Empresas

Así funciona la fábrica secreta de startups de Israel

Esta podría ser la historia jamás contada más impactante en la historia de los hackers. A principios de 1990, Avishai Abrahami se encontraba a sí mismo tras alistarse en las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI), algo obligatorio para la mayoría de los israelíes cuando acaban la secundaria. Pero Abrahami había sido asignado a una división de la que no se le permitía hablar, ni siquiera a sus padres: un equipo de ciberseguridad e inteligencia conocido como Unidad 8200. Se le encomendó una tarea que parecía sacada de Misión Imposible: irrumpir en las computadoras de un país que se mostraba hostil con Israel. La tarea implicaba ciertos obstáculos: encontrar la manera de entrar en dichos equipos, desencriptar la información que contenían, y por último, el desafío más grande, conseguir la ‘enorme’ capacidad informática necesaria para descifrar todos los datos encontrados.

Así que esto es lo que hizo Abrahami: se coló en los sistemas informáticos de otros dos países hostiles y requisó su capacidad de pro-cesamiento para extraer los datos contenidos en los servidores que eran objetivo principal. Una obra maestra de arte del espionaje y un original precursor del cómputo en la nube. Y todo, sin levantarse de su silla en Tel Aviv. “Si hubiéramos tenido que hacerlo con un investigador informático nos habría llevado un año. Pero nos ocupó un día. No quiero imaginar lo que habría ocurrido si alguien lo hubiera descubierto, la crisis que se habría creado”, señala Abrahami. Pero nadie lo hizo. Un mérito que corresponde precisamente a una unidad especial cuya existencia hasta hace aproximadamente una década nunca había sido reconocida o identificada públicamente.

El público, sin embargo, sí que ha oído hablar de Abrahami, quien actualmente tiene 45 años. Después de salir de la Unidad 8200 fue cofundador de Wix, una de las actuales plataformas líderes de desarrollo web basadas en la nube. “Sólo de mi generación, hay más de 100 chicos de la unidad que conozco en persona, que han desarrollado startups y además, las han vendido por una gran cantidad de dinero”, dice Abrahami. “En un despacho concreto de la unidad había un equipo de 10 personas –yo lo llamo la sala mágica–, de los cuales todos ellos crearon empresas con un valor -medio de 500 millones de dólares”. Abrahami hizo lo propio: la capitalización bursátil de Wix es de unos 1.000 millones.

Ron Reiter, de 31 años, otro exmiembro de la unidad 8200, cuya startup acaba de ser comprada por Oracle por 50 millones de dólares, y que proviene de una generación más nueva, cuenta una historia similar: “Yo hice negocio, pero otro compañero vendió su startup a Apple por 300 millones, y otro la suya a Cisco por 500 millones. Ambos pasaron por el famoso despacho en la Unidad 8200”.

Se dice que Israel es “el país del emprendimiento”. Más pequeño que Nueva Jersey y con una población menor que Nueva York, Israel es hogar de más empre-sas integradas en el NASDAQ que cualquier otro país, excepto EE UU y China. Sobre una base de referencia per cápita, Israel cuenta con más sociedades de capital riesgo, más startups y más cien-tíficos y profesionales de tecnología que cualquier otro país.

Para entender estos números de vértigo es necesario conocer la misteriosa Unidad 8200. Aunque no se sabe cuán grande es, Forbes calcula que tiene hasta 5.000 personas asignadas a ella, todas con la consigna de desplegar tecnología punta, a menudo en situaciones de vida o muerte, con sorprendente poca orientación. “No hay nadie para decirte cómo hacerlo”, confiesa Abrahami. “Dentro de la unidad, la cultura marcada es que tus superiores sólo te dicen que todo debes averiguarlo por ti mismo. Eso te da una enorme libertad para pensar de forma diferente. Eres tú o nadie más. Y cuando finalmente te haces empresario, esa es la habilidad más importante. Cuando desarrollas 5 o 10 o 20 de esos proyectos acabas por validar al menos tres ideas que podrían llegar a ser una empresa”. Si multiplicamos esas tres pautas por miles de genios, tecnología y décadas de trabajo, está claro por qué, como estima Forbes, más de 1.000 empresas han llegado a fundarse por exalumnos de la 8200, desde Waze hasta Check Point o Mirabilis, la compañía matriz de ICQ.

Los gigantes de la tecnología se comen a las empresas de la 8200 como si fuesen entremeses. En los últimos tres años, Microsoft pagó 320 millones de dólares por Adallom, una firma en torno a la privacidad de datos; Facebook compró la com-pañía de análisis móvil Onavo por 150 millones, y PayPal absorbió a CyActive, capaz de predecir hackeos, por unos 60 millones. Así que ¿cuál es la receta secreta de la 8200? Después de hablar con más de dos docenas de veteranos de la unidad la hemos reducido a cinco puntos que, en conjunto, proporcionan un buen plano de lo que hace el País del Emprendimiento, y una guía rápida y muy poderosa de cómo poner en marcha un emprendimiento exitoso.

El proceso de selección
La existencia de la 8200 apenas era reconocida hasta hace una década, y su historia nunca ha sido revelada, salvo en por partes, en pequeños fragmentos. He aquí nuestra versión: la unidad existe desde antes de la guerra de independencia de Israel en 1948. Durante el periodo del mandato británico de la década de 1930, lo que entonces era conocido como Shin Mem 2 (un acrónimo de la frase en hebreo para el “servicio de información”) ya intervenía las líneas telefónicas de las tribus árabes para saber de sus planes sobre posibles levantamientos y disturbios. En 1948 fue renombrada como 515, un número aleatorio con el que podría hablarse de ella sin usar palabras. En 1956, el año de la segunda guerra entre Israel y sus vecinos árabes, el nombre fue cambiado de nuevo, a 848.

El punto sin retorno de la Unidad 8200 se produjo en 1973, después de la guerra del Yom Kipur, cuando Israel, que estaba rodeado por todas partes de enemigos, fue sorprendido por las invasiones de Egipto y Siria en lo que significó el fracaso de inteligencia más grande de su historia. “Un oficial de la Unidad 848 fue tomado prisionero por los sirios, proporcionando a sus captores información verdaderamente significativa”, comenta Yossi Melman, periodista veterano que solía cubrir temas de inteligencia y seguridad nacional.

Aquel hecho llevó al país a emprender una búsqueda de su propia identidad nacional y lo motivó a volver a empezar desde cero. La unidad fue entonces rebautizada con otro número al azar: 8200. La estructura también fue replantea-da, ahora separada en departamentos, de forma que los diversos equipos de la unidad no supieran lo que los otros equipos estaba haciendo. Cada escuadra, como si fuera una startup, estaba más o menos sola en lo que hacía.

Aún más importante, Israel sintió que ya no podía correr riesgos al depender de otros, específicamente de la industria estadounidense para que le suministrara acceso a nuevas tecnologías. Así que el gobierno convirtió a la Unidad 8200 en el departamento de Investigación y Desarrollo (I+D) del país –el combustible del País del Emprendimiento–, con una nómina que crecía al ritmo de sus misiones en un mundo impulsado por internet. El Mossad, agencia israelí de inteligencia y espionaje, es tan legendaria como la 8200 es anónima. “El 90% del material de inteligencia en Israel proviene de la Unidad 8200”, expone Yair Cohen, que sirvió 33 años en la 8200, los últimos cinco (de 2001 a 2005) como su comandante. “No existe una operación relevante del Mossad o cualquier agencia de seguridad de inteligencia, en la que la Unidad 8200 no esté involucrada”. Cuando Yasser Arafat afirmó que no tenía nada que ver con el secuestro del crucero Achille Lauro en 1985, que derivó en el asesinato de un estadounidense, la Unidad 8200 filtró una conversación telefónica interceptada que demostraba lo contrario. Cuando Israel bombardeó lo que se sospechaba era un reactor nuclear sirio en 2007, la 8200 fue la unidad que realizó las operaciones de inteligencia y entregó los datos. ¿El virus informático Stuxnet, que destruyó las centrifugadoras nucleares en Irán tres años más tarde? Fue una obra maestra de programación realizada de forma conjunta entre la CIA y la Unidad 8200.

A medida que crecía la importancia de la 8200, también lo hizo su influencia. Aunque el servicio mi-litar es obligatorio para la mayoría de los israelíes a los 18 años, todos comienzan a ser estudiados y seguidos desde que están en secundaria, y la Unidad 8200 puede escoger a quien quiera. A veces inicia el seguimiento de potenciales reclutas cuando son más jóvenes, usando como semillero un programa especial después de clase para los prodigios y piratas informáticos, llamado Magshimim. “La Escuela de Negocios de Harvard tiene un gran proceso de selección, pero depende de quién lo aplique”, afirma Inbal Arieli, de 40 años, quien sirvió en la 8200 a finales de 1990 y a los 22 dirigía la escuela de entrenamiento de oficiales de dicha unidad. “La Unidad 8200 puede quedarse el 1%, los mejores, del 1% del país”.

Fiel a su misión, incluso el reclutamiento de posibles oficiales es clandestino. “Durante mucho tiempo yo ni siquiera sabía que estaba siendo monitorizada”, comenta Arieli. Una vez que la unidad identifica a sus candidatos, los somete a entrevistas rigurosas, en-sayos y clases –que cubren todos los temas, desde comunicación hasta ingeniería eléctrica y árabe– que pueden ocupar más de seis meses. Básicamente se trata de un campo de entrenamiento mental. “Te ponen en pequeños equipos, donde estudias, participas en tormenta de ideas, entrenas, analizas, resuelves problemas, desde la primera hora de la mañana hasta muy tarde por la noche”, indica Arieli. “No se trata de un enfoque pasivo de la formación”. Las entrevistas de admisión son llevadas a cabo no por oficiales de alto rango, sino por soldados de la unidad que están en la veintena, que bus-can a aquellos lo suficientemente capaces como para hacerse cargo de sus puestos de trabajo. Después se revisan las referencias que se tienen de las diferentes etapas de esas jóvenes vidas.

¿Qué buscan? Habilidades matemáticas, en informática e idiomas extranjeros son grandes ventajas, por supuesto, pero lo que realmente busca la 8200 es potencial, medido por la capacidad de aprender rápidamente, adaptarse al cambio, tener éxito en el trabajo en equipo y lograr lo que otros ven como imposible. Dor Skuler admite que fue “un terrible estudiante en la secundaria, verdaderamente horrible”, pero cuando la 8200 comenzó a seguirlo, tras su primer año, vieron en él un genio sin explotar, y al enfocar lo que podría ser en lugar de lo que era, descubrieron a un gran agente de inteligencia que terminó fundando tres nuevas empresas. “Incluso el proceso de selección de la Agencia Nacional de Seguridad de Estados Unidos se centra en gran medida en la experiencia”, compara Arieli. “¿Pero qué sabe alguien de 17 años sobre los retos de la inteligencia? Nada. A esa edad te interesan las películas, los chicos, las chicas, la moda, los deportes, ese es tu mundo, y no te preocupa el terrorismo en Siria o las instalaciones nucleares de Irán, así que la experiencia y los conocimientos técnicos no son relevantes por una simple razón: no existen”.

La cultura
El excomandante de la 8200 Yair Cohen recuerda una misión a principios de 1980, después de que ingresase en la unidad. “Necesitas 300 millones de dólares, pero sólo tienes tres”, le dijo su comandante. “No puedes tener 10 personas, tienes sólo a tres. Y debes mirar al futuro y tratar de analizar qué esconde, antes de que tu enemigo comience a comprar y usar esta tecnología concreta”. Después de salir de la unidad 8200, Cohen fundó la división cibernética en Elbit Systems, una de las mayores compañías públicas de electrónica de defensa en Israel.

La mentalidad emprendedora impregna toda la unidad, no sólo a los equipos de I+D que desarrollan productos. Skuler, el terrible estudiante de secundaria, finalmente fue puesto al frente de un equipo centrado en la recopilación y análisis de tráfico de señales enviadas por los supuestos enemigos de Israel, con el fin de producir inteligencia de datos en bruto. Skuler recuerda las amenazas que necesitaba contrarrestar con enorme rapidez; y también que había que crear un equipo con unos pocos ingenieros: “Entrar en el despacho y, en cinco días, descifrar los datos”. La falta de recursos significa “a veces verse limitado a un grado que es casi inconcebible, y debes decidir qué apuesta emprender”, expone. “Es como estar sentado frente a una ruleta y sólo tener una ficha para poner sobre la mesa”.

Por lo general, continúa Sku-ler, su joven equipo terminaba entregando valiosa información. “A veces pienso sobre ello. ¿Cómo era posible? Aquello era una absoluta locura, pero en el fondo, no lo sabíamos. No teníamos que proponer algo perfecto, podía tener errores, podía colapsar el sistema y teníamos entonces que restablecer manualmente el mismo, pero de hecho lográbamos poner encima de la mesa soluciones que funcionaba en solo unos días, o a veces en semanas. Eran momentos mágicos, verdaderamente únicos”.

Resulta que la combinación de inteligencia con ingenuidad puede ser un auténtico arma. Lo mismo ocurre con un sistema que da una cantidad impresionante de libertad y responsabilidad a personas que en Estados Unidos legalmente todavía no tienen edad para beber.

“Nadie te dice exactamente qué hacer”, señala Skuler, ahora de 39 años. “Te dicen: ‘este es el problema, resuélvelo’, y además en un plazo descabellado. Así que inventas, eres emprendedor y no comprendes lo qué estás haciendo hasta después de hacerlo. Pero hay que hacerlo, porque no tienes otra opción que cumplir con la misión que se te asignó”.

Los israelíes disfrutan mucho de discutir entre ellos; están creando una democracia dinámica y ello libera de presiones. En las unidades de combate de las FDI, al igual que en prácticamente todas las organizaciones militares, la disciplina y la cadena de mando son intocables, pero en la Unidad 8200, si los soldados sienten que las decisiones de sus superiores están equivocadas, pueden ignorar el ran-go y dirigirse al comandante de la unidad completa. Así es como se les dota de sentido de pertenencia. La ausencia de la jerarquía militar habitual hizo que Skuler llegara una vez a encontrarse solo al teléfono frente a “los más altos responsables políticos del país”; querían su visión personal sobre algo que en los últimos días había descubierto. “Por aque entonces tenía 19 años. Mientras mis amigos en Estados Unidos hacían sus tareas universitarias, yo estaba enfrascado en aquello. Ese fue, durante mucho tiempo, el periodo de mi vida en el que tuve más responsabilidad y mayor impacto en otras personas”.

Skuler ahora da lecciones sobre aquello en Intuition Robotics, su tercera startup (sin contar las dos que lanzó dentro de Alcatel-Lucent), desde la cual intenta desarrollar “un robot social muy complejo con una experiencia de usuario verdaderamente sencilla; su objetivo: mejorar la vida de las personas”. El proyecto inter-disciplinario implica hardware y software, aprendizaje automático y visión artificial, psicología y diseño, y lo está haciendo con un solo un equipo base de ocho personas.

La motivación
Después de que Kira Radinsky ter-minase sus largos meses de entrena-miento militar en la Unidad 8200, fue trasladada a un grupo aún más cualificado dentro de la operativa, la Unidad 81, que se centra en proporcionar tecnología de nueva creación (normalmente productos que integran hardware y software) para los soldados israelíes. Abarca, según nuestros cálculos, aproximadamente a una quinta parte de los 5.000 soldados de la Unidad 8200. Aunque es posible encontrar perfiles de exintegrantes de la Unidad 8200 en LinkedIn, la Unidad 81 rara vez es mencionada públicamente.

“La unidad es como un taller, como una fábrica de juguetes de inteligencia”, confiesa Melman, el periodista de seguridad nacional y coautor de Spies Against Arma-geddon: Inside Israel’s Secret Wars. “Producen máquinas. Si necesitas algo, sólo debes describírselo y lo harán para ti. Si quieres producir minas que luzcan como rocas, eso es lo que vas a recibir”.

Radinsky recuerda su trabajo con compañeros que eran “simple e increíblemente sorprendentes, gen-te como yo, que empezó a estudiar en la universidad a los 15, algunas personas que incluso cursaron tres licenciaturas a la vez”. Pero en la universidad, los estudiantes no tienen más responsabilidad que ellos mismos. En Israel sin embargo, considera que hay vidas que dependen de las soluciones de las unidades 8200 y 81. Y ese es el tipo de motivación que una beca no puede comprar.

“Cuanto más intenten lograr las personas, más las inunda una sensación de luchar juntas como en una familia”, recuerda Radinsky, que pasó de 2004 a 2007 en la Unidad 81. “Aún más allá, no tienes elección: tienes que resolverlo… Se te da un problema que da o quita la vida. Y en el momento en que entiendes que no tienes opción y que tus acciones tienen implicaciones de ese alcance, simplemente lo haces. Por la adrenalina”. Skuler por su parte comenta: “Es un ambiente hiperestresado donde hay que elegir, tomar decisiones reales que serán significativas y además, siempre bajo presión”.

Radinsky, de 29 años, recuerda sus turnos de entre 24 y 48 horas durante las “operaciones especia-les”, cuando ella y sus compañeros se turnaban para dormir en la ofi-cina o mientras hacían un trabajo técnico sobre el terreno. Recuerda una vez que observaba una transmisión de video en directo, a la espera de saber si algo que habían construido funcionaría o no. Cuando se hizo evidente que lo harían, el grupo estalló en aplausos, y se marchó a un pub a celebrarlo.

Después de su servicio, Radinsky aplicó su experiencia de vida o muerte al sector privado. En Micro-soft desarrolló algoritmos con base en determinados datos históricos que le permitieron predecir, en su momento, el primer brote de cólera que se daba en 130 años (en Cuba). Ella ahora ha cofundado una empresa, SalesPredict, que ofrece análisis predictivos de retención de ventas y en la que colaboran otros exintegrantes de la 8200, que se siguen alimentando de adrenalina y operan como una “familia”. También recuerda cómo, durante sus días militares, su grupo “asumía la responsabilidad conjunta en las misiones que fallaban, sin señalar con el dedo, porque si ganábamos, ganábamos juntos, y si perdíamos, perdíamos todos… Nosotros contra el mundo”.

“He descubierto que motivar a la gente en el mundo empresarial no es muy diferente”, añade Skuler. “Lo que buscas es que tengan un sentido de pertenencia”. SalesPredict opera de la misma manera. “O ganas o estás muerto”, dice. Y aunque sabe que aquí no habrá pérdida de vidas, sino una quiebra, esa diferencia también la motiva. “No tengo miedo de asumir un riesgo”, continúa, “porque he asumido riesgos mucho más gran-des antes”.

La rotación de personal
Es lógico pensar que la última persona en dejar el timón de la Unidad 8200 ya ha creado el que es sin duda el mayor sindicato de seguridad cibernética del mundo. Nadav Zafrir, de 46 años, CEO y cofundador de Team8, dirige lo que es una compañía privada encargada de crear desde cero nuevas plataformas para resolver complejos problemas ligados a la ciberseguridad. Él se desarrolló como comandante de la 8200 durante cinco años, dejándola en 2013 después de fundar lo que se conoce como el Comando Cibernético, de las FDI, un grupo de élite que se ocupa de supervisar la guerra online de los militares.

Junto a sus dos cofundadores, exintegrantes de alto nivel de la 8200, Zafrir levantó 40 millones de dólares en capital y consiguió una impresionante alineación de socios de investigación e inversores que incluye a Alcatel-Lucent, Accenture, AT&T, Cisco, Nokia e Innovation Endeavors, de Eric Schmidt (presidente de Alphabet). Zafrir es un muro impenetrable cuando se trata de discutir sobre algo específico de lo que hizo en la Unidad 8200, pero sí hablará de cómo la estructura de la unidad se adapta perfectamente a la economía global de hoy en día.

Algo que él proclama es la importante rotación de la 8200. Con una duración promedio de cuatro años en la unidad, esta avanzada operativa técnica renueva cada año al 25% de su personal, un número aterrador para la mayoría de las grandes empresas, pero un enorme activo, afirma Zafrir, en el vertiginoso mundo de la tecnología. “Cada año, la Unidad 8200 recibe un gran flujo de hombres y mujeres jóvenes, inteligentes, motivados y apasionados por mirar los problemas desde una perspectiva totalmente nueva y motivadora”, añade. Hecho que permitió a Zafrir poder enfrentar la formación de nuevos equipos que asumieran los problemas que sus predecesores habían considerado imposibles. “No les decimos que otras personas han tratado de resolver el mismo problema otras muchas veces y que han fracasado”, reconoce.

Esa alta rotación obliga a los equipos de la Unidad 8200 a ejercer cierta disciplina en el diseño de productos y sistemas. Dado que muchos de los desarrolladores no estarán presentes para ver sus invenciones en marcha, tienen que construir-los de manera que permitan a los nuevos reclutas trabajar con ellas. Y la rotación se da en ambos sentidos. Al igual que todos los otros veteranos de las FDI, los exintegrantes de la Unidad 8200 deben servir como reservas durante un máximo de tres semanas al año hasta que lleguen a los 40 años. Así que durante dos décadas más, los veteranos de la 8200 podrán echar un vistazo a la última tecnología desarrollada por sus sucesores más jóvenes, la ciberseguridad israelí como la máxima y continua educación.

De vez en cuando, la 8200 procura conservar a sus miembros más brillantes a tiempo completo convirtiéndose en una incubadora. Barak Perelman, un excapitán que sirvió en la unidad durante seis años, hasta 2013, había soñado con la construcción de un negocio desde cero. Sus jefes de las FDI tenían una idea para mantenerlo en la unidad: si podía desarrollar un proyecto innovador que ayudara a la 8200, invertirían en él con mano de obra. Perelman lo logró y entonces nació Indegy, que ofrece seguridad cibernética para infraestructura clave, como plantas químicas, y nació gracias a la ayuda a de la 8200. Fue un acuerdo de “ganar-ganar”, dice Perelman, quien añade que este modelo de incubación se ha empleado ya varias veces por la 8200.

Es también una victoria para la economía israelí, en términos de creación de empleo y riqueza y en el mensaje que envía al grueso de los mejores talentos tecnológicos del país. “Ellos conocen al hombre que vendió su compañía por 300 millones de dólares”, presume Zafrir. “Piensan, ‘lo conozco, sé que puedo hacer hasta incluso 400 millones”, añade.

La red
El padre de Elad Benjamin, Me-nashe, pasó un cuarto de siglo en la Unidad 8200, donde comandó una de sus subdivisiones, y luego emprendió una compañía que creó un software de imágenes médicas. “Si no hubiera desarrollado lo que hizo en la 8200, creo que habría sido difícil para él iniciar su empresa”, dice Elad, de 41 años, quien siente lo mismo por su propia startup, también en el campo de la medicina. “Entonces, el hilo parece como que se extiende fuera”. Pero todo es mucho más profundo que eso. Cuando la empresa de Menashe fue vendida a Kodak, tenía 55 empleados, un tercio de los cuales eran exintegrantes de la Unidad 8200. Hoy, la mitad de los empleados de Elad son exmiembros de la unidad, y sus amigos más cercanos también.

No se puede subestimar la importancia de la red de exintegrantes de la unidad en el fomento del País del Emprendimiento. “Así es como lo haces: consigues afianzar a uno de tus amigos de la unidad que está a punto de ser liberado, y él tendrá todas las fechas de liberación del resto del equipo; solo es cuestión entonces de ir reclutándolos uno a uno”, comenta Benjamin. “Les llamamos por teléfono y les decimos, ‘Tu exjefe ya está aquí con nosotros. ¿Por qué no vienes y echas un vistazo?”

Este tipo de reclutamiento elimina muchos pasos. “Sabes que, con ellos, estás recibiendo una perfecta combinación de confianza y de habilidad”, confiesa. “Son chicos de 24 años que acaban de pasar los últimos cinco, seis años, trabajando con sistemas y productos de carácter crítico y en escenarios del mundo real, en vivo. Lo que han hecho es real. No es teórico”. Y seguro que reportarán dividendos empresa-riales en las próximas décadas.