Esta es la historia de dos (más tarde tres) familias de emprendedores: los Lizariturry y los Rezola. Ambas eran de San Sebastián, eran socias y se dedicaban a la fabricación de bujías y velas. Estamos en la primera década del siglo XX, y no solo el dinero extranjero comenzaba a llegar a España, también cruzó la frontera un inventor alemán de nombre Peter Krebitz con un maletín lleno de revolucionarias patentes, entre ellas una de jabón que los vascos no dejaron escapar. “Los trabajadores veían como entraban nuevas tecnologías a la fábrica y decían: ‘Lagarto, lagarto, que funcione’. De ahí viene el nombre”, explica Antonio Picado, director general de Euroquímica, la empresa, también familiar, propietaria del jabón más famoso de España desde los años noventa.
Exactamente un siglo ha pasado desde que los empleados de Lizariturry y Rezola tocaran madera cada vez que un artefacto nuevo y desconocido cruzaba la puerta y a pesar de los años, la fórmula del jabón Lagarto apenas ha cambiado. La base sigue siendo la misma, como sus consumidores, españoles en su mayoría, aunque el objetivo de la empresa es asentarse en el extranjero: “Apostamos por la ambición y estamos preparados para competir. Es un buen momento para salir al exterior”, asegura Picado.
Lagarto llegó a los hogares españoles a las puertas de los años veinte y en plena Guerra Mundial, haciendo que el primer gran reto de la nueva fábrica española fuera abastecer de jabón a toda Europa ante la paralización de las fábricas y la necesidad de limpiar no solo los objetos, sino las propias heridas de los combatientes.
Sus primeros años no fueron nada mal. Los que siguieron tampoco. La década de los veinte marcó un antes y un después para la marca. En primer lugar porque crecieron las inversiones en Lagarto y en segundo porque en 1924 la empresa decidió, con gran acierto, rediseñar su imagen. El logotipo, mítico y reconocible por cualquiera, fue obra del artista gráfico Pedro Antequera. El Lagarto, verde y con letras rojas o amarillas, entraba por méritos propios en la lista de la compra de los productos imprescindibles de casa.
Siempre al unísono
La evolución de Lagarto va unida a la de España. Cuando el país iba bien, la empresa familiar funcionaba con éxito; si la situación se volvía amarga, la compañía notaba el mismo regusto. Ejemplo de ello fue el periodo de guerras. La Guerra Civil Española y la Segunda Guerra Mundial hicieron tambalear los cimientos de Lagarto a pesar de que el jabón nunca dejó de usarse. Sin embargo, la producción se paralizó y no fue hasta pasado el conflicto cuando volvieron a funcionar las máquinas. Luego vinieron los embargos comerciales, lo que multiplicó el esfuerzo y el ingenio de los vascos por conseguir la materia prima necesaria para mantener la calidad de los productos.
La recuperación tardó unos años en venir, pero cuando llegó lo hizo con la lavadora debajo del brazo. Fue el gran invento a pesar de que al principio funcionaba manualmente y uno debía pasar horas dándole vueltas al tambor. Lagarto no desaprovechó la ocasión para lanzar un nuevo producto, el jabón en polvo, al que le seguiría el atomizado y años más tarde, las primeras plantas de enfriamiento de jabón en Europa, otro gran invento.
Los años setenta fueron de bonanza para la marca. Con eslóganes como Cada vez que lava se juega 4.000 pesetas o Señora, con Escamas Lagarto no necesita protección para lavar la venta de productos iba en aumento. En 1971 la compañía abrió un segundo centro de producción en Zaragoza y a su vez, Francisco Moreno Piñeiro, un emprendedor madrileño, fundaba la empresa de productos de limpieza Euroquímica, que años más tarde acogería a Lagarto y sus productos hasta la actualidad.
Cambio de familia
Ésto pasó en 1992, cuando Moreno vio la oportunidad de crecer absorbiendo a otra empresa del sector como Lagarto (según la propia compañía, el 95% de los españoles afirman reconocer la marca) aun poniendo en riesgo la economía de la suya propia. Poco a poco fueron adquiriendo porcentajes hasta hacerse con el 100%. “Se respetaron los valores y la confianza absoluta de los clientes –afirma el director general de Euroquímica–. El secreto no es otro que la orientación clara hacia el consumidor, ofreciendo calidad y soluciones eficaces y adecuadas”. En 2004, la empresa renovó la planta de fabricación de Zaragoza con una producción de 4.000 toneladas anuales de jabón natural.
Superadas las guerras, las posguerras, las crisis nacionales e internacionales, las nuevas tecnologías e incluso a la competencia de aquí y allá, Euroquímica, en manos de la familia y con capital 100% español, ha alcanzado en los últimos tres años un crecimiento del 35%. “La crisis nos ha respetado”, explica Picado. El objetivo ahora es tener un crecimiento anual entre un 6% y un 8% e incrementar las exportaciones del 12% actual a un 25%. Aunque de familia en familia, el jabón Lagarto solo ha cambiado el logotipo, y ha sido con motivo de su cumpleaños.