Gestionar una empresa es una tarea muy complicada, pero no imposible. No se nace sabiendo, y es la experiencia la que facilita saber bien qué es lo mejor para que una empresa, ya sea grande o pequeña, funcione y no fracase.
Se dice que de los errores se aprende, pero si se puede evitar el daño que suponen estos fallos, la empresa funcionará mejor y no será necesario, por ejemplo, tomar medidas extraordinarias que enmienden estas equivocaciones en la gestión.
Uno de los errores más frecuentes, y quizá el de más calado, es el exceso de confianza. Es bueno tener seguridad en uno mismo y en tu empresa, pero fijarse metas que son muy difíciles de alcanzar pueden llegar a ser un lastre para conseguir sacar adelante cualquier tarea. Hay que ser realista, que no pesimista, y fijar unas previsiones posibles de alcanzar. De esta situación deriva otro grave error, que es no saber mantener la calma y tomar las riendas en momentos en los que las cosas comiencen a torcerse.
El mercado está en constante cambio, actualizándose para responder a las demandas de los clientes. Por eso, para conseguir resultados positivos, valerse de lo hecho en el pasado es un error. Es necesario mirar hacia el futuro y renovar proyectos o líneas de negocios que no funcionen. También es otro error no fijarse en el entorno. Analizar el cambiante estado del mercado es importante pues así se conoce de primera mano cómo actúa tanto la competencia como los clientes, pudiendo operar conforme a lo que hay y así acertar.
No escuchar y rechazar otras opiniones diferentes a las propias es uno de los fallos graves que tienen muchos líderes de empresas. De esta forma el coste de oportunidad es enorme, pues muchas ideas que pueden ser positivas para la empresa se pierden. Así, en muchas ocasiones estos líderes acompañan este error con otro al justificar decisiones que, aún sabiendo que no son viables, defienden su postura para no perder autoridad frente al resto de trabajadores.