Si en los países ricos vivía el 22% de la población en 1965, hoy es solo el 15%, y este porcentaje podría ir reduciéndose en los próximos 15 años. De los 1.600 millones en que se calcula aumentará la población en ese período, unos 90 millones estarán en los países ricos y el resto en los emergentes.
El desarrollo económico de éstos y el salto social que representará para una gran proporción de sus ciudadanos acceder a la clase media implicará un aumento del consumo de productos, energía, y de generación de desechos, y, en definitiva, mayores índices de contaminación medioambiental.
¿Podrá conciliarse un desarrollo sostenido y los objetivos de reducción de los gases de efecto invernadero con una nueva clase media de 5.000 millones de personas cuya probable seña de identidad será la voracidad consumista para demostrar su nuevo feliz status? Un ejemplo: un ciudadano chino gasta hoy cinco veces menos de electricidad que un estadounidense (en el caso de uno indio sería 21 veces menos). Esta proporción se reducirá de forma considerable a medida que ese ciudadano chino o indio vaya mejorando e incrementando el nivel de renta.
Una interpretación optimista es la del economista Homi Kharas, subdirector del programa Desarrollo y Economía Global de la Brookings Institution. En su opinión, cuanto más alta es la renta familiar, también lo es la educación de la población femenina, dos variables claramente asociadas a la clase media y, como demuestran las estadísticas de las sociedades ricas, podrían hacer descender el crecimiento demográfico mundial. Según el análisis de Kharas, una población femenina con estudios suele aspirar a tener un trabajo y esto conlleva familias con menos hijos.
“A medida que esta dinámica se acentúe, el crecimiento demográfico se desacelerará y algunos de los causantes del cambio climático –emisiones y consumo de recursos—remitirán”. De otro lado, los especialistas señalan también que una de las herramientas más poderosas de la clase media asiática será su capacidad para desarrollar soluciones tecnológicas que permitan conjugar calidad de vida con sostenibilidad medioambiental. Como ejemplo, se recuerda el caso de Japón, cuyo nivel de eficiencia energética es 10 veces mayor que el de China.
Este país ha suscrito el COP21, el primer y más ambicioso acuerdo climático mundial que establece que la temperatura del planeta no sobrepase los dos grados centígrados, y sus autoridades están emprendiendo una agresiva política de desarrollo de energías renovables que podría convertir a China en líder mundial en este campo, y a su clase media en adalid del consumo de energía eficiente.