En el sector del automóvil, Faconauto pesa un 10% del PIB. Importante si tenemos en cuanto que este sector lo conforman tres partes: los fabricantes de componentes, los fabricantes de coches y los concesionarios de todas las marcas distribuidos por España, que es Faconauto. Una federación de asociaciones de concesionarios de la automoción que engloba casi 6.000 puntos de venta para clientes en manos de más de 2.000 empleados, que, a su vez, dan empleo a más de 153.000 personas en el país. Y no un empleo cualquier, sino uno fijo, de calidad y de formación alta, sobre todo ahora con tanta tecnología a bordo.
Teniendo clara la terminología, la pregunta se hace sola: ¿quién dirige todo esto? La respuesta llega en clave femenina. Marta Blázquez, presidenta de Faconauto, es quien lidera un sector que si por algo se define actualmente es por meter en una coctelera varios asuntos de estado: sostenibilidad y sus correspondientes ayudas económicas, innovación, tecnología, cambios sociales y la presencia femenina en un mundo masculino por antonomasia.
Hablamos con esta directiva que saca pecho por su país pero no puede evitar fijarse en Noruega, un país que se sitúa a años luz de nosotros en un futuro verde al volante.
Llega a la presidencia de Faconauto para “liderar la patronal de los concesionarios en un momento clave y de transformación de la distribución oficial”. ¿De qué cambios y transformaciones estamos hablando?
Digo que estamos viviendo un momento de transformación porque ahora se están dando cambios que recogen varios fenómenos a la vez, antes, sin embargo, ocurría algo importante y ya. Está claro que el circuito económico de un país en materia de automoción se activa cuando el cliente decide comprar un coche, alquilarlo o repararlo. Es decir, el cliente manda, pero ahora manda mucho más. Tradicionalmente se comportaba de una manera y ahora se hace de otra. Antes, tú le dabas al cliente un catálogo de venta y el decías, «toma, elige un coche de todos estos», y te lo compraba. Había eso y entre eso elegía. Esto ha cambiado. Ahora, el cliente busca en los concesionarios valor y está migrando a lo digital, algo que cambia por completo el modelo y la forma de abordar a ese cliente. La inmediatez y la búsqueda de palancas para darle la mejor experiencia al cliente es lo fundamental.
Estamos hablando de una movilidad a la carta, que no sólo tiene que ver con la propiedad [del coche], también con el alquiler, con el rentig… ¿Por qué? Porque las prioridades han cambiado con respecto a otras generaciones anteriores. Antes, el orden era tener una casa en propiedad, luego un coche en propiedad. Y así. Este orden y estas prioridades ya no siempre se cumplen. Los jóvenes comparten piso, lo alquilan, viajan fuera, viven fuera, esto, en movilidad también tiene sus efectos.
Además de la concienciación por el planeta. La sostenibilidad marca el paso y el cliente busca sentirse parte de la dinámica de ser más sostenible en la medida de lo posible.
Y a nivel interno, hay un cambio de modelo en la relación de unos concesionarios con sus marcas que está más enfocado a modelos de concesionarios a contratos de agencias (franquicias). Todo al mismo tiempo está impactando.
A todo esto, suma que la economía está muy agotada (aumento de la inflación, de los tipos de interés que afectan a la concesión de préstamos y créditos, bajada de la renta per cápita que dan lugar a brechas salariales entre unos y otros…). Tenemos una coctelera bastante interesante y hay que tener inteligencia y pragmatismo para intentar salir de ella sin dejarnos a nadie por el camino.
Cambios y transformaciones obligadas por la situación del país y los cambios generacionales, pero volviendo a los cambios de uso de los coches. ¿En qué momento estamos?
En uno con mercados deprimidos con respecto a la situación previa a la pandemia, un 25% de venta por debajo. Hemos tenido una crisis de microchips y la subida de la inflación, y eso hace que el mercado no se comporte de forma natural. Estamos expectantes todo el sector viendo dónde se va a quedar la situación más o menos, porque queremos para mantener el tejido empresarial tan potente que tenemos: dos millones de puestos de trabajo sólo en el sector del automóvil español, con 1.200.000 unidades de venta. Si esta cifra baja, se complica el empleo. Por eso, te aseguro que el sector se muestra más unido que nunca en la toma de medidas concretas para ayudar al cliente y para evitar brechas entre los que pueden y los que no. Porque el que no puede mantendrá un coche viejo, que es inseguro y contamina, y eso no interesa, porque no es descarbonizar.
Por todo esto, vemos que se afianzan canales como el renting, que es una forma de comprar movilidad sin comprometerte a largo plazo. El cliente dice «tengo cuatro años por delante que me permitirán ver si el camino se despeja o no para comprar».
Así que la pandemia ha hecho un gran daño económico, luego ocurrió lo mismo con la falta de piezas para fabricar coches en España y para rematar, la inflación. ¿Cree que ha pasado lo peor o todavía llegarán sorpresas?
Lo peor está pasando. Ahora se abre una época buena. De la pandemia se sacaron lecturas muy interesantes, como que nosotros tenemos que tener en Europa una industria fuerte para no depender de otros países para fabricar piezas. Esto está cambiando gracias a los fondos Next Generation y, por ejemplo, se está inyectando inversión para hacer fábricas de baterías, microchips, se están electrificando las fábricas… Hay avance real. Lo veo con optimismo. Veo que la transición energética ha bajado el souflé del susto. Avanzamos en la buena dirección y estamos haciendo ajustes para que no sea imposible [fechas, inversiones, subvenciones]. Ya no se discute que haya que ir hacia eso.
La pandemia también nos enseñó de digitalización, por ejemplo. Ahora somos todos más digitales. Para mí el reto va a ser que esa digitalización no destruya empleo sino que sea un acompañamiento y complemento a la forma de trabajar. La IA es buena si no acaba con el empleo de personas, si lo erradica, habrá sido un avance equivocado.
Como líder de una red de asociaciones tan referencial en el mundo de la automoción es importante saber qué opinión le merece que muchos consumidores entiendan la sostenibilidad automovilística con desconcierto. Se nos dice que hay que cambiar a un coche eléctrico para contaminar menos, pero las ayudas no son reales ni llegan a tiempo. ¿Qué le puede decir a esa gente que piensa así?
Que es verdad que hay ayudas que se tardan casi dos años en recibir y, por tanto, no incentivan a la hora de atreverse a comprar y a apostar por la sostenibilidad, por ahora, una opción más cara. Por ello, eedimos al nuevo gobierno que el 2024 sí o sí en España sea el año del impulso a la electrificación si queremos conseguir los objetivos [Agenda 2030], porque estamos a la cola de Europa. Para eso hay que tocar palancas. Una que el Moves III, que son las ayudas de estado, funcione y que esas ayudas sean eficaces en la gestión, de tal manera que lleguen al bolsillo del consumidor en el momento cero. Para eso hay que tocar la fiscalidad, todos los demás países lo han hecho y se ha bonificado el iva. Por ejemplo, en Noruega, hacen un descuento del 24% del iva en la factura de un vehículo eléctrico. Eso ya es un incentivo casi definitivo para comprar. La fiscalidad es la palanca más poderosas que tenemos para impulsar la electrificación.
Pero cambiar de coche no es el único esfuerzo en pro de la sostenibilidad automovilística.
Un coche eléctrico supone mucho, pero no es el objetivo. Lo es la descarbonización, es decir, ser sostenibles con el medioambiente en toda la cadena completa. No se puede permitir que haya coches de más de 20 años circulando. Lo que se consigue por un lado, se pierde por el otro. Las instalaciones como los concesionarios están haciendo un esfuerzo fortísimo para ser centros de movilidad de cero carbono: impulsan la energía fotovoltaica, tienen sensores, cambian las cabinas de pintura que funcionaban con gasoil a alternativas eléctricas… Y cada vez hay más tecnología verde, como el hidrógeno, los e-combustibles. Todo lo que permita avanzar hay que aceptarlo, no podemos ser papistas.
Respondiendo a esta pregunta basándose en su trayectoria y experiencia, ¿hay esperanza de un futuro verde o vamos tarde?
La hay, porque cuando tú ves el I+D que se aplica a los materiales que fabrican los coches, que pueden moverse perfectamente dentro de la economía circular, hay una avance fortísimo que es una referencia en nuestro país. Las baterías, por ejemplo, ya son objeto de investigación para darles otras vidas. Hay mucha gente pensando en cómo alargar la vida de los materiales y cómo reutilizarlos, y España es líder en esto, pero no sacamos pecho.
¿No sacamos pecho? ¿Por qué?
No lo sé, pero es verdad que cuando nos acercamos a empresas que después de tanta inversión en I+D te hablan de porcentajes conseguidos y de las mejoras, a veces entre un 80% y un 90%, con respecto a una década… Es que eso no se lo decimos al ciudadano de a pie y entonces no crea poso y la sensación es de que no se hace nada, de ahí que a veces el consumidor piense «si las empresas no hacen nada por el planeta, no lo voy a hacer yo”, cuando en verdad sí lo hacen y mira a qué porcentajes. Es una asignatura pendiente, sin duda.
Mira, una prueba real está en los coches, aunque no se aprecia a simple vista. Ergonómicamente los coches avanzado y en caso de accidente protegen a las personas. En los coches que llevan esa innovación hay menos tasa de accidentes. O el caso del ADS, que ayuda a conducir mejor. Lo mismo ocurre en la parte medioambiental, pero no es tangible, porque si no lo vemos, no lo creemos.
Pero las ayudas sí podrían ser tangibles.
Sí, eso es verdad. Es un objetivo del país y el estado tiene que personarse dando ayudas muy claras para que el ciudadano se suba al carro que tiene que subirse, que es el de la compra de vehículos que velen por la salud del medioambiente.
Y que den ayudas para infraestructuras, no sólo al ciudadano para comprar coches.
Totalmente, porque se avanza pero el país no está todavía dispuesto para que la circulación verde se asiente. El producto está, pero si el cliente no tiene la seguridad de poder repostar en cualquier parte de su camino, por ejemplo, a Almería, no va a confiar. Y no sólo eso, sino que al consumidor hay que darle la seguridad de que podrá repostar en tiempo razonable, porque no se le puede pedir que esté ocho horas esperando a que su coche está apto para seguir circulando. También hemos pedido mapas para que el ciudadano sepa dónde está el punto de recarga, con independencia de la compañía, y en una sola app. Tan sencillo como eso. Hay países que lo tienen y son países con una cuota de mercado mucho mayor.
Hablando de la cuota de mercado, ¿cómo van las cifras de venta en España?
El año pasado se cerró con 900.000 unidades, sólo 70.000 de ellos eran coches eléctrico puros. Algo insignificante. Lo ideal sería que para 2030 hubiera una cuota del 60% de coches electrificados vendidos, contando con ayudas, porque si no hay ayudas, entonces ni hablamos del tema.
¿Y qué respuesta les ha dado el Gobierno?
La respuesta es buena. Las medidas están y han escuchado que en el reparto de ayudas hay tener prioridades y que siempre sean directas en facturas o en medidas fiscales. Hay voluntad.
Hemos revisado el panorama actual del sector y hemos mirado a su futuro. En cuanto a usted, ¿cómo está siendo su experiencia como mujer en un mundo de hombre por antonomasia?
Soy mayor, así que puedo permitirme ver la foto desde la distancia. Hay una evolución. Siempre hago la misma broma, pero cuando entré a trabajar en este sector las salas de reuniones olían a colonia de hombres y estaba todo lleno de corbatas; ahora, entras y hay mucho más colorido. No el suficiente, porque creo que todavía no estamos donde deberíamos estar, pero hay color. Sobre que no estemos en el lugar que debiéramos no tienen culpa los hombres. Es un tema de cosas que hay que cambiar. Por ejemplo, para mí, que esté la mujer arriba, es una transformación cultural, y eso ya está pasando. Hemos aceptado que el talento no tiene género. La mujer tiene que pensar que si quiere llegar tiene que estar dispuesta a hacer los mismos esfuerzos que ellos, porque esto no va de hombres y mujeres, va de empresa; las mujeres se atreven más a hablar y se acepta que venimos a sumar. Aportamos mucho en el nuevo destino que está tomando el sector, que es de apostar más por el servicio que por el producto, y en esto, nosotras, culturalmente llevamos mucho ganado: sabemos gestionar mejor los conflictos, somos fuente de inspiración y de influencia…
Queda mucho por hacer, está claro. ¿Qué tendría que cambiar para alcanzar esos contados puestos de liderazgo?
Hay que atreverse. Sin complejos. Parece que a veces nos escondemos y esperamos que vengan a buscarnos. Tienes que visibilizarte y exteriorizarlo. Mira, los porcentajes de diversidad en las empresas ya son algo indiscutible, porque todos los estudios demuestran que donde hay equipos mixtos la empresa es mucho más eficiente y productiva, pero hay que ir a por ello de manera personal, no basándonos en los porcentajes o las cuotas.
Estamos rompiendo el techo de cristal, ¿pero hay riesgo de que el techo vuelva a formarse?
Quiero pensar que no y lo veo así. Una vez que empecemos esto será imparable, se normalizarán las conductas y habrá hombres y mujeres sin necesidad de ponernos a pensar en porcentajes. Todo parte de la enseñanza de que la independencia económica es lo que te da libertad. Si trabajamos en enseñar eso desde edades tempranas, no habrá diferencias en las generaciones futuras, entre hombres y mujeres.
Hablemos de usted. Si echamos la vista al futuro, ¿qué planes personales tiene para aportar a al industria a la que pertenece?
Me gustaría que cuando pase la próxima presidencia hayamos afianzado las transiciones que hemos hablado, de forma sólida, sin traumas, sin perder a nadie en el camino y todos abrazados al futuro verde, donde todos ganemos un empleo mejor y la gente esté a gusto en el entorno de la movilidad. También haber contribuido a que el mercado sostenible haya generado unión, porque un país donde se venden coches es un país donde se fabrican coches, y eso supone un país fuerte en industria y mercado. Y, por supuesto, haber servido de arrastre para un montón de mujeres y haber pintado un sector con más color.