China ostenta el título de ser el primer país de la historia en utilizar papel moneda. El dinero volador –conocido así por su ligero peso– funcionaba ya durante la dinastía Tang (618-907) como certificado de depósitos negociables. No obstante, como documenta Eswar S. Prasad, Profesor Principal de la Cátedra Tolani de Política Comercial en la Universidad de Cornell, en su obra Gaining Currency: The rise of the Renminbi, no fue hasta el año 1260, durante el mandato de Kublai Khan (quinto y último Gran Kan del Imperio mongol) cuando su uso se generalizó. «A Kiblai se le atribuyen dos importantes innovaciones: el dinero fiduciario y la moneda de curso legal. Porque, pese a que ésta no estaba respaldada por metales preciosos ni materias primas, «era ampliamente aceptada como medio de cambio». Uno de los primeros europeos en documentar el uso de esta herramienta crucial para la economía moderna fue Marco Polo. «El Gran Kan dispone de un tesoro más extenso que cualquier otro soberano del universo» recogía en sus crónicas el joven aventurero veneciano. ¿Conseguirá el mayor socio comercial del mundo volver a sorprenderlo con la fuerza de su divisa?
Dinero de dineros
El Nobel de Economía Paul Krugman atribuyó en 1984 tres roles básicos al dinero: medio de intercambio, unidad de cuenta y depósito de valor. En este sentido, el dólar es el dinero del dinero. Los bancos centrales, las organizaciones internacionales, los estados de los países, las empresas e incluso los ciudadanos usan el dólar como moneda de referencia. Dólares como medio de pago, ahorro, préstamos, activos, materias primas… Como en su día lo fue el dracma griego, el florín holandés, el real de a ocho español o la libra esterlina, el dólar es esencial para la estabilidad económica mundial desde hace casi 80 años.
En 1944, en un tranquilo hotel de Bretton Woods en Nueva Hampshire, se fijaron las reglas del juego financieras, comerciales y monetarias tras la Segunda Guerra Mundial. Los 44 países participantes (todos ellos aliados) acordaron la creación del Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y establecieron el dólar como moneda de referencia para fijar su valor en oro. Al fin y al cabo, EE UU disponía de atributos más que suficientes para ser coronada como superpotencia: superioridad económica, política y, sobre todo, militar. «La moneda internacional por excelencia en cada época histórica va muy asociada al poder militar. El que emite la moneda es el policía del mundo, su guardián y el que vela porque el comercio internacional sea estable» recuerda a Forbes Miguel Otero, investigador principal del think tank Real Instituto Elcano y profesor del IE School of Global and Public Affairs.
Y, en tiempo de posguerra, las fuerzas armadas estadounidenses eran las más poderosas del planeta gracias al físico Robert Oppenheimer (tan de moda ahora por la película de Nolan) y su bomba atómica.
Sin ignorar que el sistema establecido en los acuerdos de Breton Woods ha sufrido modificaciones desde entonces –Nixon la desvinculó del oro en los 70 y el contexto internacional ya no es el que era– el dominio actual del dólar sigue siendo preponderante. Por un lado, como moneda vehicular, ya que participa en casi 9 de cada 10 operaciones con divisas que se efectúan en el planeta; y por otro lado, como referencia de facturación (aglutina, según el Banco Central Europeo, aproximadamente el 40% de las transacciones comerciales internacionales). Sin embargo, en otros ámbitos su rol pierde brillo.
Según la encuesta COFER del Fondo Monetario Internacional sobre la composición de las reservas oficiales de divisas, la cuota en dólares se ha reducido 12 puntos porcentuales desde el cambio de siglo, pasando del 71% en 1999, al 59% en el primer trimestre de 2023. Es decir, los bancos centrales ya no mantienen en su haber billetes verdes, como protección ante futuras crisis, con el mismo dinamismo que antaño. Olivia Álvarez, analista de Analistas Financieros Internacionales explica a Forbes el contexto de este deterioro relativo. Según Álvarez, responde a una paulatina tendencia a la diversificación en las carteras internacionales. “En estos cambios han incidido las tensiones geopolíticas, las políticas expansivas de EE UU, las innovaciones tecnológicas en el ámbito financiero, así como los esfuerzos de desdolarización en algunos países”. Un camino, en muchos casos irreversible, que podría consolidar la tendencia de desdolarización en los años venideros.
La telaraña roja
China ha pasado en cuatro décadas de ser uno de los países más pobres del planeta a convertirse en responsable de un tercio del crecimiento mundial (en 2022 su economía sumó 17,95 billones de dólares). La entrada en la Organización Mundial del Comercio en 2001 le permitió estrechar lazos comerciales con el resto del mundo, remodelar las cadenas de suministro y apuntalar su impulso económico. Ha tejido una telaraña de conexiones económicas y políticas a nivel internacional y, sin embargo, su integración financiera, así como la expansión de su divisa ha resultado más limitada. Según estiman los investigadores del FMI Hector Perez-Saiz y Longmei Zhang, sus activos y pasivos internacionales constituyen sólo el 4% de los activos y pasivos exteriores mundiales. Apenas representa el 2% de todos los pagos transfronterizos globales y, no supera el 3% como moneda de reserva.
¿Cómo la segunda economía del mundo no es capaz de disponer de una divisa a la altura de su poderío? El gigante asiático mantiene un control de capital (vigilancia sobre la cantidad de dinero extranjero que puede entrar y salir de la economía) mucho más estricto que sus homólogos para evitar la especulación. Es decir, ni cotiza ni se acepta con facilidad en todo el mundo y mantiene un régimen cambiario. Aspectos que generan rechazo por lo poco atractivo que resulta para las fuerzas del capital internacional. A diferencia de lo que sucede con EE UU donde, “la profundidad y liquidez de los mercados, así como la estabilidad y tamaño de la economía y la confianza en su capacidad de honrar las obligaciones financieras, son factores clave en su percepción como la moneda más segura y estable” recuerda Oliva Álvarez.
Con todo, según algunos expertos el yuan se ha convertido en el principal elemento perturbador dentro de la esfera de influencia monetaria del dólar estadounidense. El Banco Popular de China comenzó a promover la internacionalización tras la crisis financiera mundial de 2008 por motivos geopolíticos, económicos, pero también estratégicos. La elevada participación del dólar en el comercio exterior de China la hace muy vulnerable a las fluctuaciones cíclicas, a las sanciones y a los caprichos en sus políticas monetarias y macroeconómicas. Así que, “desacoplándose de sus ciclos económicos y expandiendo el uso del yuan limitaría la influencia económica de su principal adversario político y aumentaría la autonomía financiera y su presencia global” contextualiza la analista de AFI.
Asfalto, hormigón… ¡A construir autopistas!
Existe un dicho en China, comenta el experto en economía política internacional del Real Instituto Elcano, que hace referencia a la necesidad de construir autopistas para que una región crezca. Pues bien, para potenciar su moneda el país asiático está haciendo obras en sus infraestructuras monetarias. “Pekín sigue pensando que el control de capitales y un cambio intervenido es lo que más le interesa, pero intenta a través de autopistas alternativas que fluya el crédito en yuanes” concluye. Uno de esos caminos son las líneas swap (acuerdos de intercambio de divisas entre bancos centrales). La operación permite financiar diversas intervenciones en los mercados proporcionando liquidez. El caso más reciente es el de Argentina. La Casa Rosada ha extendido el acuerdo firmado en 2009 para renovar durante tres años y con 5.000 millones más, su swap de monedas con China. El montante total, unos 18.300 millones de dólares, le permite hacer frente a los pagos pendientes con el FMI y a China expandir su influencia en toda América Latina. En declaraciones a Forbes, Alicia García Herrero, profesora adjunta en Hong Kong University of Science and Technology sostiene que, en realidad, “los países que aceptan el yuan, lo hacen por necesidad y para pagar importaciones de China y eso no es la internacionalización de una moneda”.
La iniciativa se produce en medio de un flujo constante de acuerdos bilaterales en materia energética denominados en yuanes. A finales del año pasado, Arabia Saudí realizó la primera transacción en yuanes, Pakistan usa la moneda china para pagar las importaciones de petróleo procedente de Rusia y hasta Francia ha utilizado yuanes para vender gas natural licuado. “La adopción del yuan entre los países exportadores de commodities más importantes posiciona al renminbi como uno de los elementos geopolíticos más decisivos de la próxima década, fortaleciendo la influencia de China más allá del Indo-Pacífico”, explica a Forbes Águeda Parra Pérez, analista del entorno geopolítico y tecnológico de China y fundadora de China GeoTech. No obstante, el acontecimiento más disruptivo en la internacionalización del yuan ha sido la guerra en Ucrania. “En un momento de geopolítica en transición, el efecto de las sanciones internacionales ha hecho crecer la sensibilidad entre determinados países de que reducir la dependencia del dólar puede mitigar posibles repercusiones”, afirma la fundadora de China GeoTech. Y así lo demuestran los datos. La cuota del billete chino en la financiación del comercio se ha más que duplicado hasta alcanzar el 4,5% desde la invasión, en gran parte debido al auge de los envíos entre Rusia y China. Este año, además, se ha convertido en el dinero más utilizado para transacciones transfronterizas en China, superando al dólar por primera vez.
Ante la necesidad de cortar los vínculos del Estado ruso con el sistema financiero mundial, la Comisión Europea, Reino Unido, Canadá y los Estados Unidos, decidieron desconectar de SWIFT –el principal servicio de mensajería que utilizan los bancos para realizar pagos seguros y rápidos a través de fronteras nacionales– a ciertas entidades rusas. Una represalia que ha servido a su vez como acicate para un incremento en el uso de CIPS –la red china–. Pese a ello, aún está lejos de ser una alternativa generalizada. El número de miembros sigue siendo limitado: 1.365 bancos extranjeros frente a los más de 11.000 asociados a SWIFT. Como también lo es su volumen de transferencias diarias: 14 billones de dólares que gestionó en todo el año pasado el sistema chino frente a casi cinco billones de dólares diarios de SWIFT. Autopista sin atascos, pero disponible.
Reinas de belleza
Al igual que Hulk –el superhéroe de Marvel–, el billete verde es temido por sus destrezas, su resistencia y sus capacidades curativas en tiempos de crisis. Atributos que no le protegen de recelos constantes sobre su hegemonía. En esta ocasión, las políticas económicas expansivas en EE UU –y en particular, su política fiscal– supone otro riesgo significativo para la dolarización, ante un escenario más adverso provocado por un entorno de tipos de interés elevados. “Todas las noches me pregunto por qué todos los países tienen que basar su comercio en el dólar”, aseguró el presidente de Brasil Lula da Silva en un ferviente discurso en el New Development Bank de Shanghái. “¿Por qué no podemos comerciar con nuestras propias monedas?” agregó, entre aplausos de la audiencia de dignatarios brasileños y chinos. El planteamiento coincide con las aspiraciones de la mayoría de los BRICS (el bloque compuesto por Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) y resulta razonable si tenemos en cuenta lo que una moneda internacional proporciona. Capacidad de endeudamiento, sin riesgos para ciudadanos o empresas en canjes de dinero y proporciona poder diplomático para negociaciones internacionales.
En cualquier caso, la desdolarización a escala global sería un proceso muy gradual y complejo según los expertos. El historiador de Stanford Niall Ferguson escribía en Bloomberg un artículo de opinión en el que hacía referencia a unas palabras de Larry Summers en 2019. El exsecretario del Tesoro de EE UU aseguraba que “no se puede reemplazar algo con nada”. ¿Qué otra moneda es preferible al dólar como moneda de reserva y comercio “cuando Europa es un museo, Japón un hogar de ancianos, China una cárcel y Bitcoin un experimento?”. Sin alternativas que ofrezcan ventajas similares y gocen de una amplia aceptación y confianza por parte del mercado, “el dólar seguiría siendo la divisa internacional más relevante a corto y medio plazo”, aclara Olivia Àlvarez analista de AFI.
China es consciente de sus limitaciones para ocupar el trono del sistema internacional vigente, por eso busca otras metas más factibles: transformar a un aburrido yuan en una moneda más sexy para debilitar la esfera de influencia del dólar. La celebración de los Juegos Olímpicos de Invierno de Pekín demostró la plena operatividad en las transacciones internacionales de su moneda digital, el e-yuan. Atletas, entrenadores, público y medios de comunicación de todo el mundo realizaron diariamente pagos a través de sus monederos cargados de yuanes. Ahora el Banco Popular Chino investiga cómo esta nueva tecnología puede abaratar los costes en sus sistemas de pago transfronterizos. Al fin y al cabo, “esto de las divisas internacionales no es tanto un certamen de belleza como un concurso sobre quién es el menos feo”, concluye Miguel Otero, investigador del Real Instituto Elcano.