La Villa Cafaggiolo, el monasterio de San Marcos, la basílica de San Lorenzo y los espectaculares palacios ocupados por el duque Cosimo de Medici a mediados del siglo XVI, el antiguo Palacio Pitti, el Nacimiento de Venus de Sandro Botticelli… ¿de dónde demonios salió toda esa financiación?”. Es lo que se pregunta el historiador británico Niall Ferguson en su obra El Triunfo del Dinero (Debate). Y la respuesta es sencilla: de los Medici. Miembros del Arte de Cambio, transformaron su tenderete callejero en el banco más grande y de mayor reputación de Europa durante el siglo XV. La familia gobernó Florencia casi ininterrumpidamente durante 400 años. Dos de sus miembros llegaron a ser papas, dos se convirtieron en reinas de Francia y otros tres fueron duques. El secreto de su auge tiene mucho que ver con la perspicacia financiera de Giovanni di Bicci de Medici. Apostaron por la diversificación (financiaban arte, cambiaban divisas, vendían tejidos y orfebrería) y la expansión geográfica. A diferencia de otras entidades de la época, los Medici contaban con sociedades interrelacionadas en Venecia, Roma, Londres, Aviñón o Pisa, lo que les permitía aumentar su rentabilidad y reducir el riesgo. Una ola de innovación que sentó los pilares de la banca moderna.
Al igual que la familia del Renacimiento, los grandes grupos financieros españoles se sirvieron de su negocio en el exterior para compensar los problemas domésticos durante la crisis del 2008. Y al igual que hicieran los italianos, cuando la política monetaria comenzó a penalizar su margen de intereses (entendido como la diferencia entre lo que las entidades cobran por intereses y lo que pagan por el mismo concepto en pasivos) experimentaron con otras fuentes para proteger sus ingresos: comisiones, venta de seguros, fondos de inversión….
Aun así, como explica a Forbes Santiago Carbó, catedrático de Economía de la Universidad de Granada y director de Estudios Financieros de Funcas: “la labor y el negocio fundamental de la banca minorista, que es el modelo de la banca española, sigue siendo el de tomar ahorro y prestarlo”. Así se sencillo y así de complejo.
Por este motivo, el sector ha transitado durante años por el desierto con apenas una cantimplora en mano. El margen tuvo una evolución ascendente, casi continua, desde 1987 hasta 2008. La situación cambió radicalmente cuando, tras la caída de Lehman Brothers, el BCE bajó el precio del dinero en un período de siete meses en 325 puntos básicos, desde el 4,25% al mínimo histórico del 1%. Y pese a que, en un error sin precedentes, el entonces presidente del organismo, Jean Claude Trichet, anunció tres incrementos consecutivos en los tipos de interés, estos han permanecido muy bajos o negativos hasta el mes de julio de 2022. “Nos habíamos acostumbrado a que tuvieran menos beneficios porque estábamos en una situación atípica. La normalidad histórica dice que el que pide prestado, paga y el que presta, cobra”, concluye Carbó. En 2022, con las presiones inflacionistas impulsadas por el alto nivel de volatilidad de los precios de las materias primas y los cuellos de botella en la oferta mundial, el BCE dio un golpe de timón a su política monetaria.
El Consejo de Gobierno del organismo decidió marcar el cambio de rumbo y por primera vez en más de diez años elevó el precio de referencia en 50 puntos básicos, la mayor alza en 22 años. El movimiento pronto se dejó notar en los balances de las principales entidades del país. Ese mismo año, la gran banca española (Santander, BBVA, CaixaBank, Sabadell, Bankinter y Unicaja) obtuvo un beneficio conjunto récord de 20.850 millones de euros. O lo que es lo mismo, un 28% más que un año antes mientras que el margen de intereses rebotó un 18%. Sin lugar a dudas, 2023 quedará fijado en sus balances como un año excepcionalmente brillante e… ¿irrepetible? “Las cuentas que hemos visto tienen tras de sí unos tipos que no son normalizados, por lo que 2023 no es un año de referencia. Será difícil ver un margen de intereses tan fuerte de manera recurrente”, destaca a Forbes Nuria Álvarez, analista de banca de Renta 4. No obstante, los expertos coinciden en que aún es pronto para un cambio de pantalla. Bandada de cisnes negros.
¿Confía en que habrá una rebaja de tipos de interés este año?, preguntaba Francine Lacqua, periodista de Bloomberg, en el Foro Económico Mundial a la presidenta del BCE Christine Lagarde: “Yo diría que es probable, pero tengo que ser reservada porque dependemos de los datos y todavía hay cierto nivel de incertidumbre y algunos indicadores no están anclados en el nivel en el que nos gustaría verlos”, aseguraba la francesa. La declaración trasladó el frío de Davos a los mercados, porque sorprendió a todos aquellos que habían especulado con un retroceso de cara a primavera. La inflación está siendo más difícil de doblegar de lo inicialmente estimado (los precios subieron en la eurozona hasta el 2,9% en diciembre) y los conflictos geopolíticos, lejos de resolverse, se han intensificado. Así que no es descartable que los bancos centrales sigan con su política de mantenimiento de tipos altos más allá de lo pronosticado. Un nuevo timeline que, a priori, beneficia de nuevo a los prestamistas. Es probable que el impacto en la rentabilidad sea moderado ante un escenario de mayor remuneración de depósitos y de bajada de intereses en la última parte del año, pero “mantendrán sus beneficios en 2024 porque vamos a seguir en un entorno de tipos elevados. Así que, no tiene por qué cambiar tan radicalmente su situación”, comenta a Forbes el director de Estudios Financieros de Funcas. No obstante, como dice el refrán: no hay rosas sin espinas.
“En el riesgo puedes calcular la probabilidad; en la incertidumbre no. Son hechos totalmente inesperados”, declara a Forbes Enrique Feás, Investigador principal del Real Instituto Elcano. “Cuando ya parecía que los precios estaban encauzados y las cadenas de suministro restablecidas, tras el COVID y la guerra de Ucrania, llega el bloqueo del Mar Rojo en una derivada del conflicto en Gaza”, argumenta. La crisis del Mar Rojo –por la que pasa el 15% del comercio marítimo mundial y aproximadamente un 30% del volumen global de portacontenedores, buques mercantes de gran tamaño– amenaza la estabilidad económica mundial. Ante el creciente riesgo de que los barcos resulten dañados y sus tripulaciones afectadas, la industria naviera ha desviado su carga hacia África. El cambio de ruta significa, por un lado, que los viajes son mucho más caros, y por otro, que son más largos, algo que compromete las cadenas de suministro de industrias como la automotriz y la electrónica. Según el Club de Exportadores, “dependiendo de la procedencia del barco, esto implica que la ruta aumente unos 15 o 20 días más, al ampliar un trayecto de 18.000 kilómetros a unos 25.000, lo que supone un incremento del coste, que puede rondar entre el 40% y el 60%, por un mayor gasto de combustible”.
Un escenario poco alentador para países como España, uno de los más volcados en el comercio de Europa, cuya economía depende en mayor medida de esta variable. “Porque para exportar hoy en día, necesitamos importar. Nuestras empresas dependen de inputs y materiales que a su vez dependen de Asia”, recuerda Feás. Según los propios datos del Club, los intercambios comerciales de España con los países asiáticos ascendieron a 135.124 millones de euros. Una cifra nada desdeñable.
El ministro de Economía Carlos Cuerpo, en su primer Eurogrupo el pasado mes de enero, ya anunció que “hay que estar muy encima por su posible impacto en términos tanto macroeconómicos como de precios”. La economía actual se mueve en un entorno extraordinariamente incierto y si hay un ecosistema empresarial poco permeable al estado de ánimo de su entorno, es el financiero.
El año 2013 fue el primero con dos papas, el de la muerte de Nelson Mandela, el del bosón de Higgs y el de los papeles de Bárcenas. En lo económico, vivimos los últimos coletazos de la Gran Recesión que comenzó allá por 2008 en EE. UU. Ese año, en España había cinco millones de ocupados menos de los que hay en la actualidad (16,7 millones), la tasa de paro alcanzaba un récord al superar el 26%, 1,8 millones de hogares tenían a todos sus miembros en paro y decrecíamos a un ritmo anual del 1,4%. Un panorama desolador que empujó al alza los impagos. La tasa de morosidad, que tradicionalmente es un termómetro para la banca, acabó el año rozando el 14%. El volumen de créditos dudosos se situó en los 197.000 millones de euros. Un hito histórico.
Y aunque para muchos eso ya forma parte del pasado, no conviene relajarse, porque el indicador es sinónimo de solvencia. Su aumento puede hacer mucho daño a la cuenta de resultados y la rentabilidad bancaria. Como aseguraba el escritor estadounidense Mark Twain: “La historia nunca se repite, pero las combinaciones caleidoscópicas del presente a menudo parecen construidas de fragmentos rotos de leyendas antiguas”. En un momento en el que se espera que los tipos de interés se mantengan elevados durante un tiempo prolongado, cuando existen nuevas presiones relacionadas con los precios y nubarrones sobre el crecimiento económico, no es descartable un cierto deterioro de la calidad crediticia. En este sentido, y para evitar sustos mayores, el Banco de España advierte una y otra vez que “sigue siendo necesario que las entidades utilicen la situación favorable actual de rentabilidad para reforzar su capacidad de resistencia frente a escenarios adversos”.
Los últimos datos muestran cifras de morosidad contenidas, en el 3,6%. Sin embargo, los deudores a vista, aquellos préstamos que han resultado impagados pero aún no entran a considerarse morosos porque no han pasado 3 meses de su vencimiento, continúan aumentando. Con todo, los expertos consultados por Forbes piden mantener la calma. “Afrontamos los riesgos con un sector resiliente como demuestran las pruebas de resistencia realizadas hace poco. Incluso en escenarios adversos hay recursos propios suficientes para hacerles frente”, recuerda Joaquín Maudos, director adjunto del Ivie y catedrático de la Universitat de València. Sin olvidar que una de las variables económicas que más incide en esta rúbrica bancaria, el mercado laboral, aún resiste. Así que, a día de hoy, no tenemos el problema generalizado que tuvimos en el pasado. “Las tasas de cobertura de los bancos españoles tras la pandemia son muy altas, por encima de la media, por lo que estos pueden tirar de provisiones ya constituidas sin tener que dotarse de extraordinarias y sin que el coste de riesgo se vaya al alza”, comenta Nuria Álvarez de Renta 4.
Lo que ya se observa en los balances es una cierta ralentización en la cartera de créditos, una situación que podría mermar los ingresos financieros este 2024. Según los últimos datos del Banco de España (referidos al pasado mes de octubre), el retroceso de la financiación concedida a las familias españolas fue del 2,8%, mientras que el crédito destinado a las empresas lo hizo un 3,6%. Una tendencia ‘asumible’ que continuará a lo largo de este año. “Es normal que la banca tenga menor apetito por el riesgo y endurezca las condiciones en el acceso a la financiación”, apunta Maudos.
Lo nuevo y lo azul. El primer cajero automático se abrió en Londres en 1967. En la década de 1980, algunos bancos comenzaron a ofrecer servicios de banca electrónica desde casa a sus clientes en 1985. En 1994, Stanford Credit Union lanzó el primer sitio web para servicios bancarios. Pero la explosión digital llegó tras el lanzamiento del primer iPhone en 2007. Los bancos de madera abandonan la plaza pública para colarse en el bolsillo de los clientes.
En España, el proceso ha sido constante durante los últimos 25 años, pero es tras la pandemia cuando logra colocarse entre los países europeos con mayor nivel de digitalización bancaria (el 70% de la población usa la banca online). Compras por internet, préstamos a través de un clic o transferencias en cuestión de minutos con Bizum. Servicios financieros digitales que han simplificado el día a día de los clientes, pero que, precisamente por lo que atesoran (datos y dinero), son uno de los objetivos más perseguidos por los ciberdelincuentes.
De acuerdo con un estudio de FUNCAS, el sector recibe un 300% más de ciberataques en proporción a otros. Consciente de los riesgos, el BCE realizará la primera prueba de resistencia cibernética a 109 bancos de la Eurozona este año. Un nuevo test que enfrentará a los bancos a un escenario severo relacionado con la cibernética para evaluar su capacidad operativa para gestionarlo y recuperarse del mismo. “El sector cuya materia prima es la información tiene que estar atento a la evolución de la tecnología, desde los ciberataques hasta mayores inversiones tecnológicas, pasando por la regulación de la inteligencia artificial (IA)”, responde a Forbes el director de Estudios Financieros de Funcas.
Otra de las citas marcadas en rojo en el calendario para el sector y el conjunto del mundo empresarial es el día de la celebración de las Elecciones Europeas. Si la ultraderecha alcanza mayor representación en las instituciones y es capaz de cambiar la hoja de ruta de las políticas medioambientales, la situación podría complicarse. ¿El motivo? Si la lucha contra el cambio climático se frena, sus efectos perversos se aceleran.
Y la banca es uno de los más expuestos a estos riesgos. El 80% de la exposición crediticia que la banca española tiene a riesgos de transición climática se destina a sectores altamente contaminantes, lo que se traduce en un volumen de crédito de 660.320 millones de euros, según el Informe de Estabilidad de otoño del Banco de España.
Si los Medici con su mecenazgo llevaron las artes del Renacimiento a su esplendor, los actuales protagonistas financieros tienen al alcance de su mano acompañar el cambio hacia un modelo económico sostenible.