Un palpable sentido de optimismo está regresando a Wall Street, a medida que el motor, durante mucho tiempo inactivo, de los acuerdos de alto riesgo vuelve a cobrar vida.
Los ingresos de la banca de inversión de las cinco instituciones más grandes del distrito financiero, JPMorgan Chase, Bank of America, Citigroup, Goldman Sachs y Morgan Stanley, que se anunciarán a finales de esta semana, están a punto de superar el umbral de los 9.000 millones de dólares en el tercer trimestre por primera vez desde 2021.
Este resurgimiento marca un cambio radical, representando un aumento del 13% con respecto al año anterior y una asombrosa recuperación del 50% desde los mínimos de 2023, según Bloomberg. Si bien aún está lejos del récord de 13.400 millones de dólares alcanzado a finales de 2021, el impulso es innegable.
Los analistas atribuyen la recuperación a una confluencia de fuerzas poderosas. El panorama político actual, caracterizado por una agenda «pro-crecimiento» y una regulación menos rigurosa, ha fortalecido la confianza de los negociadores, quienes ven al gobierno más dispuesto a aprobar fusiones a gran escala y consolidaciones del sector.
Este entorno finalmente ha dado frutos el auge de adquisiciones corporativas, compras apalancadas y salidas a bolsa que muchos habían pronosticado. La compra apalancada de Electronic Arts, anunciada recientemente por 55 000 millones de dólares, es un claro ejemplo de esta nueva era de mayor actividad. Los extraordinarios ingresos son más que una simple bendición para los bancos; representan una vasta reserva de capital recién generado que busca un uso estratégico.
El plan Nobel para el crecimiento
Justo cuando Wall Street evalúa su renovada fortuna, la Real Academia Sueca de Ciencias ha proporcionado un marco intelectual oportuno para comprender cómo este capital puede traducirse en prosperidad económica duradera. El Premio Nobel de Economía 2025 fue otorgado el lunes a tres economistas, Joel Mokyr, Philippe Aghion y Peter Howitt, por su trabajo pionero que explica cómo la innovación es el motor fundamental del crecimiento económico sostenido.
El análisis histórico de Mokyr identificó los prerrequisitos que permitieron que la Revolución Industrial iniciara un período de crecimiento duradero: una sociedad abierta al cambio disruptivo, competencia mecánica y un vínculo crucial entre la ciencia y la tecnología, donde los innovadores entienden por qué funcionan sus inventos.
Partiendo de esta base, Aghion y Howitt desarrollaron la teoría moderna del «crecimiento sostenido mediante la destrucción creativa». Su modelo, publicado por primera vez en 1992, demuestra matemáticamente cómo las economías avanzan cuando las empresas invierten en nuevos productos y procesos que, en última instancia, superan y desplazan a sus predecesoras. Este ciclo constante de destrucción y creación, señaló el comité, ha «transformado fundamentalmente nuestras sociedades».
El trabajo de los galardonados no es meramente académico; tiene relevancia directa para los responsables políticos, ya que ofrece una guía para calibrar los subsidios a la investigación y el desarrollo y crear redes de seguridad para los trabajadores desplazados por el cambio tecnológico. Su trabajo demuestra que, para que el crecimiento perdure, es necesario contrarrestar activamente amenazas como el dominio del mercado por parte de unas pocas empresas o grupos de interés que bloquean el cambio.
La apuesta de 10.000 millones de dólares de JPMorgan por la innovación estadounidense
En lo que parece ser una aplicación directa de esta doctrina ganadora del Nobel, JPMorgan Chase anunció el lunes una iniciativa monumental para respaldar el impulso «Estados Unidos Primero», comprometiendo hasta 10 mil millones de dólares de sus propios fondos para participaciones directas en empresas críticas para la seguridad nacional de Estados Unidos.
Esta inversión directa es la punta de lanza de una lanza mucho mayor: un plan a 10 años para facilitar y financiar la enorme inversión de 1,5 billones de dólares en estos sectores estratégicos. La justificación, articulada por el director ejecutivo Jamie Dimon, es claramente geopolítica. «Ha quedado dolorosamente claro que Estados Unidos se ha vuelto demasiado dependiente de fuentes poco fiables de minerales, productos y manufacturas esenciales para nuestra seguridad nacional», declaró Dimon.
El banco se ha centrado en cuatro temas clave para este despliegue estratégico de capital:
1. Cadenas de suministro y fabricación avanzada: repatriación de capacidades de producción críticas.
2. Defensa y aeroespacial: fortalecimiento de la base industrial tradicional.
3. Independencia energética y resiliencia: construir específicamente sistemas energéticos para satisfacer las enormes demandas de la IA.
4. Tecnologías de frontera y estratégicas: Avances en campos de alta tecnología como semiconductores y centros de datos.
Esta no es una estrategia de inversión convencional centrada únicamente en maximizar la rentabilidad. Es un acto deliberado de política exterior corporativa diseñado para abordar vulnerabilidades nacionales específicas. El plan responde directamente a realidades geopolíticas, como la influencia que Pekín tiene sobre Washington en las negociaciones comerciales debido a su dominio en industrias como la de los minerales de tierras raras.
Al financiar las cadenas de suministro nacionales de semiconductores, minerales críticos y medicamentos esenciales, JPMorgan está financiando eficazmente la eliminación de las dependencias extranjeras. Los abundantes ingresos generados por un mercado favorable se están reciclando en una estrategia a largo plazo para asegurar la soberanía industrial de Estados Unidos.
El dilema del innovador: navegar entre las «nubes oscuras» que se avecinan
Si bien esta fusión del capital de Wall Street y la estrategia nacional representa un nuevo y poderoso paradigma, no está exenta de riesgos significativos. El propio Aghion lanzó una advertencia al aceptar su Premio Nobel, señalando que «se están acumulando nubarrones» sobre la economía global. Advirtió que un desafío clave es garantizar que «los innovadores de hoy no sofoquen… la innovación futura».
Esto pone de relieve la paradoja central de la estrategia de JPMorgan. El mero hecho de canalizar 1,5 billones de dólares a sectores y empresas seleccionados para crear empresas líderes a nivel nacional podría, sin quererlo, conducir al auge de empresas dominantes y superestrella que «expulsan a nuevos rivales». Una política diseñada para fomentar la destrucción creativa a escala nacional podría, si se gestiona mal, conducir a la misma consolidación del mercado que la destruye.
Estados Unidos podría ganar la batalla para repatriar industrias críticas, pero luego perder la guerra a largo plazo por la innovación al crear monopolios nacionales aislados de las presiones competitivas que los obligan a evolucionar.
El camino a seguir requiere un equilibrio delicado. A medida que se despliega esta ola de capital, los responsables políticos y los líderes empresariales deben abordar una pregunta crucial: ¿Cómo puede el país perseguir objetivos industriales estratégicos sin sacrificar el ecosistema dinámico y competitivo que constituye la fuente fundamental del crecimiento?
La respuesta determinará si esta reinversión histórica de las ganancias de Wall Street realmente construye una economía estadounidense más resistente e innovadora o simplemente crea un nuevo conjunto de intereses arraigados que bloquean la próxima generación de cambio disruptivo.
