1. Tener un socio o asesor de negocio que piense diferente a ti: es básico para saber qué colores tiene la paleta con la que vamos a pintar. La objetividad no existe cuando no se tienen en cuenta las diferentes opciones empresariales que existen.
2. Dile a la gente que trabaja contigo qué tiene que hacer, no qué no tiene. La mano de obra humana no es un “factor de producción” por lo que tienen necesidades, emociones y ambiciones. Cuida de tu equipo de trabajo con este fácil consejo.
3. Enfócate en una sola misión: la simplicidad es importante, así que prioriza tus primeras metas y lánzate a por ellas, no querrás que se te acumulen los quehaceres y no hagas nada al final.
4. No hagas de tus trabajadores unos robots. Con esto quiere decir que no “automatices” procesos que pueden ser de otro modo, por lo que la creatividad y horizontes de tus empleados pueden desarrollarse. No estanques ni alinees a ningún recién llegado.
5. Elimina los trámites internos –siempre que se pueda-: ¿para qué ir en uniforme o seguir unos parámetros que hacen perder tiempo a la plantilla? Ser eficaces y prácticos hará que las jornadas laborales sean mucho más provechosas –y aparentemente cortas-.
6. Haz encuestas y muéstraselas a tus empleados o compañeros, han de saber cómo lo están haciendo. Premiar o reprochar una práctica llevada a cabo de forma temprana es la mejor forma de prevención. Haz un seguimiento de los resultados empresariales de tu start-up.
7. No temas al cambio: ser un cuello estrecho de botella que impide que salga el talento es una posición nada aconsejable. Pide opiniones y escucha al equipo hablar. A veces un movimiento estratégico radical en el rumbo empresarial es lo que salva a un jefe de caer en la ‘horca’ de la oficina.