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La innovación florece cuando se alinea con el propósito de la compañía

Para las organizaciones que aspiren a avanzar y, por tanto, a innovar, se impone necesariamente promover una reflexión crítica.

Por más fuerte o sólida que se pueda sentir una corporación u organización, la historia se encarga de recordarnos continuamente ejemplos de empresas o modelos de negocio que con el tiempo han sucumbido ante la comodidad, la autocomplacencia o incluso ante los cantos de sirena del éxito reiterado. Son organizaciones que no han sabido ver o anticipar los cambios que se estaban produciendo a su alrededor.

Soy consciente de que no es sencillo cambiar inercias y tratar de virar el timón hacia otros rumbos, muchas veces inciertos o retadores. Pero el reverso de la innovación son los desafíos que ésta genera y que obligan a las personas, a los equipos y a las organizaciones a adoptar actitudes de humildad. Y en ese camino es necesario asumir la autocrítica, el reaprendizaje continuo y la convivencia con la incertidumbre. Es como colocarse en la piel de un novelista, que se sienta cada día delante de un folio en blanco a escribir una nueva novela.

Para las organizaciones que aspiren a avanzar y, por tanto, a innovar, se impone necesariamente promover una reflexión crítica, evitando la creación de discursos únicos o monolíticos, que ahuyenten la diversidad de pareceres o la variedad de formas de encarar los retos. Se trata de erradicar el pensamiento en manada, que muchas veces da cobijo a la mediocridad y genera, en paralelo, una falsa sensación de seguridad, pero que pone en riesgo la evolución a medio y largo plazo de los proyectos.

La innovación, al igual que le sucede al resto de vertientes de la gestión empresarial, va cada vez más ligada a los factores ESG, ya que las comunidades en las que las empresas desarrollamos nuestra actividad demandan cada vez más un mayor compromiso medioambiental, una generación de impacto social positivo y modelos de gobernanza cada vez más transparentes e impregnados por la ética en todas sus actuaciones y decisiones.

No debemos de olvidarnos de que el sistema de incentivos y recompensas que se fije para generar una cultura de Innovación condicionará, sin duda, el éxito del proceso de transformación, ya que de manera muchas veces imperceptible e inconsciente estaremos mandando desde la dirección y los órganos de administración, mensajes de la apuesta que estamos dispuestos a realizar como gestores de la compañía.

De igual manera, se antoja imprescindible fijar un sólido control presupuestario y una metodología clara de medición del valor aportado por la Innovación, en términos económicos, de generación de nuevo negocio e, incluso, en aspectos cualitativos de mejora organizacional, de motivación de los colaboradores o de mejora de la percepción de los clientes, etc.

Otro factor sin duda clave para el éxito de la innovación es la comunicación. En la organización debe generarse una narrativa que fomente internamente la inquietud por mejorar o cambiar y que este movimiento se perciba desde fuera como una voluntad de liderazgo en el futuro. Es un proceso que pasa por reconocer y premiar los esfuerzos individuales o colectivos y visibilizar así la importancia que se le da a esta materia.

Por otro lado, aquellas organizaciones que sean capaces de incorporar a su día a día los valores de liderazgo ético, humildad, aprendizaje constante o diversidad, entre otros, tendrán en sus manos una potente ventaja competitiva, perdurable y sostenible en el tiempo. Y, por el contrario, las que subestimen todos estos factores, acabaran sentados sobre un modelo organizacional débil, que en cualquier momento puede resquebrajarse.

Personalmente, la innovación que más valoro es aquella que se cimenta sobre la base de rodearse de los mejores, los más alineados y comprometidos con el propósito de la organización; aquellas personas que encaran con ambición y optimismo el futuro, que con los pies en la tierra se fijan metas que a veces vistas desde fuera pueden sonar como poco prudentes, pero que aspiran a transformar el mundo empresarial.

Por suerte, en ILUNION contamos con una organización cada vez más permeable, un comité directivo sensibilizado con el valor de la Innovación y unos equipos de Innovación, que como decía Víctor Hugo, trabajan dando lo mejor de sí mismos para ver cuánto porvenir se puede introducir en el presente.

*Alejandro Fernández Fidalgo, director corporativo de Estrategia e Innovación de ILUNION