«Desde las batallas para garantizar la llegada de estaño, mineral fundamental para producir bronce; hasta las bulas papales contra el empleo del alambre otomano, indispensable para los curtidores y la industria textil; de las maniobras para hacerse con el monopolio del mercurio a la guerra comercial entre aliados y nazis por controlar la producción de wolframio, básico en obuses perforantes”. El economista Alessandro Giraudo hace un repaso completo en Cuando el hierro era más caro que el oro de los momentos en los que las materias primas han sido productos estratégicos para las civilizaciones. Hoy en día, son las tierras raras las que ocupan ese lugar en la historia.
El poder de la tierra
Consideradas las vitaminas de la industria actual, las tierras raras destacan por su papel integral en la economía moderna. Gracias al neodimio son posibles los vehículos eléctricos, los altavoces cada vez más pequeños o los discos duros portátiles. El lantano crea cámaras digitales de alta tecnología y telescopios de precisión. Con el gadolinio se producen eficientes rayos X. El europio permite imágenes más nítidas y colores reales en televisores y pantallas de móvil. El samario, por su parte, es imprescindible en los misiles de precisión, así como en la construcción de las turbinas eólicas. El listado es extenso y su empleo, omnipresente hoy día.
¡Quién lo hubiera dicho hace solo unas décadas! Hasta la llegada del color a las pantallas de televisión en los años 60, el valor de estos materiales era bastante escaso. Con los microprocesadores, la Guerra Fría, Internet y los teléfonos móviles, su demanda sin embargo no tiene techo.
Debido a sus inusuales propiedades físicas, químicas, y unas características magnéticas y ópticas únicas, las tierras raras se utilizan en una variedad de aplicaciones industriales: la electrónica, la energía limpia, la industria aeroespacial, la automoción y la defensa.
Según el Servicio Geológico de EE UU la producción mundial de elementos de tierras raras en 2021 fue de unas 280.000 toneladas métricas, cinco veces la cantidad producida hace treinta años. “El cambio climático, la revolución energética y tecnológica configuran una nueva mentalidad en las relaciones internacionales. Y las tierras raras son una pieza capital de la nueva tendencia ideológica del siglo XXI” explica a Forbes María Dolores Algora, del Centro de Seguridad Internacional Universidad Francisco de Victoria. Una instantánea que demuestra cuánto comprometen estos materiales los aspectos de la vida cotidiana y la cultura contemporánea. Razones por las que son consideradas un componente geopolítico de primer orden dentro de la lucha por el liderazgo internacional.
Ni tierras, ni raras
A las tierras raras, les pasa un poco como a Santillana del Mar (que ni es santa, ni llana, ni tiene mar), ya que ni son tierras, ni son raras. Descubiertos a finales del siglo XVIII en la mina del pueblo sueco de Ytterby, los elementos que componen las tierras raras fueron considerados ‘raros’ por su escasez inicial. De hecho, “los científicos sólo disponían de pequeñas cantidades de muestras para su estudio y, todos ellos había que buscarlos en Escandinavia” recuerda a Forbes Ricardo Prego, profesor de Investigación en el Instituto de Investigaciones Marinas del Consejo Superior de Investigaciones Científicas y autor del libro Las tierras raras. La limitación finalizó en 1879 con el hallazgo de yacimientos en Estados Unidos. Las investigaciones posteriores indican que “la corteza superior terrestre contiene dos veces más cerio que cobre, el gadolinio es tan abundante como el arsénico y el erbio como el estaño” matiza Prego.
TIENEN NOMBRES TAN EXÓTICOS COMO NEODIMIO, LANTANO, GADOLINIO O SAMARIO; SON LAS VITAMINAS DE LA INDUSTRIA ACTUAL
Y UN COMPONENTE DE ENORME VALOR GEOPOLÍTICO
Además, tampoco son tierras; sino un grupo de 17 elementos químicos: escandio, itrio y 15 elementos del grupo de los lantánidos. Entonces, ¿qué los hace tan especiales? Su verdadera peculiaridad reside en que no son minerales aislados, no existen individualmente, como suele ocurrir con el oro o el cobre, sino que se encuentran como componentes principales o secundarios. Es decir, son partes constituyentes de piezas más grandes lo que les hace mucho más difíciles y costosos de extraer. Así que, pese a que los recursos mundiales de estos materiales se estiman en 110 millones de toneladas métricas (el equivalente a llenar 275 veces el Estadio Bernabéu con minerales) su suministro mundial está limitado por el coste y la complejidad de la exploración, el desarrollo de minas y las instalaciones de extracción y separación. Un camino, recuerdan los expertos, caro, sucio y perjudicial para el medio ambiente y que ha tolerado con bastante naturalidad China.
El país apostó por su desarrollo incluso pasando por alto los aspectos más negativos del proceso. En su Plan Quinquenal Nacional de 1986-1990 estableció como prioridad «la investigación y la producción de aplicaciones avanzadas” de estos materiales. ¿El resultado? En los 90 ya desplazó al entonces líder mundial, EE. UU. quien años después cerró su única mina en Mountain Pass ubicada a 85 kilómetros de Las Vegas. En la actualidad, aunque China alberga sólo un tercio de las reservas de tierras raras globales, representa el 60% de la producción mundial, el 85 % de la capacidad de procesamiento y más del 90% de los imanes permanentes. “El Medio Oriente tiene su petróleo y China tiene tierras raras” dijo en la década de los 80 Deng Xiaoping, arquitecto de la apertura económica de la potencia asiática. El resto del planeta está comprendiendo ahora las implicaciones de su apuesta.
En segundo de crisis global
Las crisis son una forma de sacar a la luz problemas que son fáciles de ignorar en tiempos de bonanza. El COVID y la guerra en Ucrania pusieron de manifiesto los efectos inesperados que un cisne negro puede provocar en la interconectada economía mundial. Los riesgos asociados a las cadenas de suministro internacionales salieron a relucir en la primera fase de la pandemia cuando la situación de la salud pública en China provocó cierres patronales y muchas empresas internacionales sufrieron colapsos en la producción. Más tarde, fueron la escasez de equipos de protección personal y de dispositivos médicos respiratorios claves en la lucha contra la pandemia las que encendieron las alarmas en los principales gobiernos occidentales. Con la guerra de Ucrania, el aprendizaje más valioso lo obtuvieron los europeos y sus bolsillos. Altamente dependiente del petróleo y gas ruso, Europa ha sufrido restricciones, encarecimiento y volatilidad de los precios de la energía y los alimentos de primera necesidad como el trigo, el maíz o la cebada.
Así que, para muchos la lección está clara: hay que rediseñar las necesidades de abastecimiento de sus economías. Al fin y al cabo, una escasa diversidad de proveedores o compradores pueden aumentar la probabilidad de perturbaciones económicas. Sin ir más lejos, la OCDE señala en un reciente informe que desde que en 2009 empezó a recopilar datos, las restricciones a la exportación de minerales críticos se han quintuplicado. Un hecho que “puede estar desempeñando un papel no trivial en los mercados internacionales de materias primas fundamentales, afectando a la disponibilidad y los precios”. La producción se está concentrando cada vez más, y son precisamente los países de los que dependen muchos de los miembros de la OCDE para su abastecimiento –China, India, Argentina, Rusia o Vietnam– los que ocupan los primeros puestos en cuanto a nuevas restricciones.
En el caso de las tierras raras, las rutas para trabajar en el destete de China son diversas. Se busca acelerar la explotación de minerales estratégicos conocidos, localizar nuevas reservas por todo el planeta y potenciar el reciclado. Hay quienes confían en sustituirlas por completo. Es el caso de Tesla. La compañía de Elon Musk ha anunciado que eliminará el uso de tierras raras en sus vehículos eléctricos de próxima generación. Aunque, esta última solución es a día de hoy más el cuento de la lechera que otra cosa. Estados Unidos, Japón o Corea del Sur: todos ellos están desplegando sus programas para alcanzar lo antes posible la meta y asegurar su suministro lejos de la posición preeminente de China. Pese a tener hueco en la agenda europea desde 2008, es ahora casi por fuerza mayor (se acelera la transición energética por las presiones de Rusia) cuando las fichas comienzan a moverse. Si se pretende alcanzar unas emisiones netas nulas de CO2 para 2050 hay que aumentar significativamente la producción y el comercio internacional de estas materias primas. El motivo es sencillo: sin tierras raras la Unión no podrá cumplir su objetivo de un futuro ecológico y digital. La demanda para la fabricación de los imanes permanentes necesarios en turbinas eólicas o vehículos eléctricos se multiplicará por seis o siete para 2050. El litio utilizado para fabricar baterías y el almacenamiento de energía se multiplicará por 89. “Este planteamiento de neutralidad climática entraña el riesgo de sustituir la dependencia de hidrocarburos fósiles por la dependencia de materias primas críticas” advierte la investigadora del Centro de Seguridad Internacional Universidad Francisco de Victoria.
Para paliar la previsible escasez de recursos y evitar un parón de la industria y el empleo sin precedentes, Bruselas quiere que ningún país tercero pueda representar más del 65 % del consumo anual de la UE en ninguna etapa de la cadena de procesado. La idea es que de aquí a 2030, se extraiga en territorio europeo al menos el 10% del consumo anual de materiales estratégicos, que procese al menos el 40% de esa demanda y que el 15% del consumo provenga del reciclado. En opinión de la investigadora Maria Dolores Algora, la decisión alberga, al menos, dos debilidades, “habría que multiplicar la inversión en estos programas y buscar un equilibrio en la mentalidad europea entre el cuidado del medio ambiente con los efectos de la extracción de tierras raras”. Pero no solo. “Se precisan de especialistas, científicos, tecnólogos y empresarios para explotar recursos propios, a la vez que patentar aplicaciones y fabricar dispositivos de alta tecnología. El cuello de botella es humano” considera Ricardo Prego del CSIC.
Soy Minero vuelve a estar de moda
Nirvana, Jane’s Addiction, David Guetta, Leonard Cohen… El comisario Europeo de Mercado Interior, Thierry Breton, con clara vocación de DJ, compartió en Twitter una lista de dos horas en Spotify para promocionar su propuesta legislativa sobre tierras raras. Desde aquí, una sugerencia, un clásico de la canción española: Soy minero, de Antonio Molina.
Las actividades mineras en España han tenido una gran tradición y han sido fundamentales en la industrialización del país a partir del siglo XIX. Paradojas de la vida, podrían de la mano de la revolución verde y digital, recuperar el protagonismo perdido. “Si los recursos de tierras raras españoles ya conocidos se pusieran en marcha, España podría producir unas 35.000 toneladas al año lo que equivaldría al 23% de la producción mundial” dice a Forbes Manuel Regueiro, presidente del Ilustre Colegio Oficial de Geólogos. Según la investigación de la Unión Europea, en España hay identificadas al menos cuatro áreas con presencia de tierras raras: Campo de Montiel (Ciudad Real), la sierra de Galiñeiro (Pontevedra), la Rambla de las Granatillas (Almería) y el complejo basal de Fuerteventura (Las Palmas).
SI ESPAÑA SE PUSIERA EN
MARCHA PODRÍA EXTRAER
EL 23% DE LA PRODUCCIÓN MUNDIAL DE TIERRAS RARAS. YA HAY LOCALIZADAS ÁREAS MUY RICAS EN ZONAS DE CIUDAD REAL, ALMERÍA, LAS PALMAS O PONTEVEDRA
Hay que añadir además que gracias a su pasado minero, el Instituto Geológico y Minero de España ha conseguido realizar un inventario que permite disponer de un gran número de balsas y escombreras que podrían contener cantidades explotables de minerales críticos que en su momento no tenían interés comercial. Pero, aún hay amplios recursos minerales por descubrir. Aprovechar esta oportunidad requiere de un cambio de paradigma. “La sociedad debe cambiar su punto de vista sobre la minería. Ahora es negativo debido quizás a errores del pasado que no se compadecen con la realidad ambiental y de sostenibilidad del sector actual” cree el presidente del Colegio Oficial de Geólogos. Otra interesante línea de exploración abre el proyecto MINETHIC. Desarrollado por un consorcio liderado por Técnicas Reunidas e integrado asimismo por otras cinco empresas españolas como FCC Medio Ambiente, Apria Systems, IDP, IMA Magnets y Torrecid persigue la recuperación de estos minerales a partir de diversos subproductos y residuos.
No obstante, los ojos de los principales socios europeos están puestos en Suecia. La minera estatal LKBA ha identificado en el norte del país el mayor yacimiento de minerales de tierras raras conocido en el viejo continente, según sus cálculos, contiene más de un millón de toneladas de tierras raras. Una noticia esperanzadora e importante para los planes de independencia de China pero en una fase tan preliminar que los expertos prefieren esperar para valorar el tsunami que puede provocar en el tablero mundial. Y es que, tardaría al menos 10 o 15 años en poder empezar a minar y proveer al mercado de materias primas made in Europa. ¿Se llegará a tiempo?