Las plataformas de crowdlending, también conocidas como plataformas de préstamos online, nacen en Reino Unido y EEUU en 2005 como una alternativa de financiación para empresas. Una década después, en 2015, el mercado global ha supuesto más de 185.000 millones de dólares. Para 2020, se estima que el mercado global podría llegar a los 500.000 millones de dólares.
A pesar de la rapidez 1con la que esta nueva fuente de financiación está conquistando el mundo, su presencia en el continente europeo es aún incipiente. Igualmente, se estima que este mercado puede ser tan grande como China o EEUU, actuales líderes del sector. La suma de toda la financiación alternativa de las empresas en el continente alcanzó los 349 millones de euros en 2015, con un crecimiento anual del 156%, impulsado principalmente por la aparición de empresas de financiación participativa.
El mercado europeo sin duda tiene un gran potencial. Se trata de 27 países cuyo volumen anual de préstamos a empresas es de 680.000 millones de euros, entre los que destacan España, Alemania, Francia e Italia, que rondan los 100.000 millones de euros cada uno.
La demanda existe, pero el desarrollo del crowdlending en el mercado europeo depende del contexto regulatorio de cada país. Francia, Alemania y Holanda, donde se ha desarrollado una legislación favorable, se han convertido en líderes en el continente europeo. Estos avances a nivel normativo no se han hecho esperar en España, que en 2015 aprobó la Ley de Fomento de la Financiación Empresarial, una normativa clara y transparente que facilita el acceso a la financiación a las empresas.
En España, las plataformas de préstamo online o crowdlending han llegado a negociar 38 millones de euros entre los años 2013 y 2015, mostrando un crecimiento del 222% en ese periodo, según un informe elaborado por la Universidad de Cambridge en colaboración con la consultora KPMG. En total, el crowdlending ha gestionado 21,8 millones de euros en nuestro país en 2015, y más del doble en 2016, es decir unos 45 millones de euros, según estimaciones del sector.
En un mercado como el español, aún joven, se prevé que esta forma de financiación alternativa mueva aproximadamente unos 2.000 millones de euros en préstamos a empresas a lo largo de los próximos tres a cinco años. Y a medida que vaya ganando protagonismo y mostrando los beneficios que ofrece tanto a las empresas, facilitando el flujo del dinero hacia la inversión, como a los propios inversores, que tienen la capacidad de decidir en qué invertir, el crowdlending crecerá llegando a alcanzar un volumen de negocio de entre 10.000 y 15.000 millones de euros en los próximos diez años.
Este cambio en el mercado está siendo posible no solo gracias a los cambios en la legislación y la demanda del mercado, sino también a la transformación digital, que no solo se limita a un reto a nivel estratégico, sino a la propia disrupción a nivel cultural. Es cierto que la evolución tecnológica y de internet ha hecho posible la creación de plataformas, como Lendix, que permiten que empresas pidan financiación de manera eficiente, fácil, rápida y directamente a inversores, sin tener que recurrir al sistema bancario tradicional.
Pero si profundizamos en la situación digital de España, podemos observar el calado de la disrupción cultural. España es el cuarto país que más crece en términos de digitalización según el Índice de la Economía y la Sociedad Digitales (DESI, por sus siglas en inglés) que elabora la Comisión Europea. Además, según el Barómetro DIVISADERO 2017, el 57% de las organizaciones en España ya han incorporado perfiles digitales en altos cargos. A estas cifras debemos sumar que el 90% de los españoles usa Smartphone, y que según el World Fintech Report de Capgemini, el 53% utiliza al menos una Fintech, la cifra más alta de Europa.
Estamos viviendo una transformación digital que pone la tecnología al servicio de las personas. La innovación tecnológica está revolucionando el sistema financiero permitiendo mejorar los modelos de negocio y orientándolos al cliente final, incrementando la eficiencia y la competitividad, y, por lo tanto, mejorando el desarrollo de las empresas y de la economía real.