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La historia de Ferrari, y del hombre detrás del mito

La leyenda de la Scuderia está hecha de pasión y tragedia, caídas y resurgimientos y de un amor infinito por la velocidad de su carismático fundador.

El 18 de febrero de 1898 nevaba intensamente en Módena. Tan fuerte que el señor Alfredo Ferrari pudo registrar el nacimiento de su segundo hijo, Enzo Anselmo, sólo dos días después. La familia, formada también por la madre Adalgisa Bisbini y el hijo mayor Alfredo, vivía en la casa-taller que hoy alberga el museo dedicado al gran constructor.

La pasión por los coches de Enzo Ferrari nació temprano, en 1908, cuando asistió a una carrera en el circuito de Bolonia junto con su padre y su hermano. Ambos fallecieron en la Primera Guerra Mundial, a diferencia de Enzo, quién pudo dejar el frente por enfermedad. Después del conflicto su sueño era trabajar en FIAT, pero fue rechazado y decidió ir a Milán donde comenzó su vida en las pistas. Su primera carrera fue en 1919 y al año siguiente inició una colaboración con Alfa Romeo, primero como piloto y luego como directivo.

Después de una victoria en 1923, Ferrari conoció a los condes Baracca, padres del aviador y héroe italiano de la Primera Guerra Mundial Francesco Baracca. La condesa le invitó a poner en sus coches el escudo de su hijo. “Ese caballito era y permaneció negro, yo le añadí el fondo amarillo canario, que es el color de Módena”, explicó el Drake, apodo que le dieron sus rivales por sus aptitudes corsarias.

En 1929, Enzo Ferrari fundó en Módena la Scuderia Ferrari, una sociedad deportiva que rápidamente se convirtió en filial de Alfa Romeo. 1931 es el año de su última carrera: ”No era un simple piloto. Sentía la necesidad de hacer algo por los coches, estos seres vivos que amaba apasionadamente», dijo Enzo, quien colgó el casco y los guantes a los 33 años, en ocasión del nacimiento de su hijo Alfredo, conocido como Dino, concebido con su esposa Laura Garello.

En 1937, la Scuderia construyó el Alfa Romeo 158 ‘Alfetta’, que se convertiría en el coche más duradero y de mayor éxito en la historia del automovilismo deportivo moderno. Sin embargo, a finales del mismo año la sociedad se disolvió por problemas financieros, rompiendo también la colaboración con Alfa Romeo, que además exigió que Ferrari no utilizara su nombre en las carreras durante cuatro años. A partir de ese día, vencer a Alfa Romeo con un coche construido por él se convirtió en su gran objetivo.

El 13 de septiembre de 1939 se fundó en Módena la Auto Avio Costruzioni que, durante la guerra, se trasladó a unos pocos kilómetros de distancia: en Maranello. Allí, el 12 de marzo de 1947 renació definitivamente la Scuderia Ferrari. La primera carrera de Fórmula 1 fue el Gran Premio de Mónaco, el 21 de mayo de 1950. La primera victoria llegó en el Gran Premio de Gran Bretaña de 1951 derrotando a Alfa Romeo. El primer título mundial es de 1952.

Tras los éxitos, la tragedia volvió a golpear a Ferrari en 1956, cuando Dino, que padecía distrofia muscular, murió con tan sólo 24 años, dejando en el constructor un vacío que no se llenaría nunca: “Me había engañado pensando que nuestros cuidados podrían devolverle la salud. Me convencí de que era como uno de mis coches, uno de los motores».

El año siguiente, durante la última edición de la Mille Miglia, un Ferrari 335 S conducido por el español Alfonso de Portago pinchó un neumático y se estrelló contra el público, provocando la muerte de sus ocupantes y de nueve espectadores, entre ellos cinco niños. Ferrari pasó por un juicio del que salió absuelto pero la desgracia le afectó profundamente.

Tras estos hechos, el Drake se dedicó en cuerpo y alma al trabajo, acabando muchas veces durmiendo en la oficina, centrando su existencia en la fábrica. Mientras, había tenido otro hijo, Piero, nacido en 1944 y reconocido años más tarde, de su relación con Lina Lardi, una presencia discreta pero importante en la vida privada y profesional del constructor.

Aunque la prioridad de Ferrari seguía siendo los coches de carreras, la empresa, que se convirtió en sociedad por acciones en 1960, empezó a dedicarse a la construcción de automóviles de serie para financiar la división deportiva. Nació entonces el 250 GTE, un modelo que ofrecía el confort de un coche familiar y las sensaciones de un deportivo. Con 900 vehículos producidos, se considera el primer Ferrari de producción. El posterior 250 GTO de 1962 ha alcanzado un precio de más de 60 millones de euros en el mercado de coleccionistas.

Entre varios momentos de dificultad, a menudo debidos a la pasión del fundador por las carreras, que implicaban grandes inversiones a fondo perdido, la producción de coches de carretera fue aumentando de año en año, al igual que los éxitos en las pistas. Desde su fundación, la Scuderia ha ganado 16 campeonatos del mundo de constructores y 15 de pilotos en la Fórmula 1, así como nueve ediciones de las 24 Horas de Le Mans.

A Enzo no le gustaba definirse como un técnico, sino como un «agitador de ideas y de hombres». Sin embargo, suya era la última palabra sobre todos los coches, ya fueran de competición o de producción. Apasionado de mecánica y motor, estaba menos interesado en el diseño, que delegaba a colaboradores como Gian-Battista ‘Pinin’ Farina. Su visión era clara: «No vendo coches, vendo motores. Añado los coches porque algo tiene que contener el motor».

Tras la muerte del fundador en 1988, Ferrari, que ya formaba parte del grupo FIAT desde 1969, tras haber rechazado una oferta faraónica de Henry Ford, fue adquirida en un 90% por el grupo de los Agnelli y el resto pasó a manos del heredero Piero Lardi Ferrari. En los años 90, la empresa atravesó uno de los muchos momentos complicados de su historia, pero logró reponerse gracias a los nuevos mercados asiáticos.

En 2013 y 2014 Ferrari fue reconocida como la marca más influyente del mundo. El pasado año vendió 13.221 vehículos, frente a los 11.155 de 2021, con una facturación de alrededor de 3.500 millones de euros. Desde 2013, la Scuderia cotiza en las Bolsas de Milán y Nueva York a través de su empresa matriz Ferrari N.V., sociedad constituida según el derecho holandés.

Sin embargo, la Rossa mantuvo siempre un fuerte vínculo con su territorio de origen. Piero Ferrari así habla de su padre: «su vida era Módena-Maranello y vuelta. No viajaba. Nunca fue a Estados Unidos, por ejemplo. Pero tampoco pisó Roma. Su vida estaba aquí. Era el rey de Maranello y alrededores. En otros sitios no estaba seguro de su aura”.

Hoy Ferrari es un mito universal, pero su historia y la de su fundador están llenas de caídas y renacimientos. De Maranello salieron coches gloriosos, pero también imperfectos, dominaron las carreras, pero también vivieron períodos oscuros. Enzo Ferrari era un hombre lleno de contradicciones, que siempre llevaba gafas de sol porque «no quería que los demás vieran en su interior», un hombre difícil de tratar, autoritario y solitario, pero también inesperadamente sentimental.

Hijo de un herrero, de niño soñaba con ser «un tenor de opereta, un periodista deportivo o un piloto de coches”. Acabó convirtiéndose en un ícono de la historia del automovilismo. O, como él mismo dijo: «me limité a hacer algo que, egoístamente, me interesaba”.

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