Hasta aquí hemos llegado! Eso fue lo que debió de pasar por la cabeza de Lewis Edson Waterman, un agente de seguros neoyorquino, cuando en 1883 el borrón de una pluma estilográfica dio al traste, en el mismo instante de su firma, con un contrato importante. Lo que iba a ser un gran día acabó en un despido fulminante. Ante tal tropiezo, Waterman, se sobrepuso y patentó la Waterman´s Ideal Fountain Pen, la primera estilográfica moderna con flujo controlado de tinta sobre el papel. Desde entonces, muchos han sido los que han mejorado esta técnica: Parker, Sheaffer, Montblanc, Pelikan, Inoxcrom….
La firma internacional de análisis Euromonitor destaca que este año el consumo de estilográficas continuará creciendo, a diferencia de lo que ocurre con otros bienes de lujo personales (relojes, bolsos de mano, …), y rozará los 1.100 millones de dólares (928 millones de euros), superando las cifras de hace 10 años. Mientras el interés de Europa y EE UU languidece, China acapara el interés de los fabricantes: es el mayor consumidor de plumines del mundo, ayudado por su cultura del regalo y por la política que lleva a cabo contra la corrupción entre los funcionarios. Muchos consumidores chinos han cambiado los carísimos relojes por plumas elegantes, de mucho menor coste, y así escapar de las sanciones gubernamentales.
Vitrina, ocasión o mesa de trabajo
¿Cómo un instrumento aparentemente anticuado ha conseguido desafiar con éxito los vientos del cambio?
El imparable crecimiento de dispositivos electrónicos: ordenadores, tabletas y teléfonos inteligentes, y el uso cotidiano de bolígrafos de bajo coste han presionado al sector hasta obligarlo a redefinirse como un producto de lujo, de distinción y de estatus, más que como una herramienta de trabajo habitual. Aun así, los expertos diferencian tres niveles de clientes: el que busca una pluma para uso diario que no suele pasar de los 300 euros; el que decide rascarse más el bolsillo para ocasiones especiales (no se firma un gran contrato con un bolígrafo cualquiera), y, por último, el gran coleccionista. Sin embargo, según Euromonitor, cada vez menos personas están comprando plumas estilográficas, “solo que quien lo hace está dispuesto a pagar más”. “Ya no compras una pluma solo para escribir” cuenta a Forbes Francesc Carmona, director general de Montblanc en España, mientras sus manos –enguantadas– sostienen una de las estilográficas más valiosas de la firma. Su coste ronda los 36.000 euros y se trata de la serie más exclusiva que la marca dedica cada año a un mecenas del arte y la cultura, en este caso a Peggy Guggenheim. Cada año “estas obras de arte con materiales preciosos son las que los coleccionistas del mundo entero pelean por poseer”, insiste Carmona.
Colarse entre gigantes es complicado, pero siempre hay valientes. Antonio Sánchez trabajó durante años en boutiques de escritura hasta que en 2004 creó Kynsey, una de las marcas más selectas del mercado español. Aunque no fabrica en España porque vende estilográficas elaboradas con la técnica japonesa conocida como maki-e, tiene su cuartel general en nuestro país. En Japón, “artesanos tradicionales trabajan con los mejores materiales de la zona durante meses y, desde aquí, coordinamos los diseños que vendemos personalmente”. Una exclusividad que va más allá de una venta cercana: “donde otros hacen 100 nosotros hacemos 36 unidades inéditas, y este año ya está todo vendido”. ¿Sus clientes? Ocho de cada diez son españoles, el resto, de EE UU, Bélgica, Rusia o India, pero todos “empresarios que valoran la destreza artística y la limitación” y que llegan a pagar hasta 35.000 euros por cada ejemplar.
Entre ‘millennials’ y antigüedades
En España, la crisis ha dejado un gran borrón en el mercado. Euromonitor confirma que las ventas desde 2007 han descendido un 50,5% hasta los 4,7 millones de dólares (cuatro millones de euros). Alfonso Mur, coleccionista y organizador del Pen Show de Madrid, el mayor evento dedicado a la escritura en nuestro país, cuestiona esos datos: “hay un mercado no medido de plumas antiguas y de segunda mano que ha sido refugio de inversionistas en estos años”. Sin ir más lejos, se estima que en los dos días y medio que dure esta cita la caja llegue al medio millón de euros.
En lo que respecta a los comercios no hay dudas: “no es que la gente dejara de comprar plumas, es que simplemente hasta dejaban de salir a cenar”, comparte Jesús Ramos, propietario de Sacristán Estilográficas, en Madrid, uno de los espacios de escritura más antiguos. Estos años las empresas, parte importante del negocio mediano, han recortado tanto sus regalos que “ya no hay plumas para todos en Navidad”.
Con todo, es optimista: “la gente está aprendiendo a hacer caligrafía, ¡sobre todo los jóvenes!”. Y uno de los objetivos de los grandes fabricantes es atraer a treintañeros a través de productos con colores más divertidos y –¡cómo no!– con reediciones vintage de sus grandes éxitos.