Los empleos y el mundo laboral están cambiando. Esto plantea una cuestión muy importante: a medida que muchas funciones se centran cada vez más en las habilidades especializadas y la experiencia en el puesto de trabajo, ¿siguen siendo valiosas las titulaciones tradicionales para los empleadores?
Esta cuestión ha sido objeto de acalorados debates en los últimos tiempos, en los que las empresas luchan por superar los retos que plantean el déficit de cualificaciones, los cambios demográficos y la evolución de las actitudes hacia el trabajo y las carreras profesionales.
En muchos sectores, las grandes empresas, desde Accenture a IBM, pasando por el Gobierno de Estados Unidos, han relajado o incluso eliminado por completo los requisitos de titulación para los nuevos empleados.
¿Es éste el comienzo de una tendencia que acabará por hacer perder relevancia a las carreras universitarias tradicionales? ¿O se trata simplemente de una reacción a corto plazo a cambios sísmicos provocados por factores altamente perturbadores como la pandemia mundial o la actual crisis de cualificaciones?
¿Por qué hay menos empresas preocupadas por los títulos?
Según un estudio reciente llevado a cabo por Coursera, especialistas en aprendizaje online, menos de la mitad de los graduados británicos utilizan las habilidades que aprendieron en la carrera una vez que entran en el mundo laboral.
En una conversación reciente que mantuve con Jeff Maggioncalda, CEO de Coursera, me dijo que los problemas a los que se enfrenta la educación superior varían drásticamente según la región. Por ejemplo, en EE UU y en gran parte del mundo occidental, la población está envejeciendo y los métodos tradicionales de financiación de la educación –como los préstamos estudiantiles respaldados por el gobierno– se ven sometidos a presión por la desaceleración económica y otros factores.
Por otro lado, en regiones como África, India y Malasia, la población es mucho más joven y la infraestructura educativa no da abasto, por lo que los operadores se enfrentan al reto de ampliar su capacidad para satisfacer el rápido crecimiento de la demanda.
En ambos extremos del espectro, esto significa que los miembros potenciales de la fuerza laboral –especialmente en puestos que requieren educación y formación– están buscando formas alternativas de adquirir las cualificaciones que necesitan.
Maggioncalda me dice: «Ahora lo que realmente está desapareciendo es la idea de que el título tradicional es lo único a lo que realmente se puede acudir para acceder a la experiencia, al conocimiento, a personas que puedan instruirte, darte su opinión, asesoramiento académico… y eso realmente ha abierto muchas más oportunidades a la gente».
En muchos casos, este cambio de actitud puede deberse simplemente a que las empresas se han dado cuenta de que los empleados sin titulación (o con titulaciones en materias distintas de las que cabría esperar) no necesariamente rinden peor en su trabajo.
Como descubrí recientemente cuando hablé con el presidente de Infosys, Ravi Kumar, su organización, en línea con muchas otras, ha reducido el énfasis que se pone en los títulos a la hora de contratar. En su lugar, se evalúa a los candidatos en función de las competencias que poseen y de su capacidad para desarrollar las habilidades específicas que se consideran necesarias para las tareas que formarán parte de sus puestos de trabajo.
Y, por supuesto, la actual crisis de cualificaciones desempeña un papel importante en esto. Tecnologías como la inteligencia artificial, el aprendizaje automático, el internet de las cosas y el blockchain tienen el potencial de revolucionar todas las industrias. Pero ponerlas en práctica requiere competencias especializadas que son difíciles de encontrar, y los candidatos que las poseen suelen estar en el punto de mira de las empresas tecnológicas y de servicios financieros más grandes (y mejor pagadas). Cuando las empresas encuentran al candidato adecuado con el conjunto de aptitudes adecuado, es poco probable que decidan rechazarlo por carecer de un título universitario. En estos casos, las aptitudes y la experiencia son mucho más valiosas para las empresas.
¿Siguen siendo beneficiosas las titulaciones tradicionales?
Esta tendencia parece apuntar a que los títulos universitarios tradicionales son cada vez menos relevantes. Sin embargo, está claro que seguir el camino tradicional de asistir a la universidad durante tres, cuatro o más años para obtener un título sigue teniendo muchas ventajas.
En particular, los cursos tradicionales en los que los estudiantes se trasladan fuera de casa para estudiar en un entorno residencial son excelentes para impartir habilidades para la vida. Para muchos jóvenes, es la primera vez que experimentan la vida independiente de sus padres. Además, crea valiosas oportunidades para desarrollar habilidades para establecer contactos, conocer gente y entablar relaciones, tanto sociales como para cuando más adelante inicien su vida profesional.
Sólo por esta razón, creo que es poco probable que la enseñanza superior tradicional vaya a ser sustituida por completo por opciones más novedosas, sin duda más cómodas (y asequibles), como la enseñanza online y a distancia. Sin embargo, es muy posible que cada vez menos personas vean la necesidad o quieran justificar el gasto de una carrera universitaria completa.
Refiriéndose a los resultados de la reciente encuesta de Coursera, Maggioncalda me dice: «Sólo el 4% de ellos se arrepintió de ir a la universidad … por lo que claramente sienten que obtuvieron valor».
«Y, sin embargo, la mitad de ellos o más dijeron que las cosas que aprendieron en la universidad no son aplicables a su trabajo, lo que significa que debe haber algo más que encontraron valioso».
«Lo que las universidades siguen haciendo bien es proporcionar… una experiencia que la mayoría de la gente sigue valorando».
También es cierto que el aprendizaje presencial en el aula continúa siendo la forma más eficaz de impartir una educación sólida de manera que se aprendan y retengan las destrezas. El aprendizaje online y a distancia puede ser un sustituto eficaz en muchos casos, pero no creo que muchos educadores afirmen que sea igual de eficaz como reemplazo. Sin embargo, es probable que la brecha disminuya a medida que los educadores se vuelvan más expertos en el uso de nuevas tecnologías inmersivas, como la realidad virtual y aumentada, para mejorar el aprendizaje en línea.
¿Qué sustituirá a las titulaciones?
Aunque el aprendizaje tradicional sigue teniendo su lugar, creo que se verá incrementado por las oportunidades de aprender de otras formas. Los empleos que implican trabajar con nuevas tecnologías exigirán a menudo que los trabajadores mantengan actualizados sus conocimientos: atrás quedaron los días en que podíamos esperar terminar nuestra educación a los 18 o 21 años y estar equipados con los conocimientos necesarios para una carrera de por vida.
El aprendizaje online y a distancia nos facilita el desarrollo de nuevas competencias o la actualización de las antiguas de una manera manejable. Esta es una de las razones por las que se prevé que el mercado de servicios de e-learning crezca un 15% anual hasta 2025, alcanzando un valor de 50.000 millones de dólares. Además, cabe esperar que cada vez más empresas desarrollen activamente oportunidades de formación en el puesto de trabajo, a medida que vayan comprendiendo el aumento de eficiencia que supone mejorar las cualificaciones de los trabajadores existentes en lugar de sustituirlos simplemente por otros nuevos más cualificados.
Creo que este cambio en las necesidades de las empresas conducirá probablemente a una mayor adopción de estrategias de «aprendizaje permanente» entre los individuos y los proveedores de educación. En lugar de prescindir de la educación en nuestra juventud, desarrollaremos estrategias continuas para mantener actualizados nuestros conocimientos y habilidades. Es muy posible que esto se traduzca en servicios de suscripción (que ya ofrecen proveedores como Coursera y Udemy) que nos permitan entrar y salir de la educación según sea necesario. Esto podría beneficiar a muchos ámbitos de la sociedad, ya que nuestros días escolares –a menudo conocidos cariñosamente como «los mejores años de nuestra vida»– se prolongan hasta nuestra edad adulta e incluso hasta la vejez.