1. Dejar que la rutina nos absorba

Cuando dejamos que nuestros días se conviertan en una absoluta rutina, nuestras dotes de liderazgo y dirección se resienten. Entramos en una vorágine que nos hace perder la ilusión y la perspectiva con la que empezamos. Debemos hacer de cada día uno distinto, buscar nuevas herramientas y alternativas de trabajo que nos permitan innovar y mantenernos “frescos”.

2. No darle importancia al aprendizaje

Si dejamos de aprender… ¿cómo vamos a tener capacidad de dirección? Debemos actualizar continuamente conocimientos, ir a ponencias, charlas, buscar nuevos métodos de desarrollo laboral… En fin, vivir conforme a los cambios del mercado y las tendencias profesionales.

3. Ser conformista

Cuando nos acomodamos en nuestro puesto de dirección corremos el riesgo de conformarnos con la forma de hacer las cosas de nuestro equipo de trabajo (y nuestras). Siempre hay un modo mejor de realizar el trabajo, siempre se puede hacer de una forma más eficiente, con más calidad… En fin, la clave está en darle una “patada” al conformismo y luchar por una mejora diaria.

4. No descansar lo suficiente

Cuando nos encontramos inmersos en un puesto demasiado absorbente podemos entrar en un círculo vicioso de trabajo y falta de ocio o descanso. Hay tiempo para todo, y por raro que parezca si no cuidas tu parcela de vida personal y de relax, no serás capaz de mantener tus dotes de liderazgo.

5. Dejar a un lado las metas a medio y largo plazo

Vuelve a retomar la perspectiva más allá de hoy o del mes que viene. Piensa en qué quieres conseguir en los próximos 6 meses, en el próximo año, incluso en los próximos 5. Tener una visión amplia de nuestro futuro y metas a las que dirigir nuestros esfuerzos hará que nuestra capacidad de dirección y liderazgo se refuerce.