Y no sólo se expresan bien, si no que consiguen atrapar a toda la sala con su buena oratoria. Un buen orador, un buen ponente, es aquel que mantiene desde el primer segundo la atención de todos los asistentes. Consigue engancharlos con un magnetismo que les hace “dejar de parpadear”.
Pero lo cierto es que hay personas con un don comunicativo que les permite explicar cualquier asunto con total facilidad y capacidad de transmitir. Y es que ahí está la dificultad, en transmitir exactamente lo que queremos. Todos somos capaces de hablar, pero no todos podemos hacer llegar el mensaje.
Para ello, aparte de un claro don innato, hacen falta técnicas de oratoria y de hablar en público. Hay que dejar a un lado los complejos y aumentar la seguridad en uno mismo, hacer ensayos frente a personas de confianza y reforzar nuestro lenguaje no verbal. Éste último es realmente importante a la hora de proyectar confianza y transmitir un mensaje, más incluso que nuestras palabras.
Por lo tanto, un orador ya tendrá mucho ganado si tiene ciertas “tablas”, cierto don. Pero también puede conseguirse a base de ensayos, técnicas de perfeccionamiento y muchas ganas.
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