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El rival descentralizado de Twitter respaldado por Jack Dorsey prepara su lanzamiento con un millón de usuarios

El antiguo jefe de Twitter eligió a Jay Graber para crear un 'spinoff' llamado Bluesky que permite a los usuarios controlar sus identidades en línea, y está a punto de salir al mercado. Elon Musk no le sigue el juego, pero, no obstante, está abriendo las puertas al proyecto.
Jay Graber, CEO de Bluesky, trabaja en la aplicación con miembros del equipo fundador. (Foto: Jenna Fernández)

La madre de Lantian «Jay» Graber creció en China durante la Revolución Cultural, una época en la que el Partido Comunista restringía estrictamente los libros y programas que se podían ver. La madre de Graber la llamó Lantian, que significa cielo azul en mandarín, «porque quería que tuviera una libertad sin límites», dice Graber, de 32 años. «Las oportunidades que ella no tuvo».

Tres décadas después, el nombre de Graber resultó profético. En otoño de 2021, mientras estaba de vacaciones en Hawai, sonó su teléfono. Parag Agrawal, a punto de convertirse en CEO de Twitter, le ofreció un trabajo al frente de una startup llamada Bluesky, concebida por el cofundador de Twitter Jack Dorsey para permitir a los usuarios del sitio de microblogging trasladar sus cuentas, sus mensajes y sus seguidores a redes sociales de la competencia. La idea era dar a los usuarios el control total de su identidad online. Dorsey, CEO saliente de Twitter, prometió que su red social sería compatible con Bluesky cuando estuviera lista.

Graber ya llevaba dos años trabajando en este proyecto paralelo de Twitter como parte de un equipo de élite de desarrolladores contratados por Dorsey y Agrawal. Aceptó el papel principal con una condición: Bluesky sería legalmente independiente de Twitter. Tras pasar gran parte de su carrera estudiando las estructuras sociales, con recuerdos de su madre perdiendo sus posesiones al huir de China, Graber había llegado a desconfiar de las autoridades centrales. «No se puede crear un protocolo descentralizado que vayan a adoptar muchas partes si pertenece en gran medida a uno de los actores existentes», afirma Graber desde su apartamento en el centro de Seattle.

Su insistencia en la independencia es clarividente. En octubre de 2022, Elon Musk, que entonces tenía más de cien millones de seguidores en Twitter, compró la empresa por 44.000 millones de dólares. Aunque el Twitter de Dorsey ya había pagado a Bluesky, con sede en Seattle, trece millones de dólares como parte de un acuerdo de servicio de cinco años, Musk puso fin rápidamente al acuerdo, incluido el futuro apoyo financiero y la promesa de utilizar la nueva tecnología.

La mano dura del nuevo propietario tuvo otras repercusiones. Despidió a más de 6.000 personas, incluido el equipo dedicado a abrir la red a desarrolladores externos.

Se produjo un éxodo masivo de usuarios de Twitter descontentos con los cambios de Musk, con decenas de usuarios de alto perfil anunciando sus salidas, incluidos los músicos Elton John y Meek Mill, la NPR financiada con fondos públicos y Chris Messina, que popularizó el hashtag como herramienta de indexación. Twitter informó de 238 millones de usuarios activos diarios monetizables en su último informe trimestral público, correspondiente al segundo trimestre de 2022, y aunque no es posible calcular cuántos han dejado de utilizar el servicio, la analista Jasmine Enbgerg, de Insider Intelligence, estimó que más de treinta millones de usuarios abandonarán el sitio para 2024. Ya son veinte millones los que se han apuntado a la nueva clase de red social que Bluesky está ayudando a construir, que permite a los usuarios pasar de un competidor a otro. Entre sus rivales se encuentra Mastodon, que comenzó a operar en 2016 y vio cómo su número de miembros aumentaba de 300.000 a 6,5 millones después de que Musk se hiciera cargo de Twitter. Un recién llegado, Nostr, con el apoyo de Dorsey y con la capacidad de transferir bitcoin entre usuarios, ahora tiene doce millones. Dorsey no respondió a las repetidas peticiones de comentarios para este artículo.

A pesar del interés inicial de Musk por los sistemas que descentralizan las redes sociales, básicamente apostó por que los usuarios con audiencias gigantes se mantuvieran fieles a Twitter antes que arriesgarse a perder a sus valiosos seguidores. No será así para los recién llegados a las redes sociales con cero seguidores, que buscan opciones que les den más libertad. Hasta el momento, Bluesky es la empresa mejor financiada del incipiente sector, y Graber considera una ventaja su condición de recién llegada. El ganador de la cada vez más febril competición por establecer un estándar para el movimiento descentralizado de código abierto determinará el terreno de juego en el que competirá la próxima generación de empresas de medios sociales.

«Los sistemas que puedan garantizar estas libertades a largo plazo son los que probablemente vayan a ganar a largo plazo», afirma Graber. «Los usuarios tendrán la capacidad de elegir, los creadores tendrán la capacidad de mantenerse en contacto con su público y los desarrolladores tendrán la libertad de construir».

Graber nació en Tulsa en 1991, de padre profesor de matemáticas y madre acupuntora que huyeron de China en los años ochenta. «Su familia fue una de las que lo perdieron todo», dice Graber de su madre. Cuando Graber aprendió a leer, su libro favorito fue Robin Hood. «Siempre me ha gustado trabajar con grupos pequeños de personas», dice. En otoño de 2009 se matriculó en la Universidad de Pensilvania, donde estudió una licenciatura en Ciencia, Tecnología y Sociedad.

Mientras estudiaba, Graber perfeccionó su pensamiento sobre el papel que desempeñan las grandes organizaciones en la forma de hacer negocios. Durante su segundo año de universidad, mientras trabajaba en una galería de arte en China, descubrió un nuevo tipo de dinero llamado bitcoin que permitía a los particulares enviarse dinero entre sí sin necesidad de bancos. En su tercer año, las protestas de Occupy Wall Street le enseñaron la democracia directa, en la que los participantes llegaban a un consenso sobre el contenido de las declaraciones oficiales. En el último año cofundó el Penn Time Bank, que obtuvo una subvención de mil dólares para ayudar a los estudiantes a hacer trueques de trabajo, intercambiando bloques de una hora de trabajo en tareas acordadas.

Después de graduarse, su interés la llevó a trabajar en diciembre de 2015 como ingeniera de software en SkuChain, con sede en Mountain View (California), que recaudó 12,7 millones de dólares para trasladar las cadenas de suministro, rastreadas por unidades de mantenimiento de existencias (o SKU), a un libro mayor compartido y distribuido, similar a las blockchains que impulsan la mayoría de las criptomonedas. Cuando SkuChain tuvo problemas, consiguió un trabajo en Moses Lake, una pequeña ciudad del este de Washington, soldando ordenadores para la minería de bitcoins en una fábrica de municiones reutilizada. «Todavía había casquillos de bala en el suelo», dice. El «episodio más cypherpunk de su vida», como ella lo llama, rejuveneció su interés por las criptomonedas.

En el verano de 2016, Zooko Wilcox la contrató como desarrolladora junior para ayudar a construir su criptomoneda zcash, que pronto se lanzaría. Su puerta de entrada a las redes sociales fue en marzo de 2019, cuando fundó Happening Inc. para conectar a los usuarios que se conocieron en eventos y permitirles publicar y comentar las reacciones de otros sobre los asuntos. «Decidí construir un sitio de eventos para tratar de sacar a la gente de Facebook y luego, con el tiempo, daría la vuelta y construiría una red descentralizada a su alrededor». Eso nunca ocurrió.

Antes de que acabara el año, Dorsey anunció sus planes de financiar un equipo para desarrollar lo que llamó «un estándar abierto y descentralizado para las redes sociales». Si tiene éxito, la plataforma, bautizada como Bluesky, podría reducir la desinformación en las plataformas centralizadas al dar a muchas redes sociales diferentes la capacidad de competir por todo tipo de cosas, incluidas las normas y técnicas de moderación. También podría minimizar el papel de las redes sociales como consejeras de contenidos controvertidos, dando a los usuarios el control sobre los algoritmos que deciden lo que ven. Terminó el primero de los trece tuits: «El objetivo es que Twitter sea, en última instancia, un cliente de este estándar».

Trece meses después, en enero de 2021, Dorsey prohibió el acceso al sitio al presidente de Estados Unidos, Donald Trump, alegando «amenazas a la seguridad física tanto dentro como fuera de Twitter», y desencadenando una serie de acontecimientos que acabaron con su salida de la empresa. «El control y la rendición de cuentas sobre este poder siempre ha sido el hecho de que un servicio como Twitter es una pequeña parte de la gran conversación pública que tiene lugar en Internet», tuiteó. «Si la gente no está de acuerdo con nuestras normas y su aplicación, simplemente puede irse a otro servicio de Internet».

Pero abandonar cualquier red social importante, incluidas Reddit, Facebook y Snapchat, conlleva un gran inconveniente: sejar atrás tu identidad online. «Estas empresas son como tiendas que ofrecen un producto», dice Graber. «Pero imagina que entras en una tienda y, cuando intentas salir, se quedan con tu DNI y todas las compras que has hecho».

Entre bastidores todo este tiempo, Graber era una de la docena de desarrolladores que Dorsey y Agrawal invitaron a un grupo privado que trabajaba en lo que entonces era poco más que el concepto de Bluesky. En febrero de 2020, ese grupo incluía al antiguo jefe de Dorsey, Evan Henshaw-Plath; a una antigua ingeniera de riesgos de Uber, Golda Vélez; y a Jeremie Miller, inventor del software de mensajería utilizado por Google y Apple. Graber se convirtió en la líder de facto incluso antes de ser nombrada CEO.

«Luego, por supuesto, empezó la pandemia«, dice. «Todo tipo de impulso y progreso se estancó«. Durante los casi dos años que Bluesky estuvo en el limbo, Graber empezó a dudar de si el protocolo llegaría a despegar. Decidida a ver evolucionar a Twitter, aceptó un trabajo como responsable de criptografía de la red social. Semanas después, mientras visitaba a unos amigos en Maui, le ofrecieron el puesto de Bluesky, lo que le planteó la difícil disyuntiva de intentar cambiar Twitter desde dentro de la empresa o desde fuera. «Reflexioné sobre mi infancia», dice, «y me dije: ‘Me gusta el camino de Robin Hood, ser una banda pequeña, externa a los poderes fácticos. Y tendré mucha más libertad».

Bluesky se constituyó como sociedad anónima de utilidad pública en otoño de 2021, lo que le permite funcionar como una organización con ánimo de lucro, pero sin el requisito legal de poner los intereses financieros de los accionistas por encima de cualquier otra preocupación. Aunque se espera que la empresa funcione como cualquier otra red social, su atención inicial se ha dividido entre la construcción de su propio servicio y la creación de un protocolo que traslada las funciones de uso común de las redes sociales a un software compartido al que pueden acceder los rivales, permitiendo a los usuarios trasladar sus identidades de una red social a otra. Denominado Protocolo de Transferencia Autenticada, el software funciona de forma muy parecida a los estándares de correo electrónico que permiten a los usuarios de distintos proveedores enviarse mensajes entre sí. En lugar de sólo correos electrónicos, se pueden enviar cuentas online completas.

«Ahora que sabemos cómo funcionan las aplicaciones sociales en su mayor parte –dice Graber–, algunas de estas piezas, en particular el primer paso de unirse y obtener su identificación, podrían ser algo que se integra en un protocolo web de nivel inferior. Y eso te permitiría interactuar con muchos más sistemas como un consumidor mucho más autónomo, con tu DNI, tu cartera y tus compras viajando contigo mientras vas de tienda en tienda en el ecosistema digital».

Ansiosao por empezar, Graber contrató a su primer ingeniero con dinero de sus ahorros personales y reclutó abogados para que le ayudaran a establecer el control fuera de Twitter con la promesa de que cobrarían cuando ella tuviera el dinero. Eso ocurrió en siguiente abril, cuando Dorsey invirtió trece millones de dólares del dinero de Twitter para garantizar que Bluesky tuviera «libertad e independencia». Graber se unió a Dorsey y Miller en el consejo de Bluesky. Aunque dice que en este momento todos los empleados tienen acciones, no quiso revelar cuántas.

Fortalecida por el acuerdo de servicio, Graber se lanzó formalmente a la búsqueda de otros socios, y se reunió con Reddit y Microsoft, que finalmente no la aceptaron. «Twitter no quería ser el único», dice Graber. Pero en ese momento parecía que ninguna otra empresa estaba interesada. Luego, incluso la implicación de Twitter empezó a flaquear. A principios de 2022, Musk empezó a comprar acciones de la empresa, según la información publicada. En marzo, su participación había alcanzado el 9% y Dorsey intentaba convencerle de las ventajas del enfoque Bluesky.

«Twitter comenzó como un protocolo», escribió Dorsey a Musk, según documentos judiciales presentados en un caso de septiembre de 2022 relacionado con la adquisición. «Nunca debería haber sido una empresa».

Musk respondió: «Creo que merece la pena tanto intentar llevar Twitter en una dirección mejor como hacer algo nuevo que esté descentralizado».

En abril, el multimillonario ofreció comprar el resto de la red social. Graber volvió a consultar a sus abogados para asegurarse de que seguía teniendo una empresa independiente, dice, «y me aseguraron que sí».

Pero resultó ser una independencia solitaria. A pesar del interés profesado por Musk en opciones descentralizadas para Twitter, entre el 80% del personal que Musk dijo haber despedido en una reciente conversación en Twitter Spaces, estaba Amir Sevat, jefe de Producto, a quien Dorsey había encargado personalmente que abriera la plataforma a desarrolladores externos. «Hicimos una presentación para mostrarle a Elon cómo un Twitter abierto y descentralizado podría ayudar a que Twitter fuera increíble», dice Shevat, ahora usuario de Bluesky. «Ni siquiera lo vio». Aunque Twitter respondió a las peticiones de comentarios con el emoji de caca generado automáticamente que Musk envía a todas las consultas de prensa, Graber confirma que el acuerdo de servicio es nulo.

«Ahora mismo estamos solos», dice, «y seguimos construyendo lo que dijimos que íbamos a construir».

Mientras tanto, aumenta la competencia entre los rivales descentralizados existentes y los que aspiran a serlo. Junto con Mastadon y Nostr, Meta, con sede en Menlo Park (California), está construyendo una red social descentralizada cuyo nombre en clave varía entre P92 y Barcelona, e incluso Tim Berners-Lee, inventor de la World Wide Web, se ha lanzado al ruedo con Solid, un software para crear aplicaciones sociales descentralizadas.

Para complicar aún más las cosas a Bluesky, Dorsey aportó catorce bitcoins (que entonces valían 243.000 dólares) a Nostr, (siglas de Notes and Other Stuff Transmitted by Relays). Casi doce millones de usuarios se han unido a la red, entre ellos Edward Snowden, que ahora permite a los usuarios enviarse bitcoin entre sí. Además de ofrecer diez bitcoins a quien consiga descentralizar el repositorio de código GitHub en el que se asientan Nostr y otros 300 millones de bases de código, Dorsey se ha convertido en la cara pública de la plataforma, ayudando a organizar y financiar un evento de la red y publicando regularmente en el sitio. En abril volvió a publicar un ensayo del año pasado con un cambio: en lugar de defender Bluesky y Mastadon como alternativas a Twitter, abogó por Bluesky y Nostr.

«La adopción fue lenta hasta que jack decidió que le gustaba», escribió el creador de Nostr, conocido por el seudónimo @JiatJaf, en un mensaje cifrado a Forbes. «Después de que jack tuiteara sobre ello la cosa dio un salto absurdo».

Aunque Bluesky cuenta con más recursos que Mastodon (que rechazó el capital riesgo) y Nostr (que se creó en gran medida al margen de la opinión pública), el éxito de los protocolos de código abierto no se basa únicamente en los ingresos. Según Paul Frazee, ingeniero de Bluesky, el objetivo es conseguir que los desarrolladores lo utilicen. Frazee, que ha escrito mucho sobre las limitaciones técnicas de los protocolos sociales descentralizados, cree que Bluesky será el primero en resolver esos problemas sin comprometer la experiencia del usuario.

Hasta ahora, 1.200 desarrolladores y veinte equipos internacionales están utilizando el protocolo, construyendo una amplia gama de redes con nombres como Redsky, Skylight y Seiun. En cuanto a la propia Bluesky, que se está construyendo con el aspecto de Twitter para mostrar la facilidad con que podría integrarse la red social de Musk, 35.000 de los 1,2 millones de personas en espera ya utilizan la aplicación. «Si tu misión es cambiar la forma en que la tecnología funciona con las personas, tienes que crear algo que pueda utilizar un público amplio», afirma Frazee.

Según Graber, está en juego mucho más que la posibilidad de conectar con los amigos con menos interferencias de las grandes tecnológicas. «Como sociedad, hay fuerzas que nos empujan en direcciones extremas. Hay fuerzas que apuntan a una centralización y consolidación crecientes de la sociedad, y también hay fuerzas que apuntan a una descentralización y fragmentación crecientes, y a tecnologías que dan más capacidad de acción a las personas. Y ambas cosas están ocurriendo al mismo tiempo. Y creo que cualquiera de ellas, llevada al extremo, podría ser ineficaz o perjudicial. Así que tendremos que equilibrar la buena gobernanza con la soberanía individual».

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