Con Lorca en la cabeza. Verde que te quiero verde…

Aunque a diferencia del Romance sonámbulo del granadino, esta historia sí va de un amor consumado. De un idilio de intensidad creciente, de un galanteo en busca de una relación duradera y sólida. De un negocio –algunas relaciones lo son– con un recorrido que se vislumbra rutilante. Y de entre toda su gama de colores –que los tiene–, el que está llamado a relumbrar es el verde.

Alineado con el objetivo de una economía descarbonizada para 2050, el hidrógeno verde está llamado a ser uno de los contrafuertes de un sistema energético 100% renovable. El Gobierno aprobó en octubre del año pasado la llamada «Hoja de Ruta del Hidrógeno«, definiéndolo como «palanca clave para alcanzar la neutralidad climática y para reactivar la economía«. La previsión que maneja el ejecutivo es movilizar una inversión inicial de 1.500 millones de euros hasta 2023 a través de los fondos europeos de recuperación.

«El hidrógeno era el ‘combustible del futuro’ hace ya 150 años, cuando Julio Verne escribió La isla Misteriosa, donde él ya lo afirmaba. También el hidrógeno era el combustible del futuro hace 30 años, cuando un grupo de ingenieros españoles del INTA (Instituto Nacional de Técnica Aeroespacial) empezamos a trabajar en el hidrógeno. Fuimos los segundos en el mundo en diseñar y construir una planta de producción de hidrógeno verde. En 2021 el hidrógeno es una realidad en la que invierten casi todas las empresas de energía y de movilidad», cuenta Rafael Luque, ingeniero industrial con 30 años de experiencia en el campo del hidrógeno y CEO de Ariema, empresa española pionera en la aplicación de las tecnologías del hidrógeno.

‘Momentun’

«El consumo nacional de hidrógeno es actualmente de unos 55 TWh, principalmente en los procesos de producción de materiales en el sector industrial. Aproximadamente, el 45% se emplea en la industria petroquímica, otro 45% en la industria química y un 5% en la industria siderúrgica», detalla el director del Centro Nacional del Hidrógeno, Emilio Nieto Gallego, que también apunta que, aunque «hoy en día la mayor parte del hidrógeno utilizado es gris, proveniente de fuentes no renovables, en el futuro será verde».

El primer propósito es que el H verde sea competitivo, que sea más barato producir que el hidrógeno generado a partir de combustibles fósiles. “El hidrógeno verde será competitivo cuando haya una economía de escala en cuanto al volumen de producción de equipos y el precio de la electricidad necesaria para producirlo”, explica Arturo Aliaga, presidente del Patronato de la Fundación Hidrógeno Aragón y actual vicepresidente del Gobierno de Aragón y Consejero de Industria, Competitividad y Desarrollo Empresarial.

Según Nieto Gallego, «el objetivo se establece en 1-2 euros el kilo de hidrógeno. La previsión es que para 2035 el coste de producción se reduzca alrededor de un 65%». A día de hoy, añade Luque, «es competitivo en determinados escenarios. Pensemos que basta 1kg de hidrógeno para que un coche recorra más de 100km, por lo que en transporte podemos pagar, al menos, el equivalente en gasoil, unos 7 u 8 euros el kilo. La clave está en la eficiencia, tanto en la producción como en el uso. El coste de producir hidrógeno es, sobre todo, el coste de la electricidad que se utilice; cuanto más eficiente sea el electrolizador, más barato será el kg de hidrógeno».

Movilidad (coches, barcos, aviones, ferrocarriles, etc.), logística, química (amoníaco, siderurgia, biocombustibles, cerámica, vidrio, etc.), petroquímica (combustibles convencionales)… Son solo algunos ejemplos de industrias en las que el potencial de aplicación del hidrógeno verde es enorme. Y la oportunidad es ahora. Expone Aliaga que “la industria química ha utilizado el hidrógeno como materia prima desde hace varias décadas. Sin embargo, en este nuevo contexto de un enfoque más energético del hidrógeno, los grandes proyectos que se están planteando están orientados por ejemplo a sustituir el hidrógeno gris actual, a descarbonizar el sector de hidrocarburos o a los de movilidad y transporte”. Y defiende que “habría que desarrollar y producir la tecnología de la mayor parte posible de la cadena de valor en España”.

Pastel a repartir

Ante la fiebre por el desarrollo del hidrógeno verde, algunos proyectos han pisado el acelerador. Sin embargo, en España de momento el pastel se reparte entre pocas compañías especializadas. Asegura el director general de Ariema que «las empresas con buena tecnología propia en los equipos principales son pocas. Por ejemplo, quienes buscan proveedor de electrolizadores para producir hidrógeno verde, sobre todo si lo quieren hacer en gran tamaño (a escala MW), apenas conseguirán media docena de ofertas con calidad».

Los que llevan ventaja son –claro– los que antes supieron reconocer la capacidad de una negocio productivo y rentable. A nivel país, concreta Rafael Luque, van más avanzados Canadá, Japón, Estados Unidos o Alemania, mientras que en cuanto a empresas destacan Ballard, Plug Power o NEL. «A partir de aquí hay dos negocios diferentes. El de tecnología propia, como el caso de las empresas citadas, que tiene poca competencia porque ha sido y es muy intensivo en I+D. En segundo lugar, está el negocio de promover y desarrollar instalaciones, donde hay ahora un gran interés y también mucha competencia. En los años inmediatos, es previsible que haya problemas para que los fabricantes puedan satisfacer la creciente demanda».

Todo al caballo ganador

A 30 años vista. En 2050 han fijado los líderes de la UE la meta: la neutralidad climática. Para entonces prevé el Bank of America que el hidrógeno haya comido terreno a petroleras y gasistas, un 25% de su negocio actual. Las perspectivas financieras a medio-largo plazo encandilan a muchos inversores.

En febrero de 2020, Renta 4 creó el primer fondo del mundo orientado al hidrógeno. Un año después, los que invirtieron en él han doblado su inversión. Rafael Luque, que es también asesor del Fondo Renta 4 Mgt. Ariema Hidrógeno, afirma que algunos inversores se están comportando «con pasión» y que «las empresas con mejor tecnología, dentro de las cotizadas en bolsa, han tenido una revalorización espectacular en el último año. Pero no todo el monte es orégano, es difícil diferenciar los que sí tienen buenos productos de quienes buscan ‘dar un pelotazo’ al calor del creciente interés».

Sostiene también el director del CNH2 que «se han generado unas condiciones de oportunidad que no han pasado desapercibidas por las entidades inversionistas. Todas ellas están posicionándose y promoviendo el desarrollo de proyectos de gran escala». Es el momento.

Todo al verde.

Verde que te quiero verde.

Verde viento. Verdes ramas.

El barco sobre la mar.

Y el caballo en la montaña.

Los colores del hidrógeno

El CNH2 recuerda que fue en 2019 cuando la Agencia Internacional de la Energía ideó una clasificación por colores que otras instituciones han ido ampliando:

Negro: A partir de hidrocarburos, sin captura de emisiones y sin usar energía procedente de fuentes renovables.

Gris: A partir de gas natural con la técnica del reformado por vapor. No se realiza captura de emisiones ni se usan energías renovables.

Marrón: A partir de la gasificación del carbón. No se realiza captura de emisiones ni se utilizan energías renovables.

Azul: Se efectúa una captura de las emisiones contaminantes generadas durante el proceso de obtención en un alto porcentaje. Es la forma más viable de conseguir hidrógeno de bajas emisiones a corto plazo.

Turquesa: A partir de hidrocarburos (generalmente gas natural) a través del proceso de pirólisis, en el que el carbono se obtiene en estado sólido y se evitan las emisiones contaminantes.

Verde: Proviene de la electrólisis del agua alimentada a partir de electricidad procedente de fuentes renovables. No se libera ninguna emisión contaminante en todo su ciclo productivo.