Poderoso. Connatural. Universal. También esencial. El miedo nos moldea, nos condiciona, nos limita. Puso el sobresaliente Cervantes en boca del ingenioso hidalgo: “El miedo que tienes –dijo don Quijote– te hace, Sancho, que ni veas ni oyas a derechas; porque uno de los efectos del miedo es turbar los sentidos y hacer que las cosas no parezcan lo que son”. Pero tiene esta poliédrica emoción más secuelas. El miedo levanta barreras, aplaca deseos, frena impulsos, aplaza proyectos, empeña futuros. El miedo puede llegar a acorralarnos en los extremos y amordazar nuestros actos, interrumpiendo hábitos y formando otros.
“La pandemia nos ha traído una epidemia de miedos, algunos racionales, otros sobredimensionados. El miedo a perder el trabajo, a no poder sostener a la familia, al futuro de muchos jóvenes, a perder nuestra seguridad… El miedo, además, es tremendamente contagioso”, explica el psicólogo José Antonio Luengo. En época de crisis, el miedo nos constriñe, multiplica nuestra aversión al riesgo, nos disuade, nos repliega. Efecto dominó. La cautela se impone. Surge, añade Luengo, “nuestro ser y pensar más conservador. Nos protegemos siendo prudentes. Tendemos a cuidar lo que tenemos como un tesoro que puede y debe asegurarnos el corto y medio plazo”.
Cuando la economía del país sufre fuertes turbulencias, gastamos menos, ahorramos más. Lo hicimos en el año de la pandemia: 2020. Ahorro a niveles sin precedentes durante el confinamiento. Ahorro no preconcebido ni deliberado. Suma de un ahorro forzoso y de un ahorro del miedo. Un ahorro motivado por las restricciones de movilidad, por el parón o cierre de la actividad económica y la imposibilidad de consumir, unido a un ahorro condicionado por la desconfianza generada por la pandemia, por el temor a perder el empleo, por la incertidumbre a lo que vendrá. Los análisis del Banco de España indican que, entre diciembre de 2019 y septiembre de 2020 –último dato disponible–, “el desplome sin precedentes del consumo y el relativo sostenimiento de las rentas han llevado a que la tasa de ahorro aumentara casi 5 puntos porcentuales (pp) en relación con su renta bruta disponible (RBD) en la Unión Económica y Monetaria (UEM), hasta el 17,6%, y 6,5 pp en España, donde, partiendo de niveles más reducidos, se situó próxima al 13% de la RBD. Estos incrementos son más acusados que los que se observaron durante la crisis de 2008-2013”.
Lo nunca visto
Según el Instituto Nacional de Estadística (INE), en el segundo trimestre de 2020 el ahorro de los hogares llegó al inédito 31,1%. No se había alcanzado tal cifra en toda la serie histórica, que se inició en 1999. El anterior récord nos remonta a otro año de crisis, el 2009, cuando la tasa de ahorro se disparó en el segundo trimestre hasta el 20,1%. Desestacionalizada, esa tasa de ahorro de los hogares también alcanzó niveles desconocidos, situándose en el 22,5% de su renta disponible. Los españoles guardaron 60.204 millones de euros frente a los 36.856 millones de 2019. En la zona euro, misma tendencia. Según datos de Eurostat, de abril a junio el nivel de ahorro escaló hasta un 24,6% nunca visto.
Razona Josep Lladós, miembro del Colegio de Economistas y profesor de Economía de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC), que “la capacidad de ahorro depende críticamente del nivel de renta y de cómo esta se distribuye en la sociedad. Los hogares con mayor nivel de renta, obviamente, tienen mayor capacidad de ahorro en comparación con las rentas más bajas. Por otro lado, en épocas de crisis o estancamiento económico suele aumentar el ahorro tanto por motivos de precaución e incertidumbre como por un descenso en el consumo de los hogares, derivado del ajuste en salarios y empleo que acompaña a las crisis económicas”.
Recurriendo de nuevo a los datos del INE, las familias españolas recortaron su gasto en consumo un 23,9%, hasta los 133.222 millones de euros, también en el segundo trimestre. Ese dato rebotó un 20,8% –otro dato histórico– en el tercer trimestre para solo crecer un 2,5% en el cuarto. Según aseguran a Forbes fuentes del Banco de España, “en la crisis actual, el consumo ha mostrado una caída sin precedentes, muy por encima de la que sería acorde con sus determinantes habituales (renta, riqueza e incertidumbre, entre otros), y superior a la registrada durante la recesión anterior: entre el primer y el tercer trimestre de 2020 fue un 8,2% inferior al del mismo periodo de 2019 en la UEM, y un 13,7% más bajo en España. En el conjunto de 2020, el consumo en nuestro país fue un 12,9% inferior al de 2019. En 2009 y 2012, años con una evolución más desfavorable del consumo durante la anterior crisis, la caída fue de en torno al 1% en la UEM y próxima al 3,5% en España”.
El rastro de estas decisiones llega hasta las cuentas bancarias. Las estadísticas del Banco de España reflejan que en 2020 los depósitos de las familias crecieron un 7,4%. Solo en diciembre guardaron en las entidades financieras 16.400 millones. En todo el ejercicio ordenaron custodiar 63.100 millones, hasta marcar un récord –uno más– de 916.300 millones.
Ahorro forzoso
El frenazo de la actividad económica nos ha compelido, nos ha obligado a economizar. Nos ha disuadido de gastar. “La situación es muy diferente a cualquier otra crisis anterior, ya que el principal motivo del aumento del ahorro, al menos al principio, no ha sido la precaución o la incertidumbre, sino la imposibilidad material de consumir porque los ciudadanos estábamos confinados y muchas actividades no esenciales estaban cerradas. Tras el confinamiento han persistido muchas restricciones a la actividad y a la movilidad, que también han limitado las posibilidades de gasto. Ha sido, por tanto, un ahorro forzoso”, sostiene María Jesús Fernández, economista sénior en la Dirección de Coyuntura y Estadística de Funcas y profesora de la UNED. Comenta también Fernández que “muchos ciudadanos han decidido voluntariamente hacer menos vida social por miedo al contagio, lo que también ha reducido su gasto y ha aumentado su ahorro”.
Manifiesta Lladós que “en este caso cabe señalar la respuesta de política económica, basada en el impulso fiscal y las ayudas para sostener los niveles de renta”. Constata también Díaz-Giménez que “esta crisis ha pillado a la economía española mucho mejor preparada, porque en 2007 España tenía un déficit en su balanza por cuenta corriente de unos 100.000 millones de euros y en 2020 tenemos superávit en la balanza por cuenta corriente”. Fuentes del Banco de España concretan que “tanto las familias como las empresas llevaron a cabo un importante saneamiento de sus balances en la década pasada y han reducido de forma muy significativa los niveles de endeudamiento (en contraposición con lo observado para el sector público). En términos agregados, este desapalancamiento ha permitido a las familias afrontar esta crisis desde una posición de mayor solidez financiera. En todo caso, habría incidido con particular intensidad sobre aquellos trabajadores con recursos más limitados para sostener su gasto en caso de caída de sus ingresos”. Y apuntilla María Jesús Fernández que “si en épocas de crecimiento los gobiernos aprovechasen para corregir los desequilibrios de las cuentas públicas y reducir el endeudamiento, llegaríamos a las crisis con unas cuentas públicas más saneadas, lo que nos daría más margen de maniobra para llevar a cabo políticas fiscales expansivas que permitan amortiguar la caída del PIB”. En 2020, la economía española se contrajo un histórico 11%.
La cigarra y la hormiga
Crear un colchón financiero por convicción, no condicionado por el miedo. Ese es el reto. Para el profesor de Economía de la IESE Business School, Javier Díaz-Giménez, “al fin y al cabo, esto es como el cuento de La cigarra y la hormiga. La cigarra aprovecha el verano para divertirse y la hormiga para trabajar. Los países del sur, países que somos relativamente pobres, tendemos un poco más a hacer ‘la cigarra’. Aquí entran en juego elementos culturales distintos”. Expone también estas diferencias la economista sénior de Funcas, María Jesús Fernández, porque “en España la tasa de ahorro tiene un comportamiento muy procíclico: cae mucho en las épocas de expansión y crece mucho en las épocas de crisis. En otros países esto también ocurre, aunque de forma menos acusada, e incluso en algunos países la tasa de ahorro se mantiene muy estable a lo largo de todo el ciclo. En España, como en las etapas de crecimiento el ahorro es muy bajo, cuando llega la crisis las familias no disponen de un colchón que les permita sostener su nivel de gasto, y esto les obliga a recortar mucho el consumo, al tiempo que los hogares que pueden ahorrar aumentan su ahorro por temor a un futuro incierto”.
En el término medio siempre ha estado la virtud. De ahí que el profesor de Economía de la UOC plantee, por un lado, que “un nivel de ahorro excesivo deprime las expectativas de crecimiento del mercado y dificulta la inversión empresarial. Lo hemos observado en economías cautivas en una depresión de larga duración, como la de Japón. Por otro lado, un ahorro insuficiente para sostener la actividad económica interna conlleva una creciente dependencia de la financiación exterior. La clave está en impulsar una actividad de consumo que sea sostenible”.
Opina la experta en dirección de Coyuntura y Estadística que “sería mejor que la tasa de ahorro fuese mayor durante las etapas expansivas, aunque eso supusiera un menor crecimiento de la economía, porque así en las crisis los ajustes tampoco serían tan intensos. Pero también sería deseable que la tasa de ahorro fuese de forma estructural más elevada. España es el país de la eurozona con la tasa de ahorro más baja. Puede haber algunas razones que lo explican, como la mayor tasa de posesión de vivienda en propiedad, que es otra forma de ahorro, pero eso no lo explica en su totalidad. No es cierta la creencia popular de que, para que se cree empleo, tiene que haber mucho consumo. En Alemania la tasa de ahorro a lo largo de los últimos 15 años ha sido más del doble que la nuestra, y tiene pleno empleo. Eso es porque producen menos para el consumo interior, pero más para la exportación. Y es un crecimiento más estable y menos generador de desequilibrios que el crecimiento que se sustenta sobre los vaivenes del consumo”.
Desembalsar la demanda
¿Cómo se comportará la tasa de ahorro en 2021? ¿Volverá a niveles precrisis o se mantendrá elevada? ¿Cuándo saldrá al mercado la demanda embalsada? Apuntan a Forbes desde el Banco de España que “la recuperación será incompleta hasta que se disipe la incertidumbre y la crisis sanitaria se haya superado, y será más tardía en las partidas de gasto vinculadas a actividades que conllevan un mayor grado de interacción social. Aunque los niveles de consumo se recuperarán en 2021 con respecto a 2020, no se alcanzarán todavía los niveles precrisis. Como resultado, la tasa de ahorro de las familias registrará un cierto descenso en 2021, aunque se mantendrá en niveles todavía algo elevados y superiores a los de 2019, cuando, de hecho, se situaba por debajo de sus registros promedio históricos. De acuerdo con las proyecciones macroeconómicas elaboradas en el marco conjunto del Eurosistema de diciembre de 2020, en España los hogares tenderán a mantener hasta finales de 2023 una tasa de ahorro relativamente elevada, aunque considerablemente inferior a la observada en 2020”.
Considera el profesor de Economía del IESE que “la actividad económica va a seguir el ritmo que imponga la evolución de la pandemia. Si en el segundo semestre, con la vacunación avanzada, la recuperación es intensa como esperamos que sea, la tasa de ahorro disminuirá y el consumo y la inversión aumentarán. Si hay una cuarta o quinta ola, si continúan los contagios y siguen sin venir los turistas extranjeros, el ahorro se mantendrá y no veremos ese rebote. La demanda embalsada irá saliendo en cuanto se pueda. El gasto sigue los vaivenes de las restricciones: cuando la gente puede ir a bares y restaurantes, va; cuando puede salir de viaje, sale”. Cree el profesor de la UOC que “cabe esperar una reactivación económica sostenida a partir de la primavera, aunque para volver a los niveles ahorro habituales hará falta tiempo”. Y la economista sénior de Funcas prevé que “en 2021 la tasa de ahorro descenderá, aunque persistan ciertas restricciones, ya que los valores máximos de 2020 están muy influidos por el largo periodo de confinamiento de marzo-mayo. Pero se mantendrá más elevada que antes de la crisis, debido tanto a las medidas y al miedo al contagio, como por precaución ante la incertidumbre que genera esta situación”.
Para el punto y final acudimos a la lúcida y sobresaliente Marie Curie: “nada en la vida debe ser temido, solamente comprendido. Ahora es el momento de comprender más, para temer menos”.