El dinero que casi todos guardamos en cuentas bancarias, en realidad, es una deuda (un pagaré, digamos) que el banco tiene con nosotros, no es ‘nuestro dinero’ en el sentido más estricto de la palabra. Ahora el BCE, al igual que otras potencias económicas como la Reserva Federal de EE UU o el Banco Popular de China, están haciendo experimentos para implementar las CBDC (siglas en inglés de Divisas Digitales de Bancos Centrales). ¿Su función? Que tú ‘tengas’ ese dinero, con todas las de la ley, y no solo una ‘promesa’ de que te será devuelto. Todas las transferencias, compras con tarjeta, nóminas, pagos de beneficios… son ‘movimientos de deuda’, una representación contable de billetes y monedas, que son las dos únicas cosas que realmente sí tienen valor. Las CBDC, al menos en teoría, serían dinero en sí mismas. Digitales, sí, pero dinero puro y duro.
De momento, China ha sido la potencia económica que más pasos ha dado para su implementación. Varios experimentos realizados entre 2020 y 2025 con el e-CNY (Yuan digital) han abierto camino. Para ser conscientes de la magnitud, hasta finales de junio de 2023, según informes del Banco Central Chino, las transacciones con el e-CNY alcanzaron los 1,8 billones de yuanes (213.900 millones de euros). Europa, en cambio, no ha llegado a tanto: en 2020 el BCE publicó el primer informe acerca del euro digital, en 2023 se empezó a diseñar y, en este mismo 2025, más de 70 entidades financieras están probando su uso. El e-euro (si decidieran llamarlo así) está cerca.
La idea del BCE es convertirlo, al menos en los primeros estadios de su implementación, en una herramienta que permita a los ciudadanos efectuar pagos básicos, seguros y gratuitos (y liberarse de la presión que efectúan muchos sistemas actuales para ese tipo de transacciones, que pertenecen a empresas estadounidenses). Dicho de otro modo: independencia (económica) europea.
Pero no es oro todo lo que reluce. Como explica Elisabet Ruiz-Dotras, profesora de los Estudios de Economía y Empresa de la Universitat Oberta de Catalunya, “uno de los principales problemas es la privacidad”.
Un punto flaco de las criptomonedas es que permiten perderle la pista al dinero y –por tanto– facilitan llevar a cabo transacciones ilícitas y lavado de dinero. Es una de las mejores cosas que les han pasado a los delincuentes. El BCE no quiere que eso pase con su hipotético e-euro, por lo que solo tiene una opción: rastrearlas. Como explica la experta, “la privacidad del dinero tradicional desaparecería”. A día de hoy, un juez puede pedirle a un banco que identifique a los emisores o destinatarios de las transacciones que realiza, pero con el euro digital, las autoridades tendrían acceso a esa información desde el primer momento. “Para evitar el fraude tienen que poder rastrearse. Aunque digan que ‘no se puede’, sí es más que posible; un banco central puede acceder a esa información”, alerta Ruiz-Dotras.
Por su parte, el economista Benjamin Hemingway, uno de los principales expertos del Banco de Inglaterra en lo que CBDC se refiere, explica la postura que tienen en Londres: “La privacidad sería una característica central de una libra digital: ni el Banco ni el Gobierno tendrían acceso a información sensible. El Banco de Inglaterra y el Tesoro de Su Majestad se han comprometido a no acceder a los datos personales de los usuarios en el ecosistema de la libra digital”. Se trata de uno de los pilares de su concepción, y algunas voces (entre ellas la propia Ruiz-Dotras) defienden que el BCE debería hacer exactamente lo mismo.
Pero la privacidad no es el único punto flaco de las CBDCs. El otro, y probablemente más importante, es la situación en la que se podrían quedar las entidades bancarias. En muchos sentidos, los bancos se dedican a ser intermediarios del dinero: te prestan dinero de otros y viceversa. ¿Pero qué ocurriría si una parte considerable de la población sacase su dinero de las cuentas para pasarlo a su wallet? Como explica Ruiz-Dotras, “Si no hay depósitos, no se cumplirían los criterios y tendríamos un problema de liquidez”. Poner en riesgo el sistema financiero no es un problema menor, por eso la experta considera remoto que, en cualquier caso, “no pienso que un banco central permita que el sistema tradicional desaparezca: los van a dejar como intermediarios igualmente”.
A pesar de todo, la experta explica que hay otros riesgos para los bancos tradicionales que vienen de la mano de las nuevas generaciones: “La gran amenaza son las fintechs. La gente joven usa apps distintas para invertir, cambiar divisas o depósitos. Los neobancos están creciendo”. El euro digital está siendo concebido, en estos mismos momentos, como una promesa de libertad e independencia, pero son tantas las incógnitas que una mala implementación podría suponer un gran golpe al sistema financiero. A fin de cuentas, como alerta Elisabet Ruiz-Dotras: “quien emite la moneda, quien la rastrea y quien la regula es una sola institución”.
