“Es un caso que precisamente por no ser tan triunfal, tiene su gracia”, admite Ricardo Pérez, creativo responsable de esta campaña que duró apenas unos meses en televisión y por la que su agencia, Ricardo Pérez Asociados, perdió la cuenta de la empresa arrocera sevillana, cuyos responsables pensaron, después de haberla aprobado y emitido, que contenía una expresión de grosero doble sentido. Sin embargo, el hecho de que el controvertido eslogan (“Ñaca, ñaca”) aún se recuerde y se asocie al arroz La Cigala, indica que en términos de efectividad publicitaria, aquella iniciativa de 1982 fue un éxito indiscutible.
La Cigala es una de las marcas de arroz registradas por Arrocerías Herba, empresa fundada por Antonio Hernández Villar (1894-1970), pertinaz emprendedor soriano que comenzó con una pequeña plantación en Calahorra (La Rioja). En los años sesenta, al conocer el potencial para su negocio de las marismas del Guadalquivir, en Sevilla, envío a dos de sus nueve hijos, Félix y Elías Hernández Barrera, a Andalucía, donde a partir de 1963 hicieron florecer su imperio arrocero. Cuando falleció el patriarca, se les unieron en la explotación de los cultivos sevillanos —cuya planta central sigue en San Juan de Aznalfarache— los hermanos Telesforo y Antonio. Procede añadir —pues quizá guarde relación con el abrupto desenlace de esta historia— que se trata de una familia de profundas creencias religiosas: Carmen (1930-2016), una de las hermanas de Félix, Elías, Telesforo y Antonio, destacó como teóloga y catequista, y creó en España, con Kiko Argüello, la comunidad católica Camino Neocatecumenal (a cuyos miembros se conoce popularmente como “los kikos”); desde 2022 las autoridades eclesiásticas estudian su beatificación.
A principios de los ochenta, Ricardo Pérez era uno de los publicitarios de moda. Campañas de enorme repercusión, como “Atún Calvo, claro” (1979) o “El que sabe, Saba” (1982), le habían situado en la élite del gremio gracias a un estilo muy personal, caracterizado por un uso implacable del humor. El propósito de Arrorecías Herba, recuerda Pérez, era “acentar la notoriedad de la marca. Y tal vez fue lo único que se consiguió”. Pérez llevó inmediatamente el encargo a su terreno. Lo primero que decidió fue asociar el producto con la gastronomía china. “Se podría haber relacionado con la cocina levantina —explica—, pero vincularlo a la cultura china le daba un aire más genérico. Se identificaba fácilmente con el arroz tres delicias”.
Y para recalcar ese enfoque, resolvió contratar a un actor natural de aquel país. La agencia convocó un casting, del que salió elegido un caballero chino que trabajaba, además, de cocinero. “Era el chef de un restaurante de bastante categoría, en la calle del Marqués de Villamagna de Madrid; un restaurante que ya no existe, aunque el local alberga hoy en día otro. Era un restaurante de zona noble. Y el actor, un tipo con un pedigrí bastante importante. Lo hizo muy bien: la actuación era creíble, agradable y simpática”.
El concepto del anuncio era bastante simple: el actor-cocinero, en plano secuencia, soltaba una parrafada en un idioma que parecía chino, lógicamente ininteligible para el espectador, como si fuese un experto culinario oriental que recomendaba el producto. En realidad, el guion no está en chino, ni en ninguna otra lengua; la monserga consiste en un divertido trabalenguas concebido por el actor de doblaje español, Pepe Moratalla.
Moratalla (1941-1988) empezó su carrera como actor infantil: apareció por primera vez en pantalla en Noche de Reyes, de 1947, cuando tenía seis años. En la década de los cincuenta participó en cintas como El milagro del sacristán (José María Elorrieta, 1954), Tres huchas para oriente (estrenada el mismo año y dirigida por el mismo realizador) o El golfo que vio una estrella (Ignacio F. Iquino, 1955). En 1960 se adentró en el terreno del doblaje, especializándose en papeles cómicos. Dio voz a Sammy Davis Jr. en Cuatro gángsters de Chicago (1964), a Don Adams en la serie Súper agente 86 (1965-1970), a Woody Allen en Toma el dinero y corre (1969) o a Jerry Lewis en varias cintas, y dejó su sello en no pocas películas y series de dibujos animados. Poco antes de colaborar en esta campaña, había doblado D’Artacán y los tres mosqueperros (1981). Quienes le conocieron hablan de un hombre afable, siempre presto a la broma. Como indica Ricardo Pérez, “el texto [de La Cigala] fue invención de Pepe Moratalla, un actor que tenía mucha gracia y al que solían darle papeles cómicos. Comentó que sabía cómo largar allí un texto que no dijera nada”.
La frase de la discordia
Solo una cosa se entendía del palique del actor chino. Hasta dos veces decía: “Ñaca, ñaca, La Cigala”. A continuación, la voz en off del locutor, sobre imágenes del producto en la elaboración de una paella, añadía en cristalino castellano: “Los entendidos lo dicen: para un buen arroz, unas buenas manos y una buena marca, La Cigala”. A modo de cierre reaparecía el cocinero asiático para subrayar: “Ñaca, ñaca, La Cigala, ¿complende?”.
¡En qué hora se le ocurrió a Ricardo Pérez aquello del “ñaca, ñaca”! “El sentido que quería darle era de ‘come, come’, una onomatopeya de masticar”, argumenta. Dado que la campaña se llevó a cabo, cabe deducir que a los directivos de Herba el eslogan les pareció adecuado. “La propuesta fue bien recibida”, confirma Pérez. Sin embargo, al poco tiempo de estrenarse en televisión, cayeron en la cuenta de que a la festiva expresión podían extraérsele connotaciones de dudoso gusto.
Pérez, quien por su comicidad desatada tiene experiencia en este tipo de conflictos —suya fue la campaña “De fruta madre”, para Cofrutos, que fue rechazada por Autocontrol, lo que le obligó a cambiar el jingle por “De fruta mamamá”, a ritmo de música chachachá—, sospecha que alguien en el seno de la familia Hernández o de su entorno más íntimo hizo ver que “ñaca, ñaca” podía tener un inadmisible significado soez. “Les llegaron noticias en contra”, señala el creativo. “A lo mejor pequé de ingenuo, pero al principio no capté ese doble sentido. Ahora sé que es sobre todo en Cataluña donde el ‘ñaca, ñaca’ se emplea para referirse al acto sexual. No caí en que era una frase como otra cualquiera. Luego me lo han afeado bastante”. Hasta la revista satírica El Papus le dedicó una portada. “Y cuando esa revista tocaba algo, era para ponerlo a parir”, añade.
El empleo de la expresión “ñaca ñaca” como sinónimo de relación sexual está hoy plenamente extendido por toda España. Pero, ciertamente, su origen parece situarse en Cataluña. Si visitamos las hemerotecas virtuales de algunos periódicos catalanes encontramos que en los años ochenta la locución aparecía con cierta frecuencia en la sección de anuncios por palabras. Por ejemplo, la sala Experience, entre Mataró y Sant Andreu de Llavaneras, ofrecía un “ñaca ñaca show” que seguramente no era gastronómico. Más recientemente, en 2020, el novelista y periodista Quim Monzó escribió en una columna en La Vanguardia, en la que abogaba por poner subtítulos a las películas pornográficas: “Mucha gente se burla del interés del demandante por seguir la trama de los filmes porque considera que no importa, y que lo que interesa es el ñaca ñaca”.
“Reconozco que quizá hubo un exceso de ingenuidad”, admite Pérez. “Tal vez hubo una falta de espíritu crítico por nuestra parte. No hubo nadie que nos parara antes de seguir adelante. No recibí ningún consejo que inhabilitara la campaña. Seguimos adelante y a la gente le hizo gracia. Para el público estaba bien”. Pero una vez que se puso sobre la mesa que el juego de palabras tenía un matiz sexual, la empresa pisó el freno. Retiró la campaña y rompió relaciones con Ricardo Pérez Asociados. “Perdimos la cuenta, en definitiva. No hubo ninguna bronca; no nos renovaron la confianza y ya está”. Esta campaña, que según él tampoco pasaría los filtros actuales (“estamos en una época de estrechez tremenda”, lamenta), “tuvo, por tanto, un mal resultado final para nosotros. Sin embargo, de los errores también se aprende”.
Pero la frase provocó intenso recocijo en los espectadores, y ha llegado a insertarse en la cultura popular. En una de las películas de Fernando Esteso y Andrés Pajares, el primero, disfrazado de chino, exclama: “Ñaca, ñaca la Cigala, ¿complende?”. En el carnaval de Málaga de 1983, la comparsa Los Soldaditos de Plomo concurrió con un tanguillo cuya letra hablaba de un encuentro con un chino y una china en Torremolinos: “Asombrados nos quedamos tos cuando el chino le dijo guasón: ‘Ñana, ñaca, La Cigala’. Y le echó mano al mogollón, ¿complende?”.
Antonio Hernández Callejas (1955), hijo de Félix y nieto, por tanto, del fundador, preside actualmente y desde 2002 Ebro Foods, grupo líder del sector alimentario en España que compró Herba en dos fases, entre 1989 y 2001. El conglomerado se llamaba entonces Ebro Puleva, pero tras la venta de la división de lácteos a Lactatis, adoptó su denominación actual. Ebro Foods agrupa, además de La Cigala, otras marcas de arroz como SOS, Brillante, La Fallera, Tilda Sundäri o Rocío (además de las pastas Garofalo y Santa Lucía, las trufas Arotz o las harinas Santa Rita). Félix y Blanca, nietos también del iniciador, ocupan cargos en el consejo de administración de Ebro Foods, de cuyo capital la familia Hernández controla el 15,9%.