de 857 millones (casi 800 millones de euros) a 1.500 millones (unos 1.400 millones de euros).

EY se encuentra en plena revisión de su estrategia tras el nombramiento de Janet Truncale como próxima directora general. Carmine Di Sibio, que dirigió el Proyecto Everest, dejará el cargo a finales de junio.

La firma, que renunció el pasado mes de abril a separar sus líneas de consultoría y auditoría tras la división interna, prevé amortizar los costes derivados del ‘Proyecto Everest’ este mes de julio.

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