Si Trump mantenía como presidente el escepticismo –por ser suaves– contra el calentamiento global que había caracterizado a su campaña, estaba claro que la constancia en la lucha contra las emisiones de CO2 y la apuesta por las renovables tendrían que buscarse otro líder que los defendiera. Así fue. El primero de junio el magnate cumplió su promesa y retiró a Estados Unidos del Acuerdo de París, uno de los pactos climáticos más importantes que se han firmado hasta ahora. Fueron muchos los que miraron entonces a Europa y sus empresas de energías renovables. ¿Aguantarían el golpe? ¿Encontrarían la forma de salir reforzadas?
Cuando Trump anunció solemnemente la retirada de Estados Unidos del Acuerdo de París, estaba diciendo con otras palabras que Washington ya no se comprometía a imponer la reducción de las emisiones nacionales entre un 26 y un 28% para 2025 con respecto a los niveles de 2005. Si el nuevo presidente iba más allá y cancelaba las iniciativas energéticas claves de su predecesor, Barack Obama, algunas consultoras como Rhodium Group estimaban que podía terminar reduciendo sólo el 14%.
No se trataba de cualquier país. Hablábamos de la primera potencia mundial, de uno de los principales impulsores de la lucha contra el calentamiento, de uno de los grandes mercados de renovables del mundo y de uno de los dos países más contaminantes. Para José Galíndez, presidente de Solarpack, era muy mala noticia que no mantuviera su compromiso con las emisiones de efecto invernadero y la construcción de capacidad en los países menos desarrollados. Francesc Xavier Mena, profesor del departamento de Economía, Finanzas y Contabilidad de ESADE, ve con claridad que “estas circunstancias harán que se retrase la transición energética hacia un modelo más sostenible y basado en las energías renovables”. ¿Cómo reaccionarían las empresas europeas y sus accionistas?
Fuentes de Iberdrola, que cotiza en la plaza de Nueva York a través de su filial Avangrid, aseguran que, por el momento, el anuncio de Trump no cambia nada en su estrategia en la primera potencia mundial: “Iberdrola mantiene su compromiso con Estados Unidos, donde prevé invertir 9.000 millones de dólares en el periodo 2016-2020”. Ricardo Chocarro, CEO para el Sur de Europa y África de Siemens Gamesa, afirma que después del anuncio el futuro de las energías renovables en general y de la energía eólica en particular sigue siendo “prometedor”. En la jornada inmediatamente posterior al mensaje de Trump, los inversores apenas alteraron a la baja el valor de las acciones de las empresas verdes en todo el mundo. La reacción era y es sorprendentemente tranquila entre. ¿Por qué?
La respuesta es que las renovables en general, y las europeas en particular, cuentan con cuatro poderosos factores a su favor para aguantar la embestida de la Casa Blanca: la lucha contra el cambio climático en Estados Unidos no depende sólo de Washington; la tendencia mundial hacia la reducción de las emisiones puede continuar sin el liderazgo americano; la diversificación geográfica permite a las empresas diluir el impacto de cada mercado por separado y, en este caso, del estadounidense; y, por último, la eficiencia y la sofisticación de las grandes marcas de renovables del Viejo Continente, y el apoyo de las instituciones públicas, las han convertido en líderes mundiales y las hacen menos sensibles al recorte de las subvenciones.
Trump no es Estados Unidos
Alberto Martín Rivals, socio responsable de Energía y Recursos Naturales de KPMG en España, cree que ni se podía ni se puede “sobreestimar el impacto de las medidas del gobierno federal estadounidense, ya que gran parte de las competencias en materia de energía están en mano de los estados, y muchos de ellos mantienen políticas decididas de fomento de las renovables”. Hasta ahora, decenas de estados (destacan California, Massachusetts y Nueva York) y ciudades (incluidas las tres más pobladas, es decir, Nueva York, Los Ángeles y Chicago) han asegurado que continuarán con las medidas que permitían cumplir el Acuerdo de París.
Puede haber otros que, sin manifestarlo públicamente, sigan esa misma línea. Francesc Xavier Mena, de ESADE, apunta que “Texas, el estado petrolero por excelencia, emplea a más personas en el sector de las energías verdes que en el del petróleo”. Los cinco estados que más dependen de la energía eólica para generar su electricidad –Iowa, Kansas, Dakota del Sur, Oklahoma y Dakota del Norte– votaron por Trump en las elecciones…. y él, añade Mena, curiosamente “ha retirado a su país del acuerdo pero no ha cancelado el crédito fiscal que Obama prometió a las renovables hasta 2021”.
El segundo factor que explica la confianza de las multinacionales europeas y los mercados es que la transformación energética mundial, como decíamos, sigue pareciendo irreversible a pesar de la decisión de la Casa Blanca. En este sentido, fuentes de Iberdrola aseguran que “la transición hacia una economía baja en carbono no tiene marcha atrás” y que su compromiso con “la lucha contra el cambio climático es irrenunciable”. Por supuesto, la confianza de las empresas y sus accionistas también tiene mucho que ver con la reacción de los gobiernos de las principales economías del mundo al anuncio de Trump en los últimos meses.
Japón y la Unión Europea mostraron rápidamente su disgusto. El presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, fue especialmente contundente: “La lucha contra el cambio climático y toda la investigación, innovación y progreso tecnológico que proporcionará van a continuar con o sin los Estados Unidos”. China y la UE prometieron en junio que reducirían el consumo de combustibles fósiles mediante el desarrollo de tecnologías verdes y el apoyo a la captación de unos fondos que servirían para ayudar a los países más pobres a recortar sus emisiones. Un mes después, a principios de julio, Brasil, India, Rusia y China exigieron que se cumpliera lo acordado en la capital parisina.
Por todo el globo
El tercer factor que mitiga el impacto de la embestida es la diversificación geográfica de unas multinacionales verdes comunitarias que, como reconoce Álvaro Polo, managing director de Accenture Strategy, han aprovechado durante los últimos años “la internacionalización como una importante palanca para su crecimiento”. No lo fiaban, ni mucho menos, todo a la buena marcha de la primera potencia mundial.
Así, mientras Iberdrola actúa sobre todo en Estados Unidos, Reino Unido, México y Brasil, Ricardo Chocarro, CEO de Siemens Gamesa para el Sur de Europa y África, recuerda que ellos operan en más de noventa países, que son líderes en Europa, India, México, Reino Unido, Canadá y Norte de África y que se han convertido en el fabricante internacional de referencia en China. Solarpack está presente en España, Chile, Perú, Uruguay, Colombia, Estados Unidos, Malasia e India.
El cuarto factor que permitió que las renovables comunitarias hayan salido victoriosas por el momento frente al anuncio de Trump es su posición de liderazgo global. Como recuerda Álvaro Polo, de Accenture Strategy, Europa “aglutina a algunas de las principales empresas del mundo en energías renovables cubriendo además toda la cadena de valor, desde la ingeniería y diseño pasando por la fabricación de bienes y equipos de generación, la promoción y financiación de parques, la construcción, su gestión, operación y mantenimiento o la integración segura en el sistema eléctrico de las energías renovables y su comercialización”.
Su poder se explica tanto por el talento de las empresas como por el apoyo de las administraciones del Viejo Continente, que no se ha visto alterado tras el anuncio de Trump. La Unión Europea, según el presidente de Solarpack, “ha pagado la factura más alta en su desarrollo al facilitar el despliegue del eólico, el solar, la cogeneración y la mini-hidráulica” pero a cambio ha desarrollado un tejido industrial muy competitivo.
Así es cómo ni siquiera una de las decisiones más drásticas del hombre más poderoso e imprevisible del mundo, Donald J. Trump, ha conseguido doblegar o poner en cuestión el futuro de las multinacionales verdes del Viejo Continente, unas empresas que han resistido en los últimos diez años el gravísimo impacto de las derivaciones europeas de la crisis financiera mundial y un abaratamiento histórico del precio del gas y el petróleo, dos grandes fenómenos que también parecían insuperables y que, con muchas dificultades por supuesto, también fueron capaces de superar.