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¿Puede blockchain acelerar el ‘fan fiction’ y proteger a los autores de la amenaza de la IA?

El depósito digital inmutable de propiedad intelectual de Story Protocol permitiría a los aficionados participar en películas, libros, juegos y música. También podría servir de modelo a los titulares de derechos de autor que deseen protegerse de la inteligencia artificial.
El plan del empresario en serie Seung Yoon Lee para revolucionar la industria del entretenimiento podría dar a los aficionados a la ficción un asiento virtual en la sala de guionistas. (Foto: Jamel Toppin para Forbes)

Internet le dio una oportunidad al fan fiction, facilitando que escritores y lectores se encontraran y se obsesionaran con sus personajes favoritos. La inteligencia artificial (IA) le está aplicando hormonas de crecimiento, facilitando la animación y ofreciendo sugerencias de trama propias.

El siguiente paso podría ser el nirvana para los fanáticos de la ficción. ¿Y si los devotos de Hércules Poirot o Buffy Summers pudieran beneficiarse de la creación de nuevas historias e influir en la evolución oficial de personajes e historias queridos en lugar de basarse en el trabajo de los autores originales como una labor de amor no remunerada?

Seung Yoon Lee cree que eso es deseable e inevitable. Emprendedor en serie con un título de Oxford que nunca ha trabajado a tiempo completo para nadie más –y miembro de la lista Forbes Asia 30 Under 30 de 2016–, Lee ha recaudado 54 millones de dólares de financiación, incluidos los 25 millones anunciados este mes, para su startup Story Protocol. La financiación fue liderada por Andreessen Horowitz, el peso pesado del capital riesgo de Silicon Valley, y contó con la participación de la unidad de capital riesgo de Samsung; el empresario Bang Si-hyuk, cuya empresa gestiona la banda de chicos coreanos BTS, y los cantantes norteamericanos Justin Bieber y Ariana Grande; el cofundador de TPG David Bonderman, y la empresa de medios 11:11 de la socialité Paris Hilton.

Story Protocol es un sistema de repositorio basado en blockchain que permite a los creadores aceptar y fomentar las aportaciones de su público. Los productores de fan fiction podrían aportar desde la generación de ideas hasta las historias autorizadas. La oportunidad abarca todo el sector mundial del entretenimiento y los medios de comunicación, que la empresa de contabilidad y consultoría PwC estimó en junio en 2,3 billones de dólares de ingresos en 2022. La combinación de cine, televisión y streaming representa casi 500.000 millones de dólares de ventas anuales, seguida de los juegos, con 213.000 millones; los libros, con 66.000 millones; y la música, donde el sistema Story Protocol podría ser útil en relación con la remezcla de canciones, con 61.000 millones.

Andreesen Horowitz, conocida asimismo como a16z, también dirigió una ronda principal de 29 millones de dólares que se anunció en mayo. «Su visión para resolver algunos problemas fundamentales que aquejan a la industria de los medios de comunicación y el entretenimiento es lo que realmente nos convenció para doblar la apuesta: rastrear la procedencia, catalogar la propiedad intelectual e incentivar la remezcla y las nuevas formas de creatividad», explica a Forbes Sriram Krishnan, socio general de a16z Crypto. Ni él ni Lee quisieron revelar la valoración global de la startup implicada en la financiación hasta la fecha.

El sistema parte de un depósito de propiedad intelectual similar a GitHub, un servicio de colaboración y alojamiento de programas informáticos. Andreessen Horowitz fue uno de los primeros patrocinadores de la empresa, que ahora es propiedad de Microsoft.

Lee afirma que el repositorio de Story Protocol se mantendrá en Ethereum blockchain, proporcionando acceso global a muchos tipos de propiedad intelectual –incluida la literatura, el vídeo y la música– con condiciones regidas por contratos inteligentes autoejecutables. Lee, que se hace llamar S.Y., afirma que esto permitirá una comunicación rápida entre colaboradores y puede eliminar a los intermediarios tradicionales de la ecuación. Quienes registren propiedad intelectual nunca tendrán que interactuar con el servicio más allá de eso, pero Lee afirma que muchos querrán hacerlo.

«Una vez que la propiedad intelectual está registrada en blockchain», afirma, «se concede al propietario el control total, incluido el establecimiento de condiciones de licencia o remezcla con unos pocos clics en lugar de contratar a todo un equipo de abogados».

Esas transacciones son una de las formas en que Story Protocol planea ganar dinero, cobrando «un pequeño porcentaje» de cada uso. Dice Lee, mientras que el depósito será gratuito. Por ahora, la empresa trabaja en desarrollar su tecnología, añade, y pueden surgir otras oportunidades de beneficio «a través del valor capturado» al «facilitar la actividad económica». Hay «muchas formas de traducir esa captura de valor, incluido el modelo que adoptaron Ethereum y Bitcoin» al crear criptodivisas, pero no quiso dar más detalles.

Lo que hace oportuna su propuesta es el efecto perturbador que puede tener la unión de la inteligencia artificial y los contenidos generados por los fans, especialmente en el entretenimiento visual. La IA permitirá que ese material crezca «exponencialmente en cantidad y calidad», escribió Lee en un correo electrónico. Desbordará la capacidad de los titulares de derechos de autor para vigilar el uso de su material». Como prueba de que la tecnología está casi lista para competir con Hollywood, Lee señala los anuncios falsos basados en personajes de ficción, como un anuncio reciente de la firma de moda de lujo Balenciaga basado en la serie Harry Potter de J.K. Rowling, que ha conseguido diez millones de visitas en Youtube.

Según Lee, «lo que antes era una subcultura de fan fiction y fan art limitada a unos pocos sitios web inundará las principales plataformas sociales, y el coste de producción de contenidos ‘suficientemente buenos’ tenderá a cero». «Las marcas y los propietarios de propiedad intelectual no tendrán más remedio que reaccionar con rapidez».

La serie de inversores que respaldan Story Protocol indica que Lee puede estar en lo cierto.

«Vemos que algunas de las ideas más creativas de Internet no se trasladan a formatos más largos, como el cine o la televisión», dice Krishnan, de a16z. «Hoy, en cambio, vemos muchos remakes de viejos programas o series de cómics». Krishnan atribuye esta situación a que la propiedad intelectual general sigue siendo «reservada y de sólo lectura, a pesar de que las franquicias multimedia atraen a algunas de las comunidades más ávidas e imaginativas».

El multimillonario David Bonderman, de TPG, financia Story Protocol por cuenta propia y, según explica a Forbes por correo electrónico, invierte en la idea de que la propiedad intelectual debe cambiar. «El libro de jugadas sobre cómo crear la próxima franquicia taquillera y el abastecimiento de IP originales está cambiando rápidamente. Nadie sabe qué se mantendrá».

Según Lee, ese rápido cambio refleja en parte las mejoras en el realismo de la imagen, la animación y la generación de texto mediante IA, que se combinan para amenazar el modelo de gran empresa que domina la producción de contenidos. Pronto la gente podrá combinarlos de modo que «puedes tener una historia completa con ilustraciones de primer nivel y un vídeo teaser de treinta segundos en cuestión de semanas, si no de días».

A Lee se unen los cofundadores Jason Levy, que será el jefe de operaciones, y Jason Zhao, que dirige el desarrollo del protocolo real que hay detrás de Story Protocol. Levy tiene experiencia en entretenimiento móvil y pasó cinco años como analista financiero de Apple, dice Lee, mientras que Zhao es un aficionado a la tecnología que ha estudiado filosofía.

David Goyer, cineasta y novelista autor de las trilogías de Blade y El caballero oscuro, ha firmado como asesor.

S.Y. Lee, de 32 años, es hijo de Hong Kun Lee, traumatólogo, y Sung Hye Jung, profesora de Diseño de Moda y Textil en la Universidad Inha de Incheon (Corea del Sur). Sus dos abuelos habían sido empresarios, pero sus negocios acabaron fracasando. Sus padres se dedicaron profesionalmente a ello y querían lo mismo para su hijo, aunque su madre se retiró del mundo académico y ahora dirige una empresa de bufandas.

Lee empezó su carrera en Washington en el verano de 2008, sin que le picara el gusanillo empresarial. Vivía con una tía en Virginia y consiguió unas prácticas con Bobby Scott, el demócrata que representa al tercer distrito del estado desde 1993. Lee empezó a sentir fascinación por la política y pasó el verano siguiente haciendo prácticas en la Asamblea Nacional de Corea del Sur, en su Seúl natal.

Una de las conclusiones que sacó de sus experiencias en ambos países fue que Corea del Sur estaba entonces «extremadamente americanizada» y Lee pensó que debía adquirir una perspectiva europea. Eso le llevó a la Universidad de Oxford, donde se licenció en Filosofía, Política y Economía en 2014. Tardó cuatro años en graduarse en lugar de los tres habituales porque pasó la mayor parte de 2012 como presidente de la Oxford Union, una sociedad de debate independiente cuyos miembros proceden principalmente de la universidad. Entre los presidentes anteriores figuran los exprimeros ministros británicos William Gladstone, Edward Heath y Boris Johnson; Benazir Bhutto, exprimera ministra de Pakistán; y William Rees-Mogg, exdirector del Times of London.

El trabajo en Oxford Union permitió a S.Y. recibir a oradores invitados como el exsenador John McCain, el cofundador de PayPal Peter Thiel y Psy, el rapero coreano del entonces exitoso vídeo Gangam Style, ampliando sus contactos en el mundo de la política, las finanzas y el espectáculo y cambiando el rumbo de su carrera. «La política era muy agotadora emocionalmente», dice, y empezó a «interesarse mucho por el emprendimiento».

En el verano de 2014, Lee encontró su vocación. Había estado escribiendo entrevistas como freelance para el diario coreano JoongAng y había llegado a creer que el «modelo de periodismo impulsado por la publicidad estaba roto». Lee dijo que se le ocurrió la idea de una interfaz online «para poner en contacto a lectores con periodistas», permitiendo a los usuarios financiar a los escritores que les gustaban. Este modelo de crowdfunding dirigido se convirtió en Byline.com, que se lanzó en 2015, con unos 850.000 dólares de financiación que incluían aportaciones del multimillonario inmobiliario Nicolas Berggruen –al que Lee recibió en la Oxford Union y que ha invertido en Story Protocol– y Jaewoong Lee, fundador de Daum, un portal web surcoreano que ahora es propiedad de Kakao Entertainment de Seúl.

Byline sigue existiendo en una forma diferente, pero Lee se ha retirado porque «no escaló como yo esperaba».

El problema, dice, era que los lectores pagaban a los escritores para que les dijeran lo que querían oír, en lugar de lo que necesitaban saber. El sitio se convirtió en una cámara de eco político. En 2016, Lee y el cofundador Daniel Tudor entregaron los activos de Byline por «una pequeña cantidad de dinero» a los periodistas Peter Jukes y Stephen Colegrave, quienes acordaron que «el crowdfunding por sí solo no apoyaría el periodismo independiente», según una publicación de marzo de 2019 en el sitio. El negocio se ha convertido ahora en un periódico mensual llamado Byline Times con crowdfunding limitado, y tiene varias empresas afiliadas.

Lee ya tenía una nueva idea preparada, Radish Fiction, que se desarrolló bajo la misma entidad corporativa que había sido propietaria de Byline y se quedó con algunos de sus empleados técnicos. Llevaba la ficción por entregas a los dispositivos móviles de Estados Unidos, siguiendo una práctica que se había desarrollado previamente en Asia. «Como surcoreano, vi el auge de la lectura móvil de ficción por entregas y cómics en Corea del Sur, Japón y China», explica a Forbes. «Sin embargo, pensé que Estados Unidos llegaría tarde a esta tendencia porque los lectores se pasaron primero a Kindle antes de acostumbrarse a la lectura móvil. Pensé que en Estados Unidos todos acabarían leyendo ficción en serie y cómics en el teléfono, y ya había pruebas de su enorme popularidad, desde las web de ficción de fans hasta las populares obras en serie online, desde Cincuenta sombras de Grey hasta The Martian«.

Radish, lanzada en febrero de 2016, ofrecía inicialmente contenidos generados por los usuarios, pero ahora se concentra en ficción seriada diseñada especialmente para su app. Está especializada en ficción romántica y fantástica, dos géneros que se prestan a la serialización y que Radish adapta a la demanda de los lectores. Las historias más populares se actualizan con mayor frecuencia, varias veces al día cuando los usuarios se dan un atracón, y los lectores que quieren recibir los nuevos capítulos en cuanto se publican pagan un extra. Los precios varían en función de varios factores, pero el coste por capítulo ronda los treinta céntimos.

La idea despegó rápidamente y llevó a Lee a la lista Forbes Asia 30 Under 30 de 2016. Radish recaudó unos tres millones de dólares en financiación a finales de enero de 2017, según Crunchbase. Otros 63,2 millones de dólares llegaron en una ronda de financiación de serie A en agosto de 2020, liderada por SoftBank, que se utilizó para ampliar su personal de redacción y mercado. Menos de un año después, Kakao compró toda la empresa por 440 millones de dólares.

Eso dejó a Lee con los bolsillos llenos de dinero –en el rango de «nueve cifras», dice–, pero también con una creciente sensación de que la industria del entretenimiento necesitaba un nuevo modelo de negocio. «Uno de los retos a los que me enfrenté con Radish –y también con Byline– fue que no sólo hay que invertir mucho dinero en los contenidos, sino también en su comercialización», explica a Forbes. Los costes de marketing de Radish se dispararon después de que Apple cambiara sus normas de privacidad y obligara a los usuarios a aceptar el seguimiento de su actividad.

Según él, ya existe una «superabundancia» de material en Internet. La IA está a punto de aportar mucho más.

Story Protocol está diseñando una tecnología que permitiría a los creadores de contenidos asociarse con sus fans para acelerar la producción de nuevas obras, con franquicias de ficción como el Universo Cinematográfico Marvel o los spinoffs de Mr. Mercedes de Stephen King como terreno especialmente fértil. En este momento, la empresa está desarrollando su repositorio basado en blockchain, que existe para registrar la propiedad intelectual que los titulares de derechos de autor decidan presentar.

Por encima vendrán aplicaciones conocidas como módulos que permitirán realizar funciones con esa propiedad intelectual, como licencias, derechos de autor, seguimiento de obras derivadas y autorización para remezclar música. Lee dice que espera que los primeros módulos aparezcan a finales del tercer trimestre de 2024. Aunque Story Protocol diseñará un conjunto inicial, los desarrolladores externos también podrán añadir los suyos propios.

Su idea es convertir la propiedad intelectual en una especie de red formada por aficionados y creadores. Los fans se convierten en algo más que consumidores, pueden añadir o transformar la propiedad o incluso financiarla, con la blockchain proporcionando un mecanismo eficiente de seguimiento de las adiciones y ediciones de cada propiedad, así como de los términos de los pagos o inversiones.

Eva Lau, que con su marido Allen ayudó a desarrollar el sitio web de relatos Wattpad –competidor de Radish– dice que el efecto de red puede funcionar de diferentes maneras. La gente crea cosas como «canciones para las historias y fan art, inspiradas en el arte principal», explica, y este tipo de contribuciones podrían añadirse al repositorio, extendiendo la marca.

La tecnología blockchain, que crea libros de contabilidad inmutables, es idónea para rastrear los desarrollos en un depósito de información, agrega Lau, quien junto con su marido dirige Two Small Fish Ventures, con sede en Toronto, uno de los inversores de la ronda inicial de Story Protocol.

Lee no sólo se dedica a crear redes, sino que busca el efecto red, la idea de que un sistema adquiere más valor a medida que tiene más usuarios. Desarrolló la idea de vincular a fans y creadores tras sentirse frustrado por el «inadecuado modelo de negocio» de las empresas de contenidos, y se topó con una investigación de Andreesen Horowitz que se hacía eco de sus conceptos, lo que le animó a buscar el respaldo de la firma.

Un año de franquicias: Las películas estadounidenses más taquilleras en 2022.

Hollywood confía en las secuelas y las películas derivadas para impulsar los ingresos de taquilla. El sistema de Story Protocol podría permitirles aumentar su producción con las aportaciones de los fans.

Como prueba de que la estructura de entretenimiento tradicional impulsada por los estudios está en apuros, Lee señala la lista de las diez películas más taquilleras de Estados Unidos en 2022, todas ellas partes de franquicias cinematográficas. La lista está encabezada por Top Gun: Maverick, que recaudó 718,3 millones de dólares, según Box Office Mojo, y fue la secuela de una película que se estrenó 36 años antes. «Los estudios se limitan a invertir todo su presupuesto en lo que ha funcionado», afirma en un correo electrónico. «Nadie quiere correr riesgos».

La ficción de los fans es casi tan antigua como la ficción misma. ¿Quién era Júpiter sino una nueva versión de Zeus?

Gran parte del género se basa en personajes de series de televisión y literatura o franquicias cinematográficas. Antes de Internet, solía aparecer en fanzines, que solían ser panfletos mimeografiados o fotocopiados sobre un tema concreto con diversos artículos que incluían ficción. Star Trek inspiró uno de los primeros esfuerzos basados en una propiedad de los medios de comunicación de masas, un título llamado Spockanalia que se estrenó en 1967, el segundo año de la primera encarnación del programa de televisión.

La World Wide Web (WWW) ofreció a los autores una forma de llegar a muchos más lectores que las pequeñas publicaciones impresas, y una vía mucho más cómoda para crear comunidades entre los aficionados a las series de ficción. Sitios sin ánimo de lucro como FanFiction.Net y Archive of Our Own permiten a los autores publicar sus obras, y Wattpad, un sitio para escritores aficionados que se vendió a la surcoreana Naver por 600 millones de dólares en 2021, tiene una sección de fanfic que está excluida de varios planes de compensación disponibles para autores de otras categorías. Todos ellos dicen que no permiten material que viole la protección de los derechos de autor.

Algunas obras comienzan como fanfics, pero mediante un proceso conocido como «eliminar los números de serie», los autores pueden retocarlas para que sean lo suficientemente inespecíficas como para eludir las restricciones de los derechos de autor, según Rebecca Tushnet, profesora de la Facultad de Derecho de Harvard especializada en cuestiones de propiedad intelectual. «Mucha gente ha creado sus propias versiones de la Federación y las razas alienígenas de Star Trek (The Orville, de Seth MacFarlane, es un gran ejemplo televisivo), y Cincuenta sombras de Grey tiene una estructura argumental similar a Crepúsculo, pero sin vampiros».

Cincuenta sombras, un libro que sigue la relación de una recién licenciada y un hombre de negocios unos años mayor que ella con prácticas eróticas como telón de fondo, fue el primero de una trilogía que también dio lugar a una trilogía cinematográfica y tres novelas derivadas. Sólo las películas han recaudado 1.300 millones de dólares, según Box Office Mojo. Pero esto es atípico. «La fan fiction no comercial tiene su propia ética y sus propias normas, que no encajan bien con los proyectos lucrativos y la supervisión corporativa», explica Tushnet a Forbes por correo electrónico.

La «inmensa mayoría» de la ficción de los fans no es comercial, lo que lleva a muchos propietarios de derechos de autor a tolerarla, sobre todo porque «suele ser un mal negocio demandar a tus mayores fans«, dice Tushnet, que está asociada con la Organización de Obras Transformativas, que respalda Archive of Our Own.

A la difunta Anne Rice, cuya novela Entrevista con el vampiro (1976) dio lugar a una serie de novelas del género de los muertos vivientes, no le gustaba que los aficionados se entrometieran en su obra. «No permito la fan fiction«, escribió en una misiva publicada en su web en el año 2000. «Los personajes tienen derechos de autor. Me molesta terriblemente pensar siquiera en fan fiction con mis personajes. Aconsejo a mis lectores que escriban sus propias historias originales con sus propios personajes. Es absolutamente esencial que respeten mis deseos». Rice, que murió en 2021, moderó su postura más adelante, pero la denuncia permanece en su web.

Otros adoptan un enfoque diferente. Paramount Global, productora de la franquicia Star Trek, quiere que «los cineastas aficionados muestren su pasión por Star Trek» siempre que sean relativamente cortos y no comerciales. En su web hay una lista de otros requisitos, entre ellos que no puede aparecer ningún producto pirata de Star Trek.

Hay algo de la idea del Protocolo de Historias en el planteamiento de Paramount, pero se trata de una comunicación unidireccional. El propietario del estudio dice a los creadores de fan fiction lo que pueden hacer, pero éstos no tienen una forma fácil de responder. Aun así, su lista de requisitos es algo que podría escribirse en un contrato inteligente que permitiera la aparición de obras no comerciales sin temor a repercusiones por derechos de autor.

Los inversores de Story Protocol parecen estar invirtiendo en Lee tanto como en su empresa. A Bang, el gestor de talentos coreano, le gusta que «escucha atentamente a los demás y no tiene miedo de aplicar lo que ha aprendido de lo que ha oído». Son cualidades importantes cuando se trata de alterar un sector empresarial de 2,3 billones de dólares.

La inversión de Bonderman se produjo a través de conocidos suyos que conocían a Lee, entre ellos Berggruen, patrocinador desde hace tiempo. «Aunque conozco a Seung Yoon desde hace poco tiempo, tenemos amigos en común que le conocen desde su época de presidente de Oxford Union», explica a Forbes el fundador de TPG. «Al igual que ellos, la inteligencia y la ambición de Seung Yoon me parecieron evidentes».

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