Este estudio de la Universidad de Rockefeller de Nueva York evidenció el poder de los olores, una información analizada por el cerebro reptiliano, encargado de las funciones fisiológicas involuntarias de nuestro cuerpo y responsable del reflejo-respuesta. De este modo, los olores impactan en nuestro cerebro más primitivo con un gran poder evocador, lo que les ha convertido en un interesante campo de experimentación para el marketing.

Nadie duda de que cuando entramos en una panadería, el olor a pan recién horneado nos incita a probarlo. Son muchas las empresas que trabajan con técnicas de marketing olfativo como apoyo a la venta, así tenemos coches de segunda mano que huelen a recién estrenado gracias a esencias de cuero, o agencias de viajes que se perfuman con olor a coco, que identificamos con la playa.

Otras empresas trabajan en crear su odotipo, un olor característico que defina su marca, por ejemplo, una cadena hotelera que recibe con este mismo aroma a los huéspedes de todos sus establecimientos.

Sin embargo los expertos no creen que esta herramienta ofrezca un gran rendimiento por sí sola si no forma parte de una estrategia más compleja en la que entren en juego otras armas del neuromarketing. En este contexto de experimentación, una de las pruebas más interesantes que se han publicado es la de Dunkin’ Donuts.

La marca de rosquillas y café eligió Seúl para instalar en sus autobuses urbanos unos dispensadores de aroma a café recién hecho que se activaban al tiempo que se ofrecía un spot publicitario: las ventas de café en las tiendas más cercanas a las paradas recibieron el 16% más de visitas y un incremento en las ventas del 29%. Los números mandan.

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