Cultura

El nuevo libro de Sílvia Abril: amor y odio a la Navidad y al «puñetero amigo invisible»

La humorista y actriz Sílvia Abril ha publicado "Pérdidas de risas. Historias de una mujer imperfecta". Aquí puedes leer parte del capítulo "Navidades a mí".

¿Te has puesto a pensar todo aquello que te queda por hacer? La humorista Sílvia Abril (Mataró, 52 años) reflexiona cómo es la crisis de los 50, que según dice “te pilla medio ciega, menopáusica y con tus primeros achaques”. En esta época de la vida nos cuestionamos qué nos falta por hacer, pero Abril nos invita a reflexionar sobre todo aquellos que ya hemos SUPERADO.

Publicamos parte del capítulo de su libro Pérdidas de risas. Historias de una mujer imperfecta (Editorial HarperCollins). Este extracto son las primeras páginas del capítulo Navidades a mí, en el que la autora nos promete hacer reír a carcajadas.

Navidades a mí

–¡Agua, coco helado, mojito! 

Te despiertan de tu siesta al grito refrescante del verano. ¡Qué gusto, por favoooor! Me he quedado KO haciendo ver que leía un libro. Llevo arena en más sitios de los que me gustaría presumir y no sé ni qué hora es. Da igual. A la que parpadees será Navidad. ¡Y lo sabes!

Ni Fernando Alonso ni Lewis Hamilton. Las más rápidas del circuito son las puñeteras Navidades. Por un instante estás recolocándote la braga del bikini y, de repente, estás colgando los adornos del árbol. Y no exagero.

Cada año me pasa lo mismo. Siempre me digo: «No te despistes, que en nada están aquí». Pero miro el calendario y pienso: «Abril, faltan tres meses, te has pasado». No. Ese día ya deberías estar haciendo la carta a los Reyes Magos y encargando el pavo. Que después todo son prisas y acabas sirviendo comida precongelada. Y con la edad, todo va más rápido, os aviso. Haced caso a esta viejoven. Las Navidades son la típica conocida que cuando menos te la esperas, ¡zasca!, la tienes en los morros. 

¿A vosotras os gustan? Porque a estas fiestas, o las amas, o las odias. No valen puntos medios. Yo he pasado por las dos zonas e incluso las he ignorado y pasado de puntillas, a ver si no me veían. Pero es una zorra con buena vista y no he conseguido zafarme de ella. Así que, finalmente, he decidido asentarme en la zona del amor. En especial desde que nació Joana. Es verdad que con críos en casa todo es diferente, por ovarios te comes las Navidades quieras o no. Es aquello de volver a vivirlo todo por primera vez de nuevo y encima a través de la mirada de un niño. 

Sílvia Abril y su nuevo libro «Pérdidas de Risa. Historias de una mujer imperfecta» (Ed. HarpersCollins)

No me miréis así, ya sé que os había dicho que al final me había reconciliado con ellas, pero es que son unas boicoteadoras. Te pasas trescientos sesenta y cinco días al año cuidándote y entrenando y en uno solo, en veinticuatro horas, se va todo a la mierda. Es que no ponen nada de su parte, colega.

Lo de la comida en esas fechas no es ni medio normal. Si ya habitualmente comemos por encima de nuestras posibilidades, esos días son dignos de una bacanal romana. Que al final te comes las cosas por aburrimiento y te da lo mismo polvorones que mantecados que bocas de mar. La cuestión es abrir la boca. 

Y si vas de visita a alguna casa, ¡te sacan más comida! Y, claro, como no puedes decir que no, porque según tu madre «quedas mal si les haces un feo», pues, hala, otro mazapán p’adentro. Que, por cierto, ¿soy yo o todo lo de Navidad últimamente está bañado en chocolate? En Cataluña son típicas las neules, unos barquillos alargados muy ricos, que de por sí, «ligeros» no sería su adjetivo; pues ahora la moda es que los bañen en choco. Los dátiles, ídem. Las frutas, ídem. ¿Qué será lo próximo? ¿Los langostinos? ¿Las cigalas? ¿El cochinillo? Cuidado no demos ideas, a ver si se animan los cocineros, que hay mucho chef suelto últimamente con crisis de creatividad.

Bueno, para ser justos, no solo pasa el día de Navidad. En realidad nos pasamos diez días con el buche lleno. Porque unas semanas antes comenzamos con el festival de las cenas. Que si cena de empresa, que si cena con las amigas, que si cena de vecinos… Se nos está yendo de las manos el tema cenas. ¿Estamos de acuerdo? Como sigamos así nos vemos haciendo cenas hasta con nuestro ginecólogo: 

—Brindemos por tu cérvix, querida. 

Y mira, no. Me cae de puta madre mi gine, pero lo del espéculo frío no se lo perdono. A cascar las Navidades con su familia. 

Y si sois de las que pensáis que estas cenas son totalmente inofensivas, os equivocáis. Esconden el fenómeno más odiado y más secundado de la historia: el puñetero amigo invisible. Mucho se ha hablado de este ser mitológico que viene cada año a jodernos la vida. ¿Por qué lo hacemos? ¿Quién narices fue el primero? Porque a ese sí que hay que ir a la puerta de su casa y hacerle un escrache. Además, yo creo que tras él debe haber un lobby importante o algo, porque mira que la era digital se ha cargado cosas, pero esta, esta que nos fastidia de la hostia, no. Yo propongo hacer cambios, por ejemplo, en vez de regalo pongo, que no sabes qué narices hacer con él, pues mandamos el bizum invisible. Oye, fácil, discreto, se ajusta a tu presupuesto, ¡un perfect! Alguien te hace una donación secreta y tú tienes que adivinar quién es. Ya os digo yo que por los importes que te ingresen sabréis rápidamente quien os lo ha hecho. Que a los ratucas se los ve de lejos aunque sea vía online.

La puñetera moda del amigo invisible, además, no contenta con joderte las cenas de empresa y las de amigos, ahora se ha puesto como de moda hacerlo también con la familia.

* Pérdidas de risas. Historias de una mujer imperfecta (Editorial HarperCollins) está a la venta desde el 15 de noviembre en librerías y centros comerciales de toda España.

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