Los periodistas hacen preguntas y las personas las responden. Así es como funciona la empresa periodística y así ha sido siempre. Es extraño que las personas nos cuenten sus historias, que nos dejen entrar en sus vidas. A veces los reporteros se sorprenden con la crudeza de las historias de ciertas personas.

A las personas les gusta ser escuchadas porque resulta gratificante. Es una confirmación que tus ideas, pensamientos y experiencias importan, que merecen el tiempo de otra persona. En algunas ocasiones esto puede resultar especialmente halagador. Cuando las personas se sienten escuchadas, se sienten también valoradas.

Asegurarse de que todo el mundo tenga una voz, resulta muy obvio pero también es algo que se infravalora cada día. Los lectores escriben cada día a sus columnistas preferidos cuando algo no les gusta. Algunas de esas críticas pueden contener una gran cantidad de enfado, e incluso amenazas de cancelar la suscripción. La razón es muy simple, no esperan ser escuchados y por eso gritan lo más alto posible. Al columnista solo le queda aguantar el chaparrón e intentar explicar sus razones.

Para ellos resulta extraño recibir feedback, no se esperan una respuesta. Seguramente esto consiga que el lector no deje de leer la revista después de todo.

Esto puede traspasarse al plano empresaria. Los consumidores necesitan ser escuchados, quizás por encima de todo. El servicio de atención al cliente se basa en escuchar, pero solo en cierta parte. El marketing se encarga de escuchar lo suficiente para reflejar las necesidades de las personas. Para obtener un buen producto es necesario escuchar y resolver. Si consigues hacer todo este trabajo de escucha, y construyes una gran compañía, algún reportero te llamará para preguntar cómo lo has hecho.